Hasta el primer tercio del siglo
XV la versificación castellana era en arte menor, fundamentalmente octasílabos,
el metro más natural y manejable en nuestra lengua. Si había también
dodecasílabos o alejandrinos, estaban perentoriamente divididos en hemistiquios
(ej.- Libro de Buen Amor y todas las demás del Mester de clerecía).
La poesía popular, por tanto, era
en octosílabos, pero ya con diferencias con la poesía culta: lenguaje sencillo
y rima asonante (los romances) en la popular; lenguaje ornado, con referencias
a la cultura clásica, y rima consonante en la poesía culta.
Esto es la clave para averiguar
datos sobre el autor y el destinatario. Si tenemos rima asonante, forzosamente
irá destinada al pueblo llano. Es además una rima más fácil, que requiere menos
esfuerzo por parte del poeta. Por tanto, para diferenciarse del vulgo, y de los
recursos fáciles, los poetas de clases más pudientes, y con acceso a la
cultura, utilizarán rimas consonantes. El mérito de la métrica y rima bien
trabajadas era ya un estandarte distintivo en el Mester de clerecía, desde el Libro
de Alexandre.
El afán de distinción de la clase culta frente a la
popular se acrecentó enormemente con la revolución poética venida de Italia con
el Renacimiento. Al volver la atención hacia las obras literarias de la
antigüedad clásica, los poetas italianos establecieron el endecasílabo como
verso más compatible a la imitación de aquellas, en cuanto a la distribución de
acentos, longitud a la hora de ornamentar el lenguaje, y la no repetición tan
frecuente de las rimas.
Los altos cargos de las cortes
castellana y aragonesa tuvieron noticia de tal novedad, y la adoptaron con
entusiasmo. Recargando las nuevas estrofas, además, de mitos y personajes
clásicos, tales composiciones eran un rasgo de gran cultura y estilo, y una
manera muy útil de impresionar a los demás nobles y reyes, así como seducir a
las damas cortesanas.
El pueblo siguió con los
romances, villancicos, coplas, decires, etc., sin dejar por ello de ser de lo
más ingenioso y de igual o mayor interés literario.
Se le atribuye la introducción
del endecasílabo en España. Notas de Álvaro Alonso:
[...] Según las rúbricas del Cancionero
de Baena procedía de Génova, y vivió durante cierto tiempo en Sevilla. En
1403 era vicealmirante de Castilla y, a la muerte del almirante en 1404, es muy
probable que aspirara al cargo. Al no obtener el nombramiento debió de
abandonar la ciudad, a la que ataca en dos de sus poemas. Había muerto ya en
abril de 1409. Sus dos obras más ambiciosas son el Decir al nacimiento de
Juan II y el Decir a las siete virtudes, en el que utiliza no sólo
la Divina Comedia, sino también a sus glosadores y comentaristas. Imperial es,
por tanto, el iniciador de una nueva corriente poética, muy influida por la
alegoría dantesca [...].
Íñigo López de Mendoza, Marqués
de Santillana (1398-1458)
“Le corresponde un intento,
todavía balbuciente, de acomodar el soneto a nuestra literatura” (Á. Alonso).
Junto con los Dezires a las
siete virtudes de Micer Francisco Imperial, las composiciones en
endecasílabos del Marqués de Santillana representan los primeros eslabones de
una corriente literaria que producirá sus mejores frutos en el siglo XVI.
Santillana había tomado contacto con la estética italiana aprovechando su
estancia en la corte aragonesa de Alfonso V (poetas latinos Jordi de Sant Jordi
y Ausías March; y gracias a su amistad con Enrique de Villena conoció a Dante,
Virgilio y la herencia provenzal). La alegoría visionaria, las alusiones y
citas de personajes, históricos o míticos, de la Antigüedad Clásica constituyen
el recurso narrativo más socorrido, mientras el endecasílabo y el soneto
(“Sonetos fechos al itálico modo”) marcan las nuevas pautas versificatorias.
Pueden distinguirse tres momentos
en su obra: 1) serranillas, canciones y decires líricos; 2) poemas alegóricos y
narrativos (su etapa más ambiciosa), que gozaron de enorme prestigio entre sus
contemporáneos, y 3) expresión densa y profundización en contenidos morales y
filosóficos (Bías contra Fortuna y el Doctrinal).
Por tanto, la orientación poética
inicial de F. Imperial alcanza su madurez con Santillana, y posteriormente,
Juan de Mena.
Soneto
Non es el rayo del Febo luziente,
nin los filos de Arabia más fermosos
que los vuestros cabellos
luminosos,
nin gema de topaza tan fulgente.
Eran ligados de un verdor
plaziente
e flores de jazmín que los ornava
e su perfecta belleza mostrava,
cual biva flama o estrella
d’Oriente.
Loó mi lengua, maguer sea
indigna,
aquel buen punto que primero vi
la vuestra imagen e forma divina,
tal como perla e claro rubí,
e vuestra vista társica e
benigna,
a cuyo esguarde e merced me di.
V. 2: filos = hilos; v. 9: maguer
= aunque; v. 11: vista társica = ojos verdes. El adjetivo társica deriva del
sustantivo tharsis, que designa una piedra preciosa de color amarillo verdoso.
El color verde va relacionado con la esperanza (Pérez Priego); v. 12: esguardar
= mirar, atender.
Véanse los colores del v. 12, que
también mencionarán Garcilaso y posteriores, con motivos amorosos.
Garcilaso de la Vega (1501-1536)
La
revolución poética de Garcilaso ocurre tanto en las formas métricas o formas de
la expresión como en las sustancias del contenido transmitido.
Por lo que hace a las primeras, la poesía de los
cancioneros castellanos del siglo XV hacía uso del octosílabo y del
dodecasílabo (en realidad arte menor, por los hemistiquios en hexasílabos) y
por tanto de una rima frecuente y apremiante. El verso corto hace comparecer
sin interrupción una rima tras otra. Con Garcilaso (que consolida completamente
la tendencia de Imperial, Santillana y Mena) el verso por excelencia es el
endecasílabo, y el artificio de la rima no se presenta tan insistente y
ruidosamente. El endecasílabo es propiamente extenso por la amplitud de su
período rítmico, no compuesto, sino simple, amplitud que queda potenciada por
el rechazo de los finales agudos: el corte de verso a raíz del acento convenía
a la viveza del octosílabo, pero quebrantaba como nota discordante el mesurado
equilibrio del endecasílabo renacentista. La amplitud es aún mayor por los
encabalgamientos, tan defendidos por Herrera en sus comentarios a la poesía de
Garcilaso.
La elección del endecasílabo viene impuesta por la
imitación constante de los clásicos griegos y latinos, imitación que no podía
llevarse en el metro corto.
Soneto XXIII
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro
gesto,
y que vuestro mirar ardiente,
honesto,
con clara luz la tempestad
serena;
y en tanto que el cabello, que en
la vena
del oro se escogió, con vuelo
presto,
por el hermoso cuello blanco,
enhiesto,
el viento mueve, esparce y
desordena:
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el
tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre;
marchitará la rosa el viento
helado.
Todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su
costumbre.
Análisis
Tema: collige, Virgo,
rosas (Ausonio). Junto con Carpe diem, es uno de los llamados
tópicos literarios más frecuentes de la historia de la literatura.
Lo lírico no es tanto expresar sentimientos, sino sobre
todo la forma. Tiene una estructura: primero hay una oración subordinada (2
cuartetos) y luego la principal (2 tercetos, sin contar los últimos 2 versos,
que aclaran lo anterior). Como en todos los sonetos hay, por tanto, una
separación o bimembración.
El tema se expresa a través de la
belleza, la belleza física, describiendo a la manera platónica, renacentista
(recordemos la pintura, la Venus de Botticelli). Se describe siempre
dentro de los márgenes del decoro, es decir, el rostro, el cabello, los labios,
el cuello, pero nunca más abajo, porque entonces caería en lo obsceno.
Primer cuarteto: se inicia
con una oración temporal, con una conjunción. “En tanto que...”: la idea de
duración es más visible, con mayor expresividad del transcurso del tiempo
("aprovecha mientras puedas").
Rosa y azucena: pequeña
enumeración, representando los colores más significativos de la lírica, rojo y
blanco. Azucena = pureza; rosa = pasión. Quiere decir que la moza que describe
es pura pero provocativa al mismo tiempo. Es virgen pero tiene que dejar de
serlo, “bellísima y sin usar”, y todo el cuarteto repite lo mismo mediante
oposiciones: mirar ardiente / honesto; tempestad (=pasión) / serena.
Encabalgamiento entre v. 1 y 2.
Anáfora: "en tanto..." (v. 1 y 5).
Segundo cuarteto: sigue la
anáfora, para insistir. Metáfora: "que en la vena / del oro se escogió..." Toda
metáfora es una comparación; por ej.- “tienes el pelo como el oro” sería una
comparación de igualdad, pero eso no lo quiere el poeta. Lo rubio del cabello
se escogió en la vena del oro (la "vena" es como un "filón", la parte más valiosa de un mineral). Antonomasia: término conocido por tal cosa, ej.-
sordo = tapia; rubio = oro. Es decir, pelo no como el oro común, sino escogido
entre lo mejor de un filón de oro. Cuando se hace una comparación de este tipo,
por tanto, tiene que ser de superioridad, no meramente de igualdad.
Encabalgamiento: "con vuelo
presto...", v. 6-7.
“Que el viento mueve, esparce y
desordena” (v. 8), caída del cabello. Se ha fijado sobre todo en el cabello,
radiante y en plena juventud. Tiene que mostrar cuándo el cabello va a dejar de
ser así, tiene que metaforizar lo contrario.
Primer terceto: Alegre
primavera (v. 9): hipérbole de primavera (la primavera siempre es alegre).
Anteposición del adjetivo. Encabalgamiento.
El dulce fruto (v. 10):
anteposición del adjetivo.
El tiempo airado (v. 10):
adjetivo postpuesto, porque es objetivo, no subjetivo. Otro encabalgamiento.
Cubra de nieve (v. 11): podría
haber dicho “ponga”, pero “cubra” es hiperbólico. “Nieve” también hiperboliza,
porque no son sólo algunas canas, sino mucho blanco. Es también nieve lo
contrario de primavera, en todos los sentidos: invierno, vejez / primavera,
juventud.
Segundo terceto: (v. 12)
rosa sola, sin pureza, sin azucena. Ahora la rosa eres tú, antes era tu gesto
la rosa, la primavera, y todo lo que acarrea. El viento helado = la vejez.
Todo lo mudará la edad ligera (v.
13): edad es sinónimo de tiempo. El tiempo lo mudará todo. Airado (v. 10) = con
prisa. “El rápido paso del tiempo” mudará (quitará, despojará) todo, “que es lo
que suele hacer” (=por no hacer mudanza en su costumbre). Es lo que ha ocurrido
siempre. Mudará... mudanza (paralelismo léxico, verbo y sustantivo).
ALONSO, ÁLVARO (2006), Poesía de
Cancionero. Madrid, Cátedra.
GARCÍA PRIETO, YOLANDA (2011), Apuntes de Introducción a la Historia de la Lengua Española, Filología Hispánica (UNED). Centro Asociado Gregorio Marañón, Madrid.
MENÉNDEZ PELÁEZ, J., ARELLANO,
I., CASO GONZÁLEZ, J. M., MARTÍNEZ CACHERO, J. M. (1993), Historia de la literatura
española. Vol. I. Edad Media. León, Everest.
VICTORIO MARTÍNEZ, JUAN (2011), Apuntes de Literatura Española de Edad Media y Siglo de Oro, Filología Hispánica (UNED). Centro Asociado Gregorio Marañón, Madrid.
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