domingo, 8 de octubre de 2017

Breve historia del individualismo




El siguiente artículo viene a ser un resumen comentado de un fragmento del libro Qué hacer con España, del economista y matemático César Molinas (2013). El tema que se va a tratar es el individualismo, en su progresivo incremento y evolución diacrónica en Occidente, que, si creíamos que era un invento del Romanticismo, aquí veremos que venía de mucho antes, y en cada fase desembocaba en notables consecuencias.

El primer paso aconteció en la Alta Edad Media. Como herencia directa de gens romana tradicional, la sociedad europea, dominada por tribus germánicas, era una sociedad agnática o patrilineal compuesta por familias extendidas o clanes. Lo importante de esto es que la familia detentaba la propiedad, que se transmitía antes de hermano a hermano que de padre a hijo, así la totalidad del patrimonio no se dividía y permanecía íntegra, o se ampliaba, generación tras generación. Otra gran ventaja de este sistema es su eficacia defensiva: una familia poco numerosa es muy vulnerable; sin embargo, en el siglo VIII, con las invasiones vikingas, musulmana y húngara, la familia extendida había cedido ya mucho terreno a favor de la familia nuclear, y ya no servía como estructura social básica de defensa. La estructura defensiva era, por entonces, el feudalismo.

Este cambio, según Molinas, que sigue los trabajos de los estadounidenses Daron Acemoglu y James A. Robinson, fue provocado por la Iglesia. Ya en el siglo VI se documenta su oposición a cuatro prácticas fundamentales para la supervivencia de los clanes: 

1) matrimonios entre personas con alto grado de consanguineidad; 
2) el levirato o matrimonio de la viuda con familiares del difunto; 
3) la adopción de niños; 
4) el concubinato (en España, la llamada “barraganía”) y el divorcio. 

Las consecuencias económicas parecen responder a un cálculo estratégico en las finanzas de la Iglesia Católica. En efecto, la consolidación del matrimonio monógamo e indisoluble, las prohibiciones del levirato y de la adopción, generaron en muy poco tiempo una gran cantidad de viudas sin descendencia. La tentación y la presión para testamentar a favor de la Iglesia debieron ser muy grandes. Cita Fukuyama (The origins of political order, 2011) que a finales del siglo VII un tercio de la superficie cultivable de Francia estaba en manos de la Iglesia.

La mayor consecuencia social es que con ello se dio un paso decisivo hacia el individualismo: las decisiones sobre asuntos relativos a la propiedad y al matrimonio se tomaban ya en la esfera individual o de la familia nuclear. Esto precedió e hizo posible el desarrollo político posterior. El feudalismo europeo, por ejemplo, habría sido imposible en una sociedad de clanes, porque las cadenas de lealtades implícitas son demasiado fuertes en uno y otro caso. En el feudalismo europeo las lealtades son entre individuos, no entre colectivos.

El segundo paso tiene lugar en la Baja Edad Media. Está escrito en el Evangelio: “al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios”. A pesar de su claridad y rotundidad, el mensaje fue ignorado durante más de mil años, hasta el siglo XII. Todavía se creía que la perfección del Reino de Dios debía encarnarse en un imperio con un emperador de autoridad divina en su vértice. Pero después del llamado “paseo de Canossa”, en el año 1077, con el dilema político-moral del Papa Gregorio VII y el emperador Enrique IV, y después de múltiples disputas, conspiraciones, excomuniones, etc., se rubrica en el Concordato de Worms (1122) que todos los individuos, desde el emperador y el Papa, hasta el más humilde de los siervos, tienen una doble lealtad: a un poder terrenal, por una parte, y a un poder espiritual, por otra. Estos poderes pueden o no estar en sintonía. Si no lo están, los individuos se ven abocados a decidir en conciencia.

Resulta irónico cómo el concepto mismo de sociedad secular (reino terrenal) se deba a un papa, Gregorio VII, que buscaba mayor autonomía de la Iglesia.

El tercer paso es decisivo para el pensamiento independiente. Se trata de Martín Lutero, que para Hegel y para el sociólogo alemán Max Weber encarna el momento estelar de la Humanidad. Hay una discrepancia teológica esencial: Lutero critica a la Iglesia el papel de intermediario exclusivo que ésta se atribuye en la comunicación con Dios. Su propuesta es que todos los fieles sean sacerdotes sin necesidad de ordenación eclesiástica, porque todos pueden acceder directamente al mensaje divino mediante la lectura de la Biblia. El Papa no tiene ninguna autoridad especial sobre el conjunto de la Cristiandad. 

Para que Dios le hable a uno, según Lutero, hay que leer la Biblia y decidir en conciencia cuál es el mensaje. Para ello hay que 1) saber leer, 2) saber pensar con independencia de criterio, y 3) poder decidir en conciencia. Estos son los tres elementos que marcan el nacimiento del pensamiento independiente, y al mismo tiempo, como efecto secundario, de los idealismos.

Las tasas de alfabetización en los países protestantes crecieron rápidamente. A finales del XVIII en Suecia casi el cien por cien de la población sabía leer, y por ende pensar y decidir. Y aunque fuera entonces un país económicamente pobre, tenía un enorme capital humano: “no hay más riqueza de las naciones que la riqueza de las nociones”, jugando con el título de la obra de Adam Smith. Hoy Suecia es uno de los países con mayor bienestar social del mundo. 

El cuarto paso fue el movimiento ilustrado de los siglos XVII y XVIII, que siguiendo al historiador Jonathan Israel, podía dividirse en dos categorías: movimiento radical y movimiento moderado. El movimiento radical era revolucionario y el moderado era tan sólo reformista. Los radicales partían de la percepción monista de Spinoza según la cual existe una única substancia que incluye todo lo espiritual (alma y mente) y todo lo material (cuerpo y naturaleza). Los moderados partían de la concepción dualista. El monismo lleva a considerar que cuerpo y mente, Dios y naturaleza, son lo mismo y por tanto no puede haber un orden divino distinto al que propugna la razón. A los radicales, por tanto, no les hacía ninguna falta hablar con Dios (porque disponían de razón) y eso no les hace necesariamente ateos, aunque muchos lo fueran.

Puede defenderse que la Historia, como proceso espiritual que lleva a Occidente a una sociedad igualitaria y no basada en ningún orden divino, termina con un parcial triunfo del programa ilustrado radical. En efecto, quedan asignaturas pendientes: que todo el sistema educativo no sea utilizado para el adoctrinamiento religioso ni de ningún tipo, y, sobre todo, cómo integrar la fraternité (obligación moral) en el paradigma de la libertad negativa, enmarcado por la liberté y la egalité (derechos de un Estado liberal). El concepto de “libertad negativa” fue acuñado por Isaiah Berlin y viene a significar que “nadie puede entrar en mi conciencia, ni en mi dormitorio, ni en mi bolsillo sin mi permiso”.

Esto dio lugar al quinto y último paso. No hay ni puede haber una ley que obligue a un individuo concreto a ser fraternal, porque nadie puede entrar en su conciencia. Esto llevó a Nietzsche a declarar que “Dios ha muerto”: la fraternidad y otras virtudes morales, vertebradoras de lo público, han pasado a lo privado. Occidente no es capaz de generar valores más allá de la ley, valores que orienten al individuo sobre cómo debe ser. Así se llega al relativismo más corrosivo: ¿qué está bien y qué está mal? ¿Qué es real y qué no lo es? “No hay hechos, sólo interpretaciones”, apostilló Nietzsche, lo cual cabe únicamente en el idealismo y no pocos lo conciben como una falacia.

El efecto positivo de esta autocrítica es que el distanciamiento de la realidad ha posibilitado un mayor conocimiento de la misma, y de ahí, una mayor aceptación. La civilización no puede estancarse, por muy estable que fuera la sociedad arcaica. El hecho de que los valores morales que sobrepasen el marco público pertenezcan a la esfera privada conlleva la verdadera fortaleza de Occidente y, al mismo tiempo, su terrible estigma.


Hoy en día, o quizá desde siempre, se enfrentan dos fuerzas en difícil equilibrio (esto no es de Molinas, ya es cosecha mía): 

1) el individualismo extremo, donde nadie puede meter mano en el "bolsillo" de la conciencia de cada uno, donde todo se diversifica y se cae en idealismos absurdos simplemente porque están de moda o porque uno es libre de "creer" lo que quiera, y apoyarlo con todas sus consecuencias. Se puede decir que la manipulación es horizontal o desde abajo, por medio de medios de comunicación, financiaciones de manos privadas, etc. No suelen estar en el poder, porque sus ideas son imposibles de llevar a la práctica. Es la mentalidad progresista, de izquierdas o pseudoizquierdas (versión más agresiva de antitaurinos, antisistema, homosexuales, veganos, independentistas, partidarios de utopías, etc.; importante señalar que no me refiero a expresiones moderadas ni discretas); 

2) el colectivismo extremo donde se sofoca toda expresión individual, donde se manipula desde arriba o verticalmente, para dictar unívocamente un sistema de pensamiento cerrado y común para todos, con el fin de mantener el orden. La forma de gobierno es tecnocrática y profundamente realista, pragmática. Los que apoyan esta facción suelen decir que "sobran personas inteligentes", porque creen que hay un beneficio mayor, común, cuando son pocas las personas altamente cualificadas y en las que se deja la responsabilidad. Lo contrario causa conflicto, idealismos y discusiones improductivas (shitstorms). Esta parte puede trabajar en contra de la ciencia y la tecnología para estancar el progreso y controlar movimientos sociales. Es la mentalidad de derechas, de instituciones como la Iglesia, el Opus, de lo más acérrimo y rancio del conservadurismo, a veces impregnado de falso progresismo o adaptación a la realidad, para no perder discípulos.

De la síntesis y acuerdo pacífico entre ambas partes depende nuestro futuro, si queremos evitar una catástrofe y así garantizar que siga avanzando la Historia.


Especial agradecimiento a Rafael Panadero, descubridor y transductor del libro que se trata.

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