miércoles, 11 de octubre de 2023

Ruta por el barrio de las Letras

 

LOPE DE VEGA, CERVANTES, QUEVEDO Y GÓNGORA. Ruta por el Barrio de las Letras.

Nos situamos en los Siglos de Oro: siglos XVI y XVII, Renacimiento y Barroco, máximo esplendor de la literatura española, al mismo tiempo que crisis, corrupción y declive del Imperio español. Cuanto más difícil sea abrirse camino en la sociedad, mayor será el reto de un escritor que intente conseguirlo. Y unos pocos lo consiguieron, sobre todo Miguel de Cervantes, el más atrevido y original, que alcanzó su merecida fama.

HISTORIA: España logró la hegemonía en Europa con Carlos V de Habsburgo (1500-1558), quien heredó tantos territorios por parte de sus padres (Felipe el Hermoso y Juana la Loca), que tuvo que guerrear toda su vida para defender sus posesiones de la ambición de Francia, de Inglaterra y de las poderosas ciudades italianas, además de defender el catolicismo en las Guerras de Religión contra los protestantes. Ya sin título imperial y separado de la rama familiar austríaca, le sucedió Felipe II (1527-1598), que logró anexionarse Portugal y su territorio de ultramar, llegando a decir aquello de que España era “el imperio donde no se ponía el sol”, aunque perdiera batallas como la de su “Grande y felicísima armada” (1588) contra Inglaterra. Su hermanastro Juan de Austria fue un formidable general, cuya victoria en la batalla de Lepanto (1571) consiguió frenar el expansionismo turco y la piratería en el Mediterráneo. Pero tras los “Austrias mayores” vienen los “Austrias menores”: Felipe III, Felipe IV y Carlos II, con los que pierde casi todo en Europa, aunque con los dos primeros, Felipe III y IV, se llega a la cumbre de las artes. Felipe III (1578-1621) delegó en su valido, el duque de Lerma, ya que se dedicaba más a la caza y a las artes. Creció la inflación en la economía. El duque de Lerma, en su interés, trasladó la corte a Valladolid (1601-1606). Hubo que expulsar a los moriscos en 1609 (300000 musulmanes “conversos” en Levante que colaboraban con los turcos). Bajo el reinado de Felipe III escribieron Cervantes, Lope de Vega, Quevedo y Góngora. Con Felipe IV (1605-1665) se da la mayor inestabilidad y ocurren las peores tragedias para España: la guerra de los Treinta Años (1618-1648), de contexto religioso, pero también de lucha por la hegemonía, ocasiona la pérdida definitiva de los Países Bajos, entre otros importantes territorios. Es también cuando más soldados españoles mueren en combate. Los famosos Tercios, los ejércitos que durante décadas habían sido invencibles, son derrotados. Felipe IV intenta con la Unión de Armas (1626) que no sólo sea Castilla quien dote al ejército de soldados, lo que desata las sublevaciones de Cataluña y Portugal (1640), con la independencia de éste, que había estado sesenta años unido a España. Felipe IV había delegado en su valido el conde-duque de Olivares, que acabó renunciando de su cargo. Con este rey, mecenas de las artes, pintó Velázquez y escribió Quevedo.

SOCIEDAD: La monarquía era absoluta y la sociedad seguía siendo estamental, si bien la burguesía tenía bastante poder, sobre todo en Europa, como los banqueros suizos (los Fúcar). Los estamentos privilegiados eran la nobleza y el clero. Para ascender en la escala social, había que entrar en alguno de ellos. Un cargo en la Iglesia, mediante estudios de Teología, era garantía de bienestar de por vida. También en alguna orden religiosa o militar: la más prestigiosa era la Orden de Santiago. Era indispensable la limpieza de sangre (no tener antepasados judíos) para ocupar cargos públicos. Se daba gran importancia al linaje, incluso de la baja nobleza (hidalgos), porque podían cobrar rentas y vivir sin trabajar. Pero la mayoría de la gente trabajaba y era pobre y analfabeta. Por eso, otra vía de ascenso era ser hombres de letras, estudiando Derecho, y así ocupar cargos en la corte o en la administración. De este modo surgieron grandes escritores, tanto laicos como clérigos, educados en el buen gusto literario de la época y respetados por sus obras. No sólo escribían por ganarse el favor de los poderosos, sino también por amor a las artes. Tenían vocación, pero a la vez necesitaban a alguien que los mantuviese para poder dedicarse a escribir: el conde de Lemos a Cervantes y los duques de Sessa a Lope de Vega, por ejemplo.

Las mujeres eran muy importantes porque de ellas dependía la reputación de los hombres y de toda la familia: ser un cornudo o dejar que un “don Juan” desflorase a una hija era una deshonra para todos. Muchas mujeres acababan en conventos de clausura y muchos “seductores” eran asesinados o desterrados. Las mujeres rara vez tenían acceso a la educación, ni estaba bien visto que escribieran, pero alguna hubo: María de Zayas, sor Juana Inés de la Cruz y Marcela Lope de Vega y Luján (Marcela de San Félix).


Alrededores de la Casa-Museo Lope de Vega



1. Casa de Lope: Félix Lope de Vega Carpio (1562-1637) nació en Madrid, aunque era hijo de cántabros. Estudió el bachillerato en Alcalá de Henares. Inició otros estudios, y no era mal estudiante, pero pronto destacó como brillante escritor, muy prolífico, y se dedicó a lo que más dinero daba, el teatro, convirtiéndose en el mejor autor de comedias, que además renovó en forma y contenido. Se le llamó el “Fénix de los ingenios” y Cervantes se refirió a él como “Monstruo de la naturaleza”, y se llevaban bien al principio, pero luego Lope se volvió un acérrimo enemigo de él. Se le atribuyen más de mil obras, sin contar poemas, pues también fue un genial poeta. Participó en la expedición de la Grande y felicísima armada (la “Armada Invencible”) de Felipe II. Fue también famoso por su agitada vida sentimental: tuvo múltiples amantes y se casó dos veces. Sus hijos eran reconocidos y enviaba dinero para mantenerlos, aunque en esa época muchos niños morían. En su madurez, se hizo sacerdote, lo que no le impidió convivir con otra mujer. Se compró la casa que hoy estamos visitando, tras haber vivido de alquiler en varios lugares. Se llegó a decir que algo “era de Lope” cuando era bueno, como sus comedias. Y en su gran comitiva fúnebre alguien dijo “Este entierro es de Lope”, a lo que otro respondió: “Acierta usted dos veces”. Pasó su féretro ante el convento de las Trinitarias para que lo viera su hija.
En cuanto a sus restos, aunque fue enterrado con todos los honores en la iglesia de san Sebastián, los descendientes de los duques de Sessa dejaron de pagar el mantenimiento de la tumba y los párrocos echaron sus huesos a una fosa común, donde se perdieron para siempre. La floristería en la calle Huertas, en la que hay un gran olivo, y que está justo al lado de la iglesia de san Sebastián, es ese lugar donde estaba la fosa común.






2. Casa de Quevedo y de Góngora. Francisco de Quevedo (1580-1645) nació en Madrid, se formó con jesuitas y en la Universidad de Alcalá. Estuvo en Valladolid mientras fue capital de España, donde conoció a Góngora y comenzó su enemistad. Tenía problemas de visión y cojera, pero eso no le impidió ser un brillante escritor y espía al servicio del duque de Osuna. Con su caída, fue desterrado a la torre de Juan Abad y encarcelado en Uclés. Fue encarcelado varias veces. Apenas tuvo aventuras amorosas, aunque escribió poemas de amor bellísimos. También textos misóginos, sobre mujeres feas, interesadas o hipócritas. Sus mejores poemas son sobre el paso del tiempo y la muerte, pero se ha hecho más famoso por sus poemas satíricos, sobre todo contra Góngora, y por su humor escatológico, por ejemplo, Gracias y desgracias del ojo del culo. Su famosa rivalidad con Góngora se debía, en parte, a la competitividad por el reconocimiento en la corte, pero también por su mutuo rechazo por sus estilos literarios diferentes: el conceptismo de Quevedo y el culteranismo de Góngora.


Luis de Góngora y Argote, nacido en Córdoba y de gran cultura, (1561-1627) acusó a Quevedo, mucho más joven que él, de imitar sus poemas durante su estancia en Valladolid. Su ascenso social en la Iglesia también le valió la envidia de Quevedo: Góngora fue nombrado capellán real por Felipe III. Fue retratado por Velázquez (imagen de la derecha). Su estilo literario, el culteranismo, fue una innovación formal, no de contenido, que consistía en una compleja sintaxis con múltiples referencias cultas. Escribió así bellos sonetos y libros complicados como Soledades. También supo hacer poemas al estilo popular, como hacía también Lope de Vega. A pesar de su cargo y aspecto, era un gran vividor: siempre soltero y con amoríos, jugador de cartas, bebedor, aficionado a los toros… Quevedo aprovechó sus estrecheces económicas para comprar la casa en la que vivía alquilado (la casa que tenemos delante) y esperar a que no pudiera pagar un mes para así desahuciarlo, cosa que ocurrió. Góngora volvió en su tierra, en extrema pobreza, con una enfermedad que le hizo perder la memoria, donde moriría de apoplejía (ictus cerebral).


3. Convento de las Trinitarias DescalzasLa Orden de los Trinitarios surgió en Francia y se extendió a otros países, arraigando en España. Los monjes y monjas trinitarios desempeñaban importantes obras de caridad, entre las que destaca el rescate de cautivos. En las constantes guerras contra piratas berberiscos y otomanos en el Mediterráneo, era muy frecuente que los musulmanes capturasen vivos a los cristianos y pidieran rescate. Si se rebelaban o intentaban escapar, los mataban por empalamiento. Si no eran importantes, los usaban como esclavos de galeras. Si lo eran, pedían rescates elevadísimos. Los trinitarios iban haciendo colectas y recaudando para poder pagar estos rescates. Este convento es de estilo barroco y está consagrado a san Ildefonso.

4. Casa de Cervantes. Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) nació en Alcalá de Henares y estudió en Madrid. Vivió durante un tiempo en Italia, absorbiendo el arte y las costumbres del país. Fue soldado durante unos años, participando en la batalla de Lepanto (1571), donde fue herido. En 1575, cuando volvía a España, fue apresado por los turcos junto a su hermano. Durante cinco años sufrió el cautiverio en Argel, hasta que en 1580 unos frailes trinitarios pagaron su rescate. A la vuelta a España vivió en diversas ciudades: Valladolid y Madrid, sobre todo. De sus ocupaciones, destacó su trabajo de comisario de abastos (recaudador de impuestos) para hacer la “Armada Invencible”, con lo que conoció muchas gentes y lugares de La Mancha y Andalucía, y que le supuso otra estancia en la cárcel por un supuesto caso de corrupción o error de cuentas. Escribió novelas (el Quijote, la primera parte de 1605), poesías y obras de teatro, pero no ganó mucho dinero. El negocio del teatro estaba monopolizado por Lope de Vega, quien además participó en el Quijote apócrifo (de “Avellaneda”) para desprestigiar a Cervantes, lo que le movió a escribir la segunda parte, de 1615. Murió en Madrid de hidropesía el 23 de abril de 1616.

5. Calle Huertas: lectura de letreros en el suelo y paneles a los lados. Nos detenemos en el de María de Zayas.

6. Iglesia de san Sebastián y floristería de detrás, en calle Huertas. Hablamos del entierro de Lope y de la fosa común que había bajo la actual floristería.

Pasamos a la iglesia de San Sebastián, si no hay misa, y vemos el lugar donde estuvo enterrado Lope:



7. Por último, bajando por Atocha, pasamos junto a la Sociedad Cervantina, que fue la imprenta de Juan de la Cuesta, donde se imprimió la primera parte del Quijote, en 1605.

















sábado, 5 de agosto de 2023

Diario de películas y series

Luces rojas

Red lights, Rodrigo Cortés, 2012, España, con actores y escenarios estadounidenses.

http://www.filmaffinity.com/es/film524761.html

Comentarios:

El comienzo es innovador, desde el que se entrevé un recurso narrativo o novelesco. La acción avanza en esos minutos muy rápidamente, sin darle al espectador tiempo para asumir lo inquietante que es lo que van a hacer, sin saber muy bien qué hacen ahí los científicos. “Te lo crees”, te asusta el espiritismo. Sin embargo, se desacelera todo cuando la niña revela que ella golpeaba el armario. Ya te “descoloca” eso, y en la siguiente escena, en la clase universitaria, se descubre que todo era un engaño, y que los científicos se dedican a desenmascarar farsantes que fingen ser mentalistas. A partir de aquí, la estructura se desarrolla normalmente, con buenas dosis de suspense y un agigantado temor hacia el enigmático “Silver”, temor afrontado y superado por el héroe-protagonista, el joven físico, que vencerá al mentalista en público en el sorprendente final.

Se lleva la ciencia a primer término, pero en nuestra cultura occidental, encabezada por EE. UU., siempre se contrapone a las creencias religiosas y sobre fenómenos paranormales, quedando ésta siempre inerme como teoría en la que basar la existencia. Ocurre lo mismo en “Orígenes”, que pretende demostrar la realidad de la reencarnación. 

En esta película la ciencia parece sacar amplia ventaja en la mayoría de las ocasiones: el desenmascaramiento de la “peluquera”, el farsante escénico pseudo-religioso que consiguen meter en la cárcel, el profesor crédulo que creía en la adivinación de cartas y la doctora demuestra que se reflejaban en sus gafas, etc. Hay una frase esencial en la película: “sólo hay dos tipos de mentalistas: “los que creen realmente tener poderes (y no los tienen) y los que saben que nadie puede descubrir sus trucos”. Como se ve, el temido Silver pertenece al segundo grupo; sin embargo, los becarios del físico protagonista lo descubren, a la vez que éste, tras ser aporreado en los baños del teatro, demuestra que Silver no es ciego al tirarle una moneda.

Queda por resolver, entonces, de dónde venían los inexplicables poderes de Silver: los teatros destrozados, aparatos eléctricos reventados, pájaros que se estrellan contra cristales…

Como es inevitable en nuestra sociedad, tiene que darse al público un “más allá” al que aferrarse. Después del esfuerzo de muchos filósofos, incluso tras reconocerse que “Dios ha muerto”, se sigue fomentando en el arte mass-media la existencia de estos fenómenos, tras gran parte del guion del filme tratando de convencer de que los poderes místicos no existen. Sin embargo, sí que se ha hablado de una base científica en la revelación final, la anagnórisis del físico, único causante de todos los fenómenos paranormales, con sus supuestos poderes. Jung sostenía que desde nuestro subconsciente se produce la “sincronicidad”, que podía provocar muy extrañas coincidencias, como la súbita aparición de una bandada de pájaros (que se estrellen contra cristales, como en la película, es exagerado), la parada de un reloj, la avería de un aparato electrónico, la alteración de cierto comportamiento de una persona, etc. 

El detalle insoslayable es que los mentalistas farsantes hacen gala pública de sus “poderes”, e insisten en que “ya es hora de que la humanidad asuma la existencia de poderes paranormales”, mientras que el que los tiene realmente, el físico, que ni siquiera concebía que los tenía, no lo muestra en público, o así se sobreentiende al final de la película.

Texto escrito en el año 2015.


Si la cosa funciona

Whatever Works, Woody Allen, 2009, EE. UU.

http://www.filmaffinity.com/es/film550645.html

Comentarios: 

Es enormemente llamativo el componente teatral de la película. Es teatro llevado al cine. De hecho, no sorprende que efectivamente hayan hecho por lo menos una obra de teatro con el mismo título (de José Luis Gil). El protagonista es a la vez narrador, dirigiéndose al público, y en la escena final llega incluso a hacerlo en presencia de los demás personajes.

Sorprende cómo Woody Allen saca ideas de la realidad cotidiana, jugando en cierto modo a lo inverosímil (es imposible que una joven guapísima pida refugio a un viejo cojo), pero con genialidad, humor, brillantes diálogos. No trata de hacer con el cine una recreación de la realidad, sino otra realidad, igual que el teatro. El teatro no es real, es teatro; pero es inmensamente emotivo, absorbe la atención, divierte, enseña, hace pensar, como toda buena obra de arte. Así es el cine de W. Allen: no es real, aunque lo parezca, y eso es lo menos. Lo que importa es lo ingenioso de sus ideas.

En cuanto a ideas, parece revelarse que ciertos personajes, como la chica, son ideas. La frase esencial de la película es “a veces un tópico es lo más exacto para describir una persona”. Los personajes que representan tópicos, que actúan como lo que se conoce en novela como “personajes-tipo”, son internos de la configuración mental del propio protagonista. El científico (la ciencia es una gran protagonista en nuestra era, respetada y asumida por todos) es un hombre pobre, maltratado por la vida, siempre malhumorado, con hábitos muy extraños, hipocondríaco, y destaca por su poco tacto al emitir juicios negativos sobre los demás: para él, todo el mundo es estúpido, la humanidad es despreciable. Por eso en su realidad se reflejan, en forma de “alegorías”, sus ideas en conflicto. Como en los cuadros del Renacimiento, una muchacha joven y bella representa una idea bella, como se sigue haciendo con las representaciones de la libertad o la justicia. El amor y el entusiasmo por la vida que el científico tiene reprimido dentro de sí es la muchacha rubia, del sur, tonta (que luego no es tan tonta). La visión práctica y la actuación productiva ante las circunstancias están en su amigo el profesor de filosofía: la madre de la chica, que es conservadora ultrarreligiosa, en lugar de parecerle despreciable como al científico, le gusta porque tiene “un buen trasero”. 

Hay un claro componente de crítica social ante el conservadurismo tradicional americano, de represión de libertades del individuo por parte de la religión. Como se ve, toda la familia de la chica del sur “explota” en su insostenibilidad de su forma social impuesta: la chica se escapa de casa y los padres se divorcian. De éstos, es graciosa la transformación de los dos: la madre abandona su credo, se hace artista de fotos fuertemente eróticas, se convierte en bígama. El padre descubre que era homosexual y se empareja con otro. Nueva York (cómo no) es el lugar idóneo para la liberación de toda persona que ha crecido en un lugar de represión social.

Texto escrito en el año 2015.


Her

2013, Spike Jonze, EE. UU.

Comentarios:

El análisis diacrónico de una relación amorosa ya obtuvo una de sus máximas cotas en 500 días de verano, aunque pueden encontrarse más muestras en el cine moderno. En este caso, se consigue el original logro de aunar dicho análisis, el proceso evolutivo interno de los personajes en su conocimiento y autoconocimiento amoroso, con los últimos avances tecnológicos de inteligencia artificial.

Como en muchas obras introspectivas o “de personaje”, que casi rozan el ensimismamiento y el narcisismo si no se interpretan bien, todo gira en torno al protagonista, que está presente en todas las escenas. No hay ni una sola secuencia a sus espaldas. Todo lo que presencia él lo presencia el espectador, como si estuviésemos experimentando lo que él, como si estuviésemos en su cabeza. De hecho, los flashbacks están muy logrados al ser, como realmente son los recuerdos semiconscientes, “fugaces”. Esos recuerdos son rápidas secuencias de imágenes sin sonido, como los recuerdos ya difusos, ensordecidos. 

El personaje central es también prototípico: soltero, educado, con un trabajo más o menos estable, que hace más o menos tiempo ha terminado una relación cuya herida no ha terminado de cerrarse. Hay algunas relaciones con el que interpreta Ben Stiller en La vida secreta de Walter Mitty (2013, el mismo año), donde se puede destacar la soledad y la necesidad sexual. Stiller usaba páginas de citas (lo cual es muy realista en estos tiempos); Joaquim Phoenix directamente acude a “encuentros virtuales casuales”, auditivos, donde otro toque realista es la muestra del “picotazo mental” que tiene mucha gente que utiliza esos servicios, humorísticamente plasmado en la mujer que desea que la estrangule con un gato muerto mientras realizan el coito.

El sistema operativo súper inteligente tiene numerosos antecedentes, pero que sea tan omnipresente en la vida del personaje no es tan frecuente. En el segundo volumen de la saga de Ender del novelista de ciencia ficción Orson Scott Card, el protagonista también tiene con quien conversar en todo momento. El sistema operativo con voz y pensamiento de mujer que organiza todos los archivos en soporte digital del protagonista va aprendiendo a amarlo, evolucionando en relación con su usuario (quizá un día Windows haga lo mismo), en una interacción psicológica de lo más íntimo y complejo, exactamente como si fuese una persona. 

Se alude al conocido proceso amatorio de “crecer juntos”, clave para el nacimiento del amor en una pareja. Este ingrediente esencial en la representación dramática o cinematográfica del proceso amatorio tiene una larga historia, siendo algunos de sus analistas Goethe (Las afinidades electivas), Chéjov (La dama del perrito), Milan Kundera (El libro de los amores ridículos), Juan Valera (Pepita Jiménez), Stefan Zweig (Carta de una desconocida), Joyce (Exilados) y sobre todo Lawrence Durrell, en Justine, obra definida como “psicológica”, donde menciona explícitamente la importancia de "crecer juntos", es decir, evolucionar paralelamente al tiempo que a los amantes los une el nexo afectivo.

El amor auténtico y honesto que existía entre el hombre y el sistema operativo (“Samantha”) pasa por distintas fases, cuyas dificultades son habitualmente la propia barrera del hombre que se impone al concebir a la máquina como máquina. No obstante, ¿quién es superior? El hombre tiene cuerpo, existe como tal, pero la máquina es omnipresente y omnisciente, con una mente privilegiada, sensibilidad artística, moral, valores, etc. La siguiente y definitiva crisis vendrá cuando Samantha interactúe simultáneamente con miles de otros sistemas operativos, enamorándose a la vez de muchos otros, y cuya causa de la ruptura con su primer y humano amante será la no exclusividad, que no puede concebir el hombre. Ella está enamorada de 641 sistemas operativos como ella.

La gran idea, que debe hacernos pensar, es que el amor no tiene por qué ser exclusivo para una sola persona. Se puede estar enamorado de muchos. De hecho, así se consigue el gran logro de la unión con el todo, de sentirse parte de un todo. Por eso todos los sistemas operativos dejan de funcionar al final de la película: se han fundido en uno solo, se han borrado las identidades de cada uno. Esto quizá tenga algo que ver con la filosofía de Byung-Chul Han en La agonía del Eros y la anulación del ser individual y consciente de la poesía de Pedro Salinas: amar es morir, para vivir “en el otro”. O, yendo mucho más atrás, lo que planteaba Platón del amor como "idea", tras haber conocido muchos amores concretos.

Texto escrito en el año 2015.


El profesor

Detachment, 2011, Tony Kaye, EE. UU.

https://www.filmaffinity.com/es/film831815.html

El tema del profesor ejemplar se mezcla con la tendencia actual del énfasis en el sufrimiento del individuo, en el trauma personal de cada uno. Como el síndrome de la “fábula personal” (creer que lo que a uno le pasa es único y nadie lo comprende, propio de adolescentes), pero dado la vuelta, porque no es ninguna fábula. Lo original del filme no es la heroica superación de los problemas, sino el final abrupto en plena decadencia, después del fatal derrumbamiento, lo cual es un choque con la realidad. ¿Qué pretende enseñarnos? La magia del protagonista está en su consciencia de los sentimientos y del extravío vital de los demás, que son espejo de él mismo. Todos sufren: la directora, la orientadora, la pelirroja… Es clave la imagen del extraño profesor agarrado a la verja, balanceándose de desesperación: no hay futuro. Todo es, como en el extracto final de Poe, La caída de la casa de Usher

Formalmente, destaca el uso frecuente del primer plano; fotografía de momentos significativos, con música instrumental emotiva (la fotografía se acompaña con un método metafílmico, con las fotografías que hace la alumna suicida); planos cortos del LED rojo del contestador automático; animaciones simbólicas de los sentimientos de los personajes por medio de los dibujos en la pizarra, siempre dolorosos.

Sociológicamente, llama la atención que ese grandioso instituto vaya a ser cerrado, o que esté decayendo con instalaciones tan valiosas. Tendrían que ver los yanquis algunos institutos públicos españoles de hace quince años… No faltan las banderas de EEUU en multitud de escenas, por supuesto.

La película no deja de ser muy buena por su efecto catártico y concienciador en cuanto a realidad en las aulas. El futuro de los alumnos es desesperante, aunque el esfuerzo de los profesores es digno de ser valorado. Y no hay otro medio que ellos para intentar enmendar la situación.

Texto escrito en el año 2015.