MERLÍN: Y bien, ¿qué es la
libertad?
ZOROASTRO: Creo, Merlín, que
pueden pasar miles de años, pueden escribirse miles de libros y esforzarse
todos los hombres más sabios del mundo y todavía no llegaremos a saber lo que
es la libertad.
M.: Sí, es difícil.
Z.: Está extendida la idea básica
y necia de que significa “hacer lo que uno quiera”. Pero interviene un
contexto. La libertad se entiende solamente en un ámbito de actuación concreto,
es decir, libertad “para” algo: libertad de cátedra, libertad de expresión,
libertad de conciencia…
Gorro de mago actual. Foto: Sergio Segado. |
M.: Se trata de las capas de la
cebolla. Ayer estuve con Hipatia viendo un documental sobre el genocidio
armenio. Cuatro de cada cinco armenios fueron asesinados o tuvieron que
exiliarse entre 1915 y 1923. La supervivencia de su pueblo dependía de lo
unidos que estuviesen y, por tanto, de mantener su identidad cultural y
genética como fuese. Imagínate que una chica armenia conoce a otro chico
armenio, adecuado para mantener esta cultura que te digo, y ella, actuando
“libremente”, de acuerdo a sus principios, se casa con él. ¿Está siendo ella
libre?
Z.: De acuerdo con sus
principios, sí. Aunque están impuestos desde afuera.
M.: Claro. Pero ella los ha
interiorizado y toma sus decisiones como si actuase con plena libertad.
Z.: Ahora te presento otra
situación hipotética. Esa misma chica, a pesar de sus principios y valores, y
su compromiso con su pueblo, se cruza por la calle con un joven chico turco. Se
encuentran sus ojos y ella siente ese subidón de pasión amorosa, sin saber por
qué. Es guapo, es perfecto, pero es turco. ¿Qué ha de hacer ella, si quiere ser
libre? ¿Dejarse llevar por el impulso o usar la razón para desechar esa
atracción amorosa?
M.: La chica tiene capas de
cebolla muy gruesas si decide rechazarlo. O lo mismo está sometida a un impulso
demasiado irracional y no se está gobernando a ella misma, sino que la gobierna
una de sus partes.
Z.: Estamos designando a la
gremialización de los pueblos como una capa de cebolla, los valores interiores
que tenemos todos, pero que no son nuestros, sino que nos han implantado
mediante la tradición cultural.
M.: Se trata de lo mismo siempre:
eres libre cuando eliges tú, el tercero, no una de tus dos partes. Si es un
impulso emocional el que te arrastra, no eres tú quien decide, sino esa parte.
Si es una decisión totalmente racional, ignorando tus emociones, tampoco eres
tú. Tienes que hablar con ellos dos y llegar a un consenso. Entonces serás
libre.
Z.: Sí, lo de siempre. Es una
forma de verlo. No digo que no funcione, pero creo que hay más.
M.: Gnosce te ipsum. Conócete a ti mismo. Eres libre cuando conoces a
cada una de tus partes, te has sentado a hablar con ellos y sabes quién eres.
Z.: Cuando toda la Humanidad sepa
eso, se solucionarán muchos problemas. Pero creo que para entender la libertad
el contexto social es ineludible.
M.: Factores externos.
Z.: ¿Cómo?
M.: A ver… Odio el fútbol, pero
voy a darte un ejemplo mediante el fútbol. Va Cristiano Ronaldo, o el que sea,
con el balón, dispuesto a meter gol. Sin embargo, el viento racheado, los
adversarios, etc., hacen que falle. Su voluntad, que implica un acto de total
libertad, era meter gol. Pero no lo ha conseguido. ¿Por qué?
Z.: Difícil me lo pones. Volvemos
a tocar un punto teórico indemostrable, otro bloque de cartón piedra para
nuestro edificio, a falta de algo mejor. Hemos dicho siempre que lo que está
afuera está adentro. Lo de fuera es un reflejo de lo de dentro. Así que, ese
jugador, en el fondo, quería fallar.
M.: Es muy elevado todo eso. ¿Qué significa?
Z.: Yo prefiero verlo como muy
profundo, ya sabes. Pero es lo mismo. No lo sé, ¿qué se te ocurre?
M.: Que no se conocía lo
suficiente y sus partes no estaban en equilibrio. O mejor, quizá, que los
factores externos son también elementos a tener en cuenta en el equilibrio, porque
influyen e interactúan con el equilibrio interno. Se adaptan.
Z.: Te voy a contar un ejemplo
diferente, para que vayamos por el camino que conozco. En literatura medieval
son célebres unos poemas populares que tratan de malmaridadas y de malmonjadas.
Son mocitas que se casaron o se metieron a monjas en contra de su voluntad, o
quizá con algún autoconvencimiento, pero el caso es que se arrepienten y lo que
buscan son amores. Son muy sugerentes y cualquiera se identifica con ellas.
Aquí ocurre una paradoja: la libertad implica una obediencia, pero una obediencia a un mandato superior, el de la
naturaleza, que está por encima de cualquier norma social. Este mandato dice
“eres joven y guapa: goza”. Lo curioso es que la libertad, en estos casos, sólo
existe si también hay algo o alguien que intente privar de ella.
M.: Allá donde haya prohibiciones
puede haber libertad.
Z.: Así es.
M.: Entonces, ¿la libertad sólo
existe si hay oposición?
Z.: Correcto.
M.: ¿Y la libertad, entonces, no
existiría en una sociedad sin prohibiciones?
Z.: No, obviamente no existiría.
Me empiezas a recordar a Sócrates con tanta preguntita.
M.: Te pregunto porque no lo sé,
no porque te quiera conducir a algo que ya sé de antemano. Y además, sólo sé
que no sé nada.
Z.: Merlín, tú siempre estás de
vuelta. Quién me manda a mí hablar con un Loco.
M. Me parece que la libertad de
la que hemos hablado al principio no tiene que ver con una sociedad ni con
prohibiciones. Mientras no llegues a equilibrar tus dos partes, no serás
interiormente libre, y por lo tanto exteriormente habrá fuerzas opuestas a tus
actos de voluntad.
Z.: Pensaré sobre ello en mi
cueva. Buenas noches.
M.: En tu laberinto y hablando
contigo mismo. ¡Sal de ahí!
Este apunte es un experimento de expresión literaria tomando una temática de raigambre filosófica. La conversación es en parte real, en parte ficción, entre dos personas comunes, cuya esencia profunda remite a las concepciones literarias y populares, en constante evolución, de los arquetipos de Merlín y Zoroastro. Sin embargo, no dejan de ser personas vulgares en el mundo real.
Vulgar serás tu, que tampoco :P
ResponderEliminarAcepta tu especialidad, aunque sea con humildad.