domingo, 25 de diciembre de 2016

La monja alemana y los vasos comunicantes

Estaba como siempre en el trabajo, cuyas rutinarias tareas ya dije que se distinguen frecuentemente por el hecho de no pensar, cuando por simple fenómeno físico me vinieron a la cabeza una serie de asociaciones. Lo que se me iluminó en mi pobre conocimiento no tiene nada de especial, y lo peor de todo es que al compartirlo aquí me asediarán unos cuantos sabihondos que dicen ir sobrados de este tema, pero aún así lo escribo para ordenar y aclarar ideas.
Pues bien, la situación era la siguiente: teníamos que sangrar el agua de los tanques de combustible del avión, tarea básica en el mantenimiento de esos aparatos. El agua se deposita abajo porque el combustible (queroseno) es más ligero que aquélla. A lo largo de las alas hay una serie de tomas donde se enchufa una manguera con un adaptador que hace caer el combustible por ella y, por tanto, el agua, por acción de la gravedad.
El caso es que, estando mi compañero arriba en el elevador y yo abajo con la garrafa, sujetando el terminal de la manguera, viendo ambos que el fluido traía bastantes burbujas de aire y bajaba despacio, me dijo él: “sumerge el tubo en el líquido que tenga la garrafa, que tira más rápido, por vasos comunicantes”. Era cierto, se me había olvidado. No es que fuera milagroso, pero se notó una sensible mejora en la caída del fluido.
Los vasos comunicantes. El líquido arrastra al líquido como sea, venciendo cualquier estrechez, con el único propósito de intentar nivelarse lo antes posible. Un fluido desnivelado está en desequilibrio, está inestable, y sólo se “da cuenta” o se inicia el proceso cuando “se sumerge” un terminal en otro depósito, cuando se establece una conexión. Entonces me acordé de la monja alemana.
Hildegard von Bingen es una célebre figura de la Edad Media alemana, una verdadera sabia, una mente inquieta que quiso ahondar en varias ciencias en el siglo XII. En sus libros constan tratados sobre medicina y cosmología; escribió multitud de cartas, hagiografías y obras musicales. Incluso trató de inventar una lengua, la Lingua ignota. Debió ser una figura de la talla de Aristóteles para su época, solamente que, al ser mujer, la sociedad y sobre todo la Iglesia se encargaron de minimizar sus logros. Afortunadamente, quizá por estar en Alemania y no en España, donde la habríamos quemado junto a sus libros, vivió hasta los 82 años y nos dejó su fecunda obra bibliográfica.
Sin embargo, hoy en día Hildegard es famosa por sus visiones y, sobre todo, por sus conocimientos de sexo, de los que escribía con inusitada libertad en sus tratados de medicina. La cita que leí hace bastante, y de la que me acordé con la práctica de los vasos comunicantes, explicaba cómo sucedía el orgasmo y la subsiguiente inseminación:

Cuando la mujer se une al varón, el calor del cerebro de ésta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquél el placer en la unión y eyacular su semen. Y cuando el semen ha caído en su lugar, este fortísimo calor del cerebro lo atrae y lo retiene consigo, e inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer, y se cierran todos los miembros que durante la menstruación están listos para abrirse, del mismo modo que un hombre fuerte sostiene una cosa dentro de la mano.

De esa unión entre hombre y mujer, donde destaca esa acción de “retener”, procede la asociación que tuve, por la semejanza entre la conexión de vasos comunicantes y su “arrastre” de fluidos. No es exactamente, a lo que me refiero, lo que explica mayormente la monja, el acto de la fecundación. Me interesa más lo que se sintetiza en la primera frase: «cuando la mujer se une al varón, el calor del cerebro de ésta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquél el placer de la unión y eyacular su semen». Lo más misterioso del acto sexual es lo que vienen a decir los Beatles en la canción “Come together”: cuando uno de los dos (generalmente la mujer) está iniciando ese proceso irreversible de alcanzar el orgasmo -como si se transmitiese esa sensación de manera invisible, inmaterial-, el otro se siente “arrastrado” por el vertiginoso cauce que le lleva al orgasmo al mismo tiempo.
Durante el contacto, el cariño verdadero y sincero que puede llamarse amor, o una forma de éste, que sucede en el ayuntamiento, se establece la conexión por “vasos comunicantes”. Entonces puede darse esa urgente nivelación de fluidos de la que hablaba más arriba, que se manifiesta mediante el “come together”.
Por lo enormemente misterioso y por cuyas llamésmoslas “divinas” experiencias este hecho inexplicable ha fomentado la creencia de la “unión mística” con el dios de turno, según qué época histórica y área geográfica. Lo que tiene, además, esta hermosa sensación es que parece que no sólo se nivelan ambos cuerpos, sino todo lo que rodea a los amantes. Angélica Salmerón Jiménez, de la Universidad Veracruzana, dice en su artículo:

Hildegarda entendía que la medicina debía consistir en fomentar en el hombre el equilibrio y la armonía tanto entre su cuerpo y espíritu como con respecto de su entorno, lo que la reivindica como una pionera de la ecología.

Si la monja afirmaba que el acto sexual era esencial para la salud, y éste entraba, por tanto, en la práctica y eficacia de la medicina, dicho acto fomentaría en un sujeto esa bella afirmación, «el equilibrio y la armonía tanto entre su cuerpo y espíritu como con respecto de su entorno».
El equilibro de toda nuestra estructura social, y quizá hasta de la propia naturaleza, viene de esta nivelación bien llevada a cabo. Cuando nuestro san Juan de la Cruz decía: «¡[…] Oh, noche que juntaste / amado con amada, / amada en el amado transformada!» se refería a esto mismo, amplificado a la unio mystica, donde para el entendedor agnóstico lo divino se puede entender como una especie de “gran alma del mundo”.
Para los ateos, como el que subscribe, nos queda leer algo de endocrinología y seguir investigando cómo funciona la psique humana en sus enfoques tanto individual como sociológico, lo cual también es un misterio muy largo de desvelar.

Bibliografía consultada:

MENDOZA, VIRGINIA (2016), «El orgasmo femenino explicado por una monja medieval», Yorokobu. Texto ligero y ameno con interesantes imágenes:

SALMERÓN JIMÉNEZ, ANGÉLICA (2008), «Hildegarda de Bingen: la voz silenciada de la ciencia medieval», La ciencia y el hombre, vol. XXI, nº 1 (México). Muy bien redactado y estructurado artículo:

Wikipedia (2016), «Hildegarda de Bingen»:





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