domingo, 26 de febrero de 2017

Oda a la flor de Gnido, de Garcilaso de la Vega. Análisis.


Canción V: Oda ad florem gnidi, Garcilaso de la Vega

Si de mi baja lira                                                                              
tanto pudiese el son que en un momento
aplacase la ira                                                                                                Estrofa 1
del animoso viento
y la furia del mar y el movimiento,                   5
y en ásperas montañas
con el süave canto enterneciese                                                                    Estrofa 2
las fieras alimañas,
los árboles moviese
y al son confusamente los trujiese:                   10
no pienses que cantado
sería de mí, hermosa flor de Gnido,                                                              Estrofa 3
el fiero Marte airado,
a muerte convertido,
de polvo y sangre y de sudor teñido,                15
ni aquellos capitanes
en las sublimes ruedas colocados,                                                                 Estrofa 4
por quien los alemanes,
el fiero cuello atados,
y los franceses van domesticados;                    20
mas solamente aquella
fuerza de tu beldad sería cantada,                                                                  Estrofa 5
y alguna vez con ella
también sería notada
el aspereza de que estás armada,                     25
y cómo por ti sola
y por tu gran valor y hermosura,
convertido en vïola,                                                                                        Estrofa 6
llora su desventura
el miserable amante en tu figura.                     30
Hablo d’aquel cativo
de quien tener se debe más cuidado,
que ’stá muriendo vivo,                                                                                   Estrofa 7
al remo condenado,
en la concha de Venus amarrado.                     35
[...]

Canta a una mujer, “flor de Gnido”, que no es una flor (es una metáfora), porque dice “no pienses”. Un enamorado a una enamorada.
Estrofa: lo dice el primer verso, “lira”, 7 y 11 sílabas, es una composición que requiere gran maestría. Versos desiguales: en el verso corto puede decir menos que en los largos, y por tanto, el corto debe concentrar todavía más el mensaje.

Tema: canto de un enamorado a una mujer tan fiera como bella.

Estructura:

  • Versos 1-10 (estrofas 1 y 2): proposición condicional, “si yo pudiera apaciguar… [cosas fieras]”. Se trunca en un encabalgamiento.
  • Versos 11-20 (estrofas 3 y 4): oración principal, “no pienses que cantaría… [cosas violentas por antonomasia apaciguadas].
  • Versos 21-35 (estrofas 5, 6 y 7): proposición adversativa, “mas (=sino) cantaría la fuerza de tu belleza y mi desgraciada condición de enamorado. Deja el comunicado para el final: todo lo anterior es una aproximación, in crescendo.


Recursos y comentario:

Estrofa 1) Lira = él mismo. “Si yo pudiera...” Es una sinécdoque, la lira soy yo.

Lira --- Sones
                                                            |             |
Yo -----Mi expresión

“Tanto pudiese”, o sea, que puede poco. Por tanto, “baja” es pobre, humilde, impotente.
“Lira” no representa un instrumento, sino a quien lo toca, alguien que se expresa como una lira. La anteposición de “baja” la subjetiviza y la enfatiza, está destacando su impotencia. Si dijese “lira baja” estaría diferenciando de liras altas, lo cual sería absurdo.
El hecho de que la oración sea condicional revela un deseo.
El verso de 7 sílabas, que propicia el encabalgamiento, nos obliga a fijarnos en esa frase, que es como una isla, y cobra mucha más intensidad que si siguiese la frase. Nos obliga a meditar sobre esa frase.
V. 2: “el son” = mi expresión. “Que en un momento”: otro encabalgamiento.
V. 3: “aplacase la ira”: la flor de Gnido debe ser alguien difícil. Rima que no es una mera igualdad fónica: lira/ira – contraste feroz, yo soy la lira, tú eres la ira. Antítesis.
V. 4: del animoso viento – anteposición del adjetivo. El viento suele ser furioso.
V. 5: se pone más de relieve “mar” con el hipérbaton. Pequeña enumeración con polisíndeton (y… y…). “Baja” se opone a ira/animoso/furia. Yo = bajo. Ella = furia, ira... Como si pidiera permiso o pidiese un deseo: “Si pudiera dirigirme a ti...”

Estrofa 2). V. 6: “Y en ásperas montañas”: anteposición del adjetivo, las montañas suelen ser por naturaleza “ásperas”. Los mismos motivos de la estrofa anterior.
V. 7: “con el suave canto enterneciese”. Hipérbaton y anteposición del adjetivo. No describe la realidad, sino su situación (todo el decorado es metafórico). Pretende sofocar tanta hostilidad: “fieras alimañas” (v. 8). Enfatización de lo furioso, iracundo.
V. 9: “los árboles moviese”: hipérbaton y encabalgamiento.
V. 10: de nuevo hipérbaton, son de la lira, visto en la 1ª estrofa: ¡Ay, si yo pudiera vencer tanta hostilidad! Todo esto para poner de relieve que mi lira es baja. Se siente incapaz, impotente. No es porque sea impotente, sino porque la hostilidad de la otra parte es enorme. Constantes antítesis: suave canto/fieras alimañas.

Estrofa 3) No pienses... en mi baja circunstancia. “Hermosa flor”: anteposición del adjetivo. “Si yo fuera tan poderoso, no me podría vencer lo fiero por antonomasia: Marte, que sería derrotado. Si yo pudiera, no me dedicaría a vencer a lo invencible, sino en cantarla a ella. Ella no es marte, pero es comparable. Describe lo que habría sido la batalla: polvo y sangre y sudor (enumeración).

Estrofa 4) Otra enumeración: antes eran los elementos de la Naturaleza en plena furia, y ahora los elementos humanos: “ni aquellos capitanes”. “Sublimes ruedas”: anteposición del adj.; alemanes – encabalgamiento; “fiero cuello” – antep. del adj. No se emplearía ni contra Marte ni contra los secuaces de Marte más feroces. “Mi canto no serviría para hacer eso, sino para algo todavía más hostil”.

Estrofa 5) ¿Por qué “aquella”, y no esta o esa? “Aquella” demuestra la lejanía, hiperbolizando la hostilidad. Al llamarle “flor” y decir todas esas fierezas de ella, está diciendo que está yendo contra su naturaleza.

Estrofa 6) Por tu hermosura llora tu amante (yo). 

Estrofa 7) Más sobre mi condición.

sábado, 18 de febrero de 2017

Lope de Vega (I): el furor poético

Transcripción de la sección “Clásicos por dentro” de “Donde la poesía nos lleve”, de Acrópolis Radio, emitido el 18/02/2017.

Buenas tardes, buenos días para nuestros oyentes de América, y demás participantes de este programa, José Manuel Gutiérrez, Érika Padrón y Luis Martín París. Hoy vamos a tratar en Clásicos por dentro a otro de los grandes poetas del Siglo de Oro, nada menos que a Lope de Vega, el Fénix de los Ingenios. Como pueden ver, estamos configurando un panorama general de la poesía del Barroco, para lo cual vamos a repasar algunos conceptos. 
1) El sentimiento de crisis que caracteriza al hombre barroco, en contraste con el optimismo anterior del Renacimiento, del Humanismo, antropocentrismo, ahora se manifiesta en temas como la fugacidad, la muerte, el tiempo, la vanidad, la inestabilidad… El Barroco es el desengaño.
2) La poesía diverge en el juego artificioso y en la elaboración retórica más extraordinaria, por un lado, y por otro en la emulación de géneros atemporales sencillos, para todos, los populares: romances, canciones, letrillas, etc. En todo caso, ambos convergen en el objetivo de provocar la admiración.
3) Y lo más curioso: la poesía se concibe como la reina de las artes y de las ciencias, sólo por debajo de la teología. Se entendía así porque se creía que el trasfondo de la creación poética era la capacidad innata, luego el arte de la poesía debía ser un arte casi divino. Se consideraba superior la poesía a la historia porque, además de esta “divinidad”, la poesía contaba las cosas no como son, sino como deberían ser, alcanzando un valor universal.
Podemos decir algo al respecto en nuestra época actual. ¿No les parece que, en esta época de crisis en que vivimos, de vacío existencial, de revelación como todo falso, todo consumible, tiene esta idea algo de sentido? Las cosas no como son, sino como deberían ser. Hace poco oí una conferencia de Ángel Gabilondo, profesor de filosofía de la Autónoma, donde mencionaba la frase más antipolítica que había oído nunca, que vio en algún lugar de Iberoamérica: “Queremos promesas, no hechos”.
Algo así debía ser la poesía del Barroco, un vehículo de ideas enfrentadas con la realidad decepcionante. Si no podemos confiar en políticos, ni en el mismo ser humano, al menos nos queda el Arte, lo que hay de divino en nosotros. Tuvo en el Barroco mucha vigencia la idea del furor poético, que ya existía de antaño.
Todo esto tiene relación con Lope. Con esta larga introducción, mejor dejar su biografía para otro momento. Habrá más programas de Lope. Por ahora os contaré que para la crítica no es un poeta tan importante, ya que fue mayor dramaturgo. Me parece algo injusta esa consideración porque, si bien sus comedias fueron un fenómeno de masas, y le hicieron famosísimo, fue también prolífico en poesía. La cantidad de 80 y tantas comedias que escribió es asombrosa, pero se le atribuyen más de 3000 sonetos. Se dice pronto. A ver quién de nosotros escribe ahora 3000 sonetos. Y estamos mencionando sólo esta forma estrófica, porque a saber cuántas obras tiene en otras formas.
Pero tratando el tema de por qué no se resalta tanto la obra poética de Lope, la razón es porque no innovó hasta el punto de crear una nueva corriente poética, como el conceptismo y el culteranismo, de Quevedo y de Góngora. Lope quería que se le entendiese. Aunque admiraba tanto a Quevedo como a Góngora (a éste último comenzó elogiándolo, hasta que Góngora le despreció y se convirtieron en enemigos), nunca cultivó sus estilos, no enrevesó el lenguaje hasta ese punto. Se acercó un poco a Góngora, pero a su manera. Su poesía pretendía ser elevada pero comprensible, de buen gusto, adornada con referencias mitológicas, figuras retóricas de todo tipo (paralelismos, quiasmos…) pero, repito, siempre queriendo llegar al lector, quería que se le entendiese.
De su monstruosa obra, que toca todos los géneros y modalidades poéticas (églogas, epístolas en verso, sonetos, canciones, seguidillas, villancicos, romances, etc.) vamos a ver hoy algunos sonetos. ¿De qué tratan? Dice Ignacio Arellano Ayuso:

Integra su experiencia vital en su poesía de modo particularmente intenso. Transmuta sus amores, sus gozos y sus melancolías en materia lírica, y escribe versos como otros respiran: pero hay que precisar con toda nitidez que el resultado no es biografía, sino verdadera poesía.

Es decir, el poeta que vive, y de esa manera escribe, como él mismo dice. Hace de su vida poesía. No puedo evitar leer, a este respecto, el primer soneto seleccionado para este programa, punto de encuentro entre su vida, su poesía y los valores del barroco:

Quiero escribir, y el llanto no me deja;
pruebo a llorar, y no descanso tanto;
vuelvo a tomar la pluma, y vuelve el llanto:
todo me impide el bien, todo me aqueja. 

Si el llanto dura, el alma se me queja;
si el escribir, mis ojos; y si en tanto
por muerte o por consuelo, me levanto,
de entrambos la esperanza se me aleja. 

Ve blanco al fin, papel, y a quien penetra
el centro deste pecho que me enciende
le di (si en tanto bien pudieres verte) 

que haga de mis lágrimas la letra,
pues ya que no lo siente, bien entiende:
que cuanto escribo y lloro, todo es muerte.
  


Dámaso Alonso distingue cuatro Lopes: el Lope humano, el manierista-petrarquista, el imitador de Góngora y el poeta filósofo. En cualquier caso, todos los sonetos tienen algo de filosófico, o más bien reflexivo. El soneto es puro pensamiento. Si quisiéramos destacar solamente tres formas estróficas del Siglo de Oro, de todas las que hay, las que han dado mejores frutos serían el soneto, el romance y la lira. El soneto es pura reflexión; el romance rechaza la reflexión y sirve para la acción, para relatar (es narrativo); y la lira sería algo híbrido, porque admite reflexión y acción.
Me extiendo con esto porque es muy importante adaptar la forma al contenido. Dijimos que Góngora era un maestro de la forma, porque alteró el lenguaje para decir lo mismo que decían otros, consiguiendo destacar. Lope no cambia el lenguaje, quiere que se le entienda, pero es un maestro en dominar las formas ya existentes, las diferentes estrofas. En su Arte nuevo de hacer comedias de 1609 establece una normativa para usar una estrofa concreta para cada enunciado. Dice así:

Acomode los versos con prudencia
a los sujetos de que va tratando:
las décimas son buenas para quejas;
el soneto está bien en los que aguardan;
las relaciones piden los romances,
aunque en octavas lucen por extremo;
son los tercetos para cosas graves,
y para las de amor, las redondillas;
[…]
Vv. 305-312.


Las relaciones, que dice que son para los romances, son acción, diálogo. Por eso va a ser la forma estrella para el teatro. El soneto es “para los que aguardan”, es decir, preocupaciones, pensamientos, reflexiones. No siempre, sin embargo, tienen que ser solemnes, porque una reflexión también puede ser burlesca, como el famoso soneto a Violante:


Un soneto me manda hacer Violante, 
que en mi vida me he visto en tanto aprieto; 
catorce versos dicen que es soneto:  
burla burlando van los tres delante. 

Yo pensé que no hallara consonante 
y estoy a la mitad de otro cuarteto; 
mas si me veo en el primer terceto 
no hay cosa en los cuartetos que me espante. 

Por el primer terceto voy entrando 
y parece que entré con pie derecho, 
pues fin con este verso le voy dando. 

Ya estoy en el segundo, y aún sospecho 
que voy los trece versos acabando; 
contad si son catorce, y está hecho.

No deja de ser archiconocido este poema, que todos hemos visto en la escuela. Lo que no sabemos es que pertenece a una comedia muy desconocida, La niña de plata, de 1617, y que fue imitación de otro soneto de Diego Hurtado de Mendoza: “Pedís, Reina, un soneto, yo le hago”. Vamos a ver ahora uno de mis favoritos, por su carga emocional, contenido autobiográfico y perfección estructural.


Suelta mi manso, mayoral extraño,
pues otro tienes de tu igual decoro,
deja la prenda que en el alma adoro,
perdida por tu bien y por mi daño.

Ponle su esquila de labrado estaño,
y no le engañen tus collares de oro,
toma en albricias este blanco toro,
que a las primeras hierbas cumple un año.

Si pides señas, tiene el vellocino
pardo, encrespado, y los ojuelos tiene
como durmiendo en regalado sueño.

Si piensas que no soy su dueño, Alcino,
suelta, y verásle si a mi choza viene,
que aun tienen sal las manos de su dueño.

Saltan a la vista los campos semánticos del lenguaje pastoril. Ya desde los comienzos del Renacimiento se difundió la novela pastoril provenzal, que en un entorno idealizado y bucólico describía amoríos entre gente aparentemente rústica, pastores. Es idóneo para camuflar situaciones reales. Así, Lope, durante su primer gran amor con Elena Osorio (Filis en sus poemas), se vio desolado cuando el padre de ella promovió la relación de su hija con un poderoso noble, a lo que ella accedió por conveniencia. Elena, por cierto, estaba separada de su marido y ya estaba teniendo relaciones con Lope. El poeta va a reclamar a ese pretendiente que le devuelva su chica, su manso, en lenguaje alusivo y metafórico, y con esto nos metemos en el análisis.

Un manso es una cabeza de ganado, una res, de la especie que sea, en este caso una oveja, que se deja tocar. Un mayoral es un jefe de pastores. Así, ante esta diferencia de jerarquía, los imperativos “suelta”, “deja”, no son órdenes, sino súplicas. Alude a que la situación es injusta, porque este mayoral (o pretendiente poderoso) ya tiene cortejada a otra mujer, también noble (“pues otro tienes de tu igual decoro”). Recurre al sentimiento herido por la pérdida: “la prenda que en el alma adoro, (aquí hay un hipérbaton) / perdida por tu bien y por mi daño”. El adjetivo “extraño”, de “mayoral extraño” indica que no está en el sitio que le corresponde.
“Ponle su esquila” indica, entonces, que la ponga en el lugar que le corresponde a ella, a la clase social del poeta, con ese “estaño”, en oposición a los collares de oro del mayoral. El poeta le ofrece en albricias, en intercambio, un toro blanco que tiene mucho más valor, de esa condición “noble” y adecuada para él.
Los condicionales de los tercetos, “si pides señas”, “si piensas”, se parecen a las preguntas retóricas, porque no demandan respuesta. Viene a decir “te voy a dar señas, por si acaso”.
Hay aquí otro contraste muy curioso y muy interesante. El manso tiene el vellocino (la lana) de color pardo, en oposición al toro blanco que el poeta ofrece. El blanco es un símbolo de la pureza, por tanto, el pardo se refiere a algo que no tiene pureza. Recordemos que Elena Osorio estaba separada de su marido y teniendo amores con Lope. Lo que está diciendo el poema es “toma una mujer de tu condición, noble y casta, y devuélveme mi pendón”. Por eso concluye en el último terceto con “suéltalo y verás cómo vuelve a mí, a la sal de mis manos”. A los corderos, las vacas, les encanta la sal, es su golosina. Aquí es una metáfora de gracia, de alegría, e incluso, para algunos críticos, el placer sexual.

Bueno, para aligerar la carga de este análisis vamos a escuchar otro de sus poemas famosos y sencillos, el soneto 126, que van a reconocer enseguida.


Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

“Desmayarse, atreverse, estar furioso”, enumeración de verbos, perífrasis y sintagmas en infinitivo para describir las reacciones psicológicas del amante, a base de opuestos.
Es quizá el soneto más representativo de lo que fue la vida amorosa de Lope, cuyas relaciones fueron innumerables. Tenemos constancia de 5 o 6 matrimonios y 15 hijos, entre legítimos e ilegítimos, aunque murieron casi todos. Lo que prueba esto es que se entregaba al completo, no burlaba como un don Juan, porque se casaba y engendraba hijos. Eso sí, no dejaba de enamorarse, y en cuanto terminaba o flaqueaba una relación, ya estaba metido en otra.

Las conclusiones, por tanto, del programa, en relación con nuestro leitmotiv de actualidad en los clásicos, serían las siguientes:

-Utilizar nuestras vivencias para hacer poesía. No biografía, no hace falta que se sepa que somos nosotros, sino expresar algo universal, que en eso radica la verdadera poesía. Una poesía perdura y se convierte en patrimonio cultural de todos cuando la sentimos nuestra, cuando nos vestimos con ella. Por eso a quien nos birle nuestra pareja podemos decirle “Suelta mi manso”, gracias a Lope, que nos ha puesto a nuestra disposición ese genial poema que nos sirve para entender mejor el mundo y actuar en él.

-Adaptar la forma al contenido. Hemos visto que existen muchas formas estróficas y cada una es adecuada para una función. Esto sigue vigente: por eso se escriben todavía romances y sonetos.


Y nada más. El próximo día seguiremos con Lope, pero con su obra más dramática y popular, para atender un poco más a sus canciones, romances y otras formas de arte menor.

Muchas gracias a todos y un saludo.

viernes, 17 de febrero de 2017

Mitos clásicos en Prosas profanas de Rubén Darío


Resumen

En este trabajo se recopilan las manifestaciones de la tradición clásica en la obra Prosas profanas de Rubén Darío (1896), en forma de personajes mitológicos, escogidos por el autor por su adecuación a los temas predilectos del autor, el amor carnal y la belleza. Se analizarán los motivos personales por los cuales Darío renueva la tradición clásica y establece, mediante la evasión de la realidad mundana, las pautas del Modernismo.

Palabras clave: Rubén Darío, tradición clásica, mitología, Modernismo, Prosas profanas.

Abstract

This essay will recompile the classical tradition manifestations on the writings of Ruben Dario, Prosas Profanas (1896), taking the form of mythological characters, chosen by the author for their likeness with his favorite themes, carnal love and beauty. We will analyze the personal reasons of Ruben Dario to renew the classic tradition and stabilize, with the human reality evasion, the basics of Modernism.


Keywords: Rubén Darío, classic tradition, mithology, Modernism, Prosas profanas.


Artículo completo en el siguiente enlace.


Leda con el cisne, Corregio (1532). Fuente: tetasartis.

Sobre la libertad. Diálogo entre Merlín y Zoroastro.




MERLÍN: Y bien, ¿qué es la libertad?

ZOROASTRO: Creo, Merlín, que pueden pasar miles de años, pueden escribirse miles de libros y esforzarse todos los hombres más sabios del mundo y todavía no llegaremos a saber lo que es la libertad.

M.: Sí, es difícil.

Z.: Está extendida la idea básica y necia de que significa “hacer lo que uno quiera”. Pero interviene un contexto. La libertad se entiende solamente en un ámbito de actuación concreto, es decir, libertad “para” algo: libertad de cátedra, libertad de expresión, libertad de conciencia…

Gorro de mago actual. Foto: Sergio Segado.

M.: Se trata de las capas de la cebolla. Ayer estuve con Hipatia viendo un documental sobre el genocidio armenio. Cuatro de cada cinco armenios fueron asesinados o tuvieron que exiliarse entre 1915 y 1923. La supervivencia de su pueblo dependía de lo unidos que estuviesen y, por tanto, de mantener su identidad cultural y genética como fuese. Imagínate que una chica armenia conoce a otro chico armenio, adecuado para mantener esta cultura que te digo, y ella, actuando “libremente”, de acuerdo a sus principios, se casa con él. ¿Está siendo ella libre?

Z.: De acuerdo con sus principios, sí. Aunque están impuestos desde afuera.

M.: Claro. Pero ella los ha interiorizado y toma sus decisiones como si actuase con plena libertad.

Z.: Ahora te presento otra situación hipotética. Esa misma chica, a pesar de sus principios y valores, y su compromiso con su pueblo, se cruza por la calle con un joven chico turco. Se encuentran sus ojos y ella siente ese subidón de pasión amorosa, sin saber por qué. Es guapo, es perfecto, pero es turco. ¿Qué ha de hacer ella, si quiere ser libre? ¿Dejarse llevar por el impulso o usar la razón para desechar esa atracción amorosa?

M.: La chica tiene capas de cebolla muy gruesas si decide rechazarlo. O lo mismo está sometida a un impulso demasiado irracional y no se está gobernando a ella misma, sino que la gobierna una de sus partes.

Z.: Estamos designando a la gremialización de los pueblos como una capa de cebolla, los valores interiores que tenemos todos, pero que no son nuestros, sino que nos han implantado mediante la tradición cultural.

M.: Se trata de lo mismo siempre: eres libre cuando eliges tú, el tercero, no una de tus dos partes. Si es un impulso emocional el que te arrastra, no eres tú quien decide, sino esa parte. Si es una decisión totalmente racional, ignorando tus emociones, tampoco eres tú. Tienes que hablar con ellos dos y llegar a un consenso. Entonces serás libre.

Z.: Sí, lo de siempre. Es una forma de verlo. No digo que no funcione, pero creo que hay más.

M.: Gnosce te ipsum. Conócete a ti mismo. Eres libre cuando conoces a cada una de tus partes, te has sentado a hablar con ellos y sabes quién eres.

Z.: Cuando toda la Humanidad sepa eso, se solucionarán muchos problemas. Pero creo que para entender la libertad el contexto social es ineludible.

M.: Factores externos.

Z.: ¿Cómo?

M.: A ver… Odio el fútbol, pero voy a darte un ejemplo mediante el fútbol. Va Cristiano Ronaldo, o el que sea, con el balón, dispuesto a meter gol. Sin embargo, el viento racheado, los adversarios, etc., hacen que falle. Su voluntad, que implica un acto de total libertad, era meter gol. Pero no lo ha conseguido. ¿Por qué?

Z.: Difícil me lo pones. Volvemos a tocar un punto teórico indemostrable, otro bloque de cartón piedra para nuestro edificio, a falta de algo mejor. Hemos dicho siempre que lo que está afuera está adentro. Lo de fuera es un reflejo de lo de dentro. Así que, ese jugador, en el fondo, quería fallar.

M.: Es muy elevado todo eso. ¿Qué significa?

Z.: Yo prefiero verlo como muy profundo, ya sabes. Pero es lo mismo. No lo sé, ¿qué se te ocurre?

M.: Que no se conocía lo suficiente y sus partes no estaban en equilibrio. O mejor, quizá, que los factores externos son también elementos a tener en cuenta en el equilibrio, porque influyen e interactúan con el equilibrio interno. Se adaptan.

Z.: Te voy a contar un ejemplo diferente, para que vayamos por el camino que conozco. En literatura medieval son célebres unos poemas populares que tratan de malmaridadas y de malmonjadas. Son mocitas que se casaron o se metieron a monjas en contra de su voluntad, o quizá con algún autoconvencimiento, pero el caso es que se arrepienten y lo que buscan son amores. Son muy sugerentes y cualquiera se identifica con ellas. Aquí ocurre una paradoja: la libertad implica una obediencia, pero una obediencia a un mandato superior, el de la naturaleza, que está por encima de cualquier norma social. Este mandato dice “eres joven y guapa: goza”. Lo curioso es que la libertad, en estos casos, sólo existe si también hay algo o alguien que intente privar de ella.

M.: Allá donde haya prohibiciones puede haber libertad.

Z.: Así es.

M.: Entonces, ¿la libertad sólo existe si hay oposición?

Z.: Correcto.

M.: ¿Y la libertad, entonces, no existiría en una sociedad sin prohibiciones?

Z.: No, obviamente no existiría. Me empiezas a recordar a Sócrates con tanta preguntita.

M.: Te pregunto porque no lo sé, no porque te quiera conducir a algo que ya sé de antemano. Y además, sólo sé que no sé nada.

Z.: Merlín, tú siempre estás de vuelta. Quién me manda a mí hablar con un Loco.

M. Me parece que la libertad de la que hemos hablado al principio no tiene que ver con una sociedad ni con prohibiciones. Mientras no llegues a equilibrar tus dos partes, no serás interiormente libre, y por lo tanto exteriormente habrá fuerzas opuestas a tus actos de voluntad.

Z.: Pensaré sobre ello en mi cueva. Buenas noches.


M.: En tu laberinto y hablando contigo mismo. ¡Sal de ahí!



Nota postliminar:

Este apunte es un experimento de expresión literaria tomando una temática de raigambre filosófica. La conversación es en parte real, en parte ficción, entre dos personas comunes, cuya esencia profunda remite a las concepciones literarias y populares, en constante evolución, de los arquetipos de Merlín y Zoroastro. Sin embargo, no dejan de ser personas vulgares en el mundo real.

sábado, 11 de febrero de 2017

Góngora: maestro de la forma

Transcripción de “Clásicos por dentro” del programa "Donde la poesía nos lleve", de Acrópolis Radio, emitido el 11/02/2017.
Audio en: https://soundcloud.com/eduardo-madrid-427448541/clasicos-por-dentro-gongora


Buenas tardes, queridos oyentes, y demás participantes de este programa, José Manuel Gutiérrez, Érika Padrón y Luis Martín París. Hoy vamos a tratar en esta sección, Clásicos por dentro, al inestimable rival de Quevedo, don Luis de Góngora. Trataremos muy por encima su biografía para centrarnos en su obra. Nació en Córdoba en 1561 y murió en 1627. Es conocido como poeta, pero también fue dramaturgo. Como creador del culteranismo o gongorismo, movimiento estilístico poético innovador, sufrió ya en su época severas críticas, entre ellas las del gran Lope de Vega. Al igual que Quevedo, su familia no estaba mal situada, lo que favoreció su educación: su padre era juez y su madre dama de la nobleza. Estudió en Salamanca y fue canónigo en la catedral de Córdoba. Era ya un reconocido poeta, por entonces de versos satíricos. Su fama le llevó a la corte, a Valladolid, nombrado capellán real, donde tuvo el primer choque con Quevedo (recordemos que Quevedo era una figura política importante), al que acusó de copiar (no sé si plagiar) su poesía satírica. Supongo que Góngora se sintió confiado al ser 19 años mayor que él (vería a Quevedo como un niñato), pero no sé si se arrepentiría por la subsiguiente paliza poética que recibió. Así fue que, a pesar de dar a conocer sus más resonantes obras, el Polifemo y las Soledades, y de ganarse una legión de seguidores por su inaugurada corriente estilística, original y renovadora, del culteranismo, Quevedo averiguó sus debilidades y se ensañó con él: era de origen judío, gran bebedor de vino, adicto a los naipes, por lo que perdía todo su dinero jugando, era muy jovial, hablador, amante de los lujos y también muy adicto a los espectáculos de toros, otro de los puntos que aprovechó Quevedo para llamarle, con doble sentido, “cornudo”.
Como pueden ver, nada tiene que ver esta imagen de su biografía con el famoso retrato de Velázquez, tan distinguido y solemne, con su alta frente. Era un fiestero, un jugador, una máquina de componer versos, y, por supuesto, un maestro en el arte de disfrutar con las mujeres, y nos remitimos a la prueba de esta maestría: nunca se casó.
Vayamos a su obra, su significado. Su innovación causa una ruptura que inaugura un nuevo lenguaje de virtualidad insuperable. Recordemos que tres siglos después de su muerte se conmemora su obra y estilo en la llamada Edad de Plata de la literatura española, encarnada en los poetas de la generación del 27, auténticos genios de la poesía del siglo XX.
¿Qué es el culteranismo, entonces? ¿Qué significa Góngora? Góngora es la máxima belleza en el artificio del lenguaje, para lo cual atenúa, de alguna manera, el contenido del poema para dar énfasis a la forma. Decían los formalistas rusos, concretamente Shklovski, que “la literatura es únicamente forma, y la forma abarca al contenido”. Parece que Góngora tuvo una sospecha de esta idea, tres siglos antes, al darse cuenta de que ese adorno del lenguaje, tan medido y meticuloso, adornaba el contenido en sí mismo del poema. Había descubierto una nueva forma de transmisión de ideas y emociones inaudita, novedosa, que a algunos encolerizaba y a otros entusiasmaba. En palabras de Juan Victorio, el profesor que tuvimos Martín París y yo, con quien seguimos teniendo gran amistad, “esa forma de expresarse fue un precedente para la pintura no figurativa: ver la realidad a base de colorido y construcción, más que de "mensaje". Se podría decir que la suya es una poesía cubista, gracias a la cual distinguirse, dar a su obra una "personalidad", apartarse del conjunto de poetas. Sus temas, por lo tanto, no impactan: son más o menos "manidos", basados en muchos casos en personajes alegóricos, virgilianos, "clásicos" (como en el soneto al sepulcro del Greco). Era una poesía no para el "pueblo", sino para mostrar a sus rivales una forma más elevada (y de ahí los ataques que sufrió por parte de ellos)”. El público no retendría sus poemas de esta etapa culterana, los Poemas mayores, a partir de 1613.
En cuanto a su poesía "popular", los Poemas menores, su primera etapa, un poco de lo mismo: se aprovechó de ella para lograr más audiencia, tocando los temas que corrían de "pluma en pluma", más que de "boca en boca". Solían ser décimas, romances y letrillas, que bajo estas formas populares (la letrilla es la evolución del villancico medieval), parodiaba personajes mitológicos, por ejemplo, o tópicos literarios, o simplemente seguía mejorando el virtuosismo inagotable de las formas populares.
Y al igual que Quevedo, como tendencia ajena a él y más bien como exhibición de competencias, escribiría poemas de tradición petrarquista.
Góngora buscaba ante todo ser conocido y ganarse la vida con su inagotable talento de componer versos, al modo tradicional o en su nueva lengua, en la que nadie pudo igualarle. No fue ningún ideólogo, no aportó nada nuevo o sorprendente en la forma de pensar en su época, porque lo suyo era la forma, no lo que se dice, sino cómo decirlo.
Vayamos echando un vistazo a algunos de sus poemas más famosos. Primero los de su etapa popular.


Ándeme yo caliente y ríase la gente. Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequillas y pan tierno, y las mañanas de invierno naranjada y aguardiente, y ríase la gente. Coma en dorada vajilla el príncipe mil cuidados, cómo píldoras dorados; que yo en mi pobre mesilla quiero más una morcilla que en el asador reviente, y ríase la gente. Cuando cubra las montañas de blanca nieve el enero, tenga yo lleno el brasero de bellotas y castañas, y quien las dulces patrañas del Rey que rabió me cuente, y ríase la gente. Busque muy en hora buena el mercader nuevos soles; yo conchas y caracoles entre la menuda arena, escuchando a Filomena sobre el chopo de la fuente, y ríase la gente. Pase a media noche el mar, y arda en amorosa llama Leandro por ver a su Dama; que yo más quiero pasar del golfo de mi lagar la blanca o roja corriente, y ríase la gente. Pues Amor es tan cruel, que de Píramo y su amada hace tálamo una espada, do se junten ella y él, sea mi Tisbe un pastel, y la espada sea mi diente, y ríase la gente.
Excelente recitado del maestro de la voz, y de las palabras, que es Martín París. El poema es una apología del hedonismo: retoma el tópico horaciano del Beatus ille, “dichoso aquél…”, para descenderlo a lo mundano, con palabras como morcilla, aguardiente, y tratar de todo lo que se puede comer y beber como preferibles a metas más elevadas. Introduce metáforas, como ese “golfo de mi lagar” para la roja corriente, que es su garganta tragando vino, y referencias cultas, como Filomena, para referirse al ruiseñor, Píramo y Tisbe, y Hero y Leandro. Todo ello en verso corto y rima consonante, con una musicalidad incomparable. Esto es a lo que Juan Victorio se refiere con poesía que iba “de pluma en pluma”, porque quienes la escriben son cultos, pero en formas de éxito garantizado que eran las populares. (A mí siempre me extrañó el primer verso y el estribillo, “ándeme yo caliente y ríase la gente”, porque “caliente” hoy en día significa ‘enfadado’, o ‘excitado sexualmente’, pero entiendo que en el Barroco significaba simplemente a ‘vivo’, o ‘sano’, porque la medicina de entonces asociaba el cuerpo frío con la muerte, o la cercanía de ésta. “Y ríase la gente”, hay que entender que se rían de mí, que da igual que se rían de él.)
Ahora vamos a ver uno que sí entendía todo el mundo, cien por cien popular.


La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escucha su mal:
dejadme llorar 
orillas del mar.  

Pues me distes, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer,
tan largo el pesar,
y me cautivastes
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad,
dejadme llorar 
orillas del mar. 

En llorar conviertan
mis ojos, de hoy más,
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar,
yéndose a la guerra
quien era mi paz,
dejadme llorar
orillas del mar.

No me pongáis freno
ni queráis culpar,
Que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien,
no me hagáis mal;
harto peor fuera
morir y callar,
Dejadme llorar 
Orillas del mar. 

Dulce madre mía,
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?
Dejadme llorar
orillas del mar.

Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad,
después que en mi lecho
sobra la mitad.
Dejadme llorar 
orillas del mar.

Es un romancillo, rima asonante en los pares pero con hexasílabos en lugar de octasílabos, más ligero y musical, con más ritmo. En este género es lo más bello e imperecedero que ha compuesto Góngora, y si creen ustedes que es sencillo comparado con el lenguaje culterano que tanta fama le dio, se equivocan: este romancillo es una obra maestra de arquitectura. El tema está claro, el lamento de una mujer por la ausencia de su amado, que es un clásico de siempre, y también la versatilidad de la apelación a su madre, que viene de las primeras manifestaciones literarias españolas, las cantigas de amigo gallegoportuguesas y las jarchas mozárabes. Ahora bien, cómo está de logrado. Qué bien retoma la escena, el léxico, las imágenes. Creo que el mejor recurso del poema es la sinécdoque de sus ojos, la parte por el todo, los ojos de su amado son su amado, y, por supuesto, el símbolo del mar. En un próximo programa hablaremos del símbolo en la poesía popular, que es quizá el recurso estilístico más complejo. El mar, adelantando algo, alude a la pasión amorosa, el sentimiento por el que ha pasado la chica y por el que ya pasó su madre (por eso se lo cuenta a ella). Y una cosa más: todos los libros son cortos de miras y hablan de que el prometido o amado de la chica se va a una guerra de verdad. No tiene por qué. De hecho, se dice a veces que un hombre o mujer que quiere “rollo”, lo que quiere es que le den “caña”, o “guerra”. Que su amado se haya ido a la guerra no es otra cosa que se ha ido con otra chica, que la ha dejado.
Siguiendo más o menos un orden cronológico, vamos a ir viendo sus sonetos. El soneto A Córdoba, muy temprano, de 1585, es magnífico, muy bien construido, y aún está libre de cultismos y latinismos léxicos y sintácticos del gongorismo. Todos los que hemos visto la bella ciudad de Córdoba sabemos que aun así estos versos laudatorios se quedan cortos.

¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
de honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
de arenas nobles ya que no doradas!

¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas
que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre gloriosa patria mía,
tanto por plumas cuanto por espadas!

Si entre aquellas ruinas y despojos
que enriquece Genil y Dauro baña
tu memoria no fue alimento mío,

nunca merezcan mis ausentes ojos
ver tu muro, tus torres y tu río,
tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!

No cabe duda de que ya en su juventud prometía mucho Góngora. Creo que lo más conmovedor está en la idea que se asevera en los tercetos: la memoria de Córdoba es su memoria, el sufrimiento de los siglos, esas ruinas y despojos, están en él.
El siguiente soneto también es de su etapa temprana (1582), pero obedeciendo a la imperante materia obligatoria en todo poeta que quisiera distinguirse, que era la tradición petrarquista. Siempre se compara con el más famoso de Garcilaso de la Vega, “En tanto que de rosa y azucena”. Escuchemos la voz de José Manuel Gutiérrez en la recitación de Mientras por competir con tu cabello.

Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente al lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.


Nótese la ostentación de recursos para lograr la perfección del enunciado. Se repite en la primera mitad el adverbio mientras, que nos está anunciando algo respecto al tiempo, mientrasmientras…, con esos forzosos hipérbatos, el desorden de la frase para dar énfasis a alguno de sus elementos. Si Garcilaso usaba la rosa y la azucena para aludir a la pasión amorosa y la pureza, aquí Góngora recurre al lirio y el clavel, blanco y rojo. La descripción implícita está perfectamente estudiada: cabello, frente, labios, cuello, y no baja más, porque entonces caería en lo obsceno. Y lo que viene a decir, al ver los tercetos, es “goza” “antes” de que se acabe la juventud, el momento propio para los amores. Tópico del carpe diem.
Ya terminando, otro de sus grandes poemas de esta época, La dulce boca que a gustar convida, de 1584. En este caso recurre a una visión negativa del encuentro amoroso, una advertencia del peligro. Como veremos, tanta advertencia lo que hace es atraernos más a ese peligro, a pesar de que el amor sea un veneno.


La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas distilado,
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

amantes, no toquéis, si queréis vida;
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas que a la Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno;

manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que pronto huyen del que incitan hora
y sólo del Amor queda el veneno.

Como siempre, Góngora ostenta el control de la disposición de la frase mediante el hipérbaton, “que a Júpiter ministra”, “entre perlas destilado”, “amor está”. Ese humor, la saliva, destilado entre las perlas, los dientes, en la gráfica disposición de los labios entreabiertos -porque dice un labio y otro, no labios, en plural, lo que nos hace separarlos-, es lo más irresistible que pueda haber. Es equiparable al licor que Ganímedes servía a Júpiter. Ya vemos las referencias cultas. La Aurora, otra divinidad, está confundiendo al amante con el tono rojizo o rosado que emana de la invitación al amor: “no os engañen las rosas que a la Aurora… se le cayeron del purpúreo seno”. Tántalo era el condenado a morir de hambre y de sed, no pudiendo alcanzar frutas colgando sobre él y bajando el nivel del agua a sus pies cuando intentaba beber. Es decir, la insatisfacción.

No vamos a leer las obras plenamente culteranas, el Polifemo y las Soledades, por su extensión, y por lo inválido de leer un fragmento fuera de contexto. Baste con decir que son obras maestras y marcaron un nuevo estilo. Los cultismos gongorinos, tomados del latín y del italiano, se incorporaron en creaciones posteriores; esto en cuanto al léxico, porque no fue tanto así en la sintaxis, de muy difícil lectura.
Como mención al leitmotiv de esta sección, de qué nos pueden aportar estos poetas desde el punto de vista actual, volvemos a insistir en la búsqueda de la forma: la innovación en forma de decir algo abre paso entre el ruido de la multitud que dice todo igual. La ruptura de Góngora revitalizó la poesía vigente, como cobró un auge temporal en la generación del 27. A quienes escriban, o simplemente quieran obtener un mejor resultado del lenguaje, recuerden la potencialidad que tiene poder decir algo de distinta manera.
Nada más, me despido con un fragmento de Quevedo, para que vean la burla que hacía del culteranismo, Receta para hacer Soledades en un día:

Quien quisiere ser culto en sólo un día,
la jeri (aprenderá) gonza siguiente:
fulgores, arrogar, joven, presiente,
candor, construye, métrica armonía;
poco, mucho, si no, purpuracía,
neutralidad, conculca, erige, mente,
pulsa, ostenta, libar, adolescente,
señas traslada, pira, frustra, arpía;
[...]


Muchas gracias a todos, es un placer participar en este programa, y un saludo desde Madrid.