jueves, 1 de agosto de 2019

Experiencia en la Faja de las Flores: el camino perdido

El siguiente texto tiene como objetivo difundir el desarrollo de una excursión a la Faja de las Flores, en el Parque Nacional de Ordesa, para prevenir a los demás montañeros de un riesgo existente al realizar la ruta en el modo que se expondrá a continuación. Ruego algo de paciencia a quien solamente busque instrucciones de la ruta, ya que, para que la experiencia sea mejor comprendida y para entretener a mis lectores no alpinistas, hablaré con bastante detalle. 

Hacía muchos años que no realizaba la mencionada ruta, la cual la guardaba en mis recuerdos como una de las más espectaculares por sus vistas y por su imponente altura al borde de su constante precipicio. Para quien ignore lo que es una faja: una franja de terreno transitable, a modo de prolongada "terraza", en una pared vertical de una montaña o un valle. Dichas formas abundan en Ordesa, como estrechas laderas adosadas a sus muros: las más conocidas son la Faja de Pelay, muy sencilla y poco expuesta, a un lado del valle, y la Faja de las Flores, bastante más elevada y estrecha, al otro lado del valle, entre los circos de Carriata y Cotatuero. 
Como decía Víctor Hugo en su Viaje a los Pirineos, estas formas recuerdan "Gigantes pétreos surgidos del mar, se asoman al vacío asombrados ante este espectáculo, un escenario creado por la naturaleza, durante millones de años". (Gracias a Rafa Esparza por la cita.)

La ruta se suele hacer de manera circular, ya sea empezando en Cotatuero y terminando en Carriata, o ya al revés. La mayoría de la gente la suele hacer en el primer sentido: se llega a la Virgen de Ordesa y se coge el camino de la izquierda, para subir al puente de Cotatuero; de ahí se sigue subiendo hasta las famosas clavijas, para luego buscar el camino de subida a la Faja, recorrerla y bajar todo el circo de Carriata hasta la Casa Oliván. Sin embargo, en mi infancia, con mi familia, la hacíamos al revés: subíamos desde la Casa Oliván como si fuésemos al Tozal del Mallo, pero subiendo más para coger la Faja. Esta opción dejaba la sorpresa de que, en un punto de la faja, se abría ante nuestros ojos la formidable vista del Marboré y los Astazu, primero, y luego todo el conjunto del Taillón, la Brecha de Roland, el Casco y los demás citados tresmiles. En mi juventud, guiados por mi padre, en ese momento nos dábamos la vuelta y volvíamos por el mismo camino, seguramente para no enfrentarnos a las clavijas de Cotatuero, que en aquellos años (80 y 90) no estaban tan arregladas como ahora.

Así, fiándome de mis recuerdos, y tras consultar libros de montaña y mapas, me dispuse a realizar la ruta de la manera que sabía, pero provistos, mi compañera y yo, de equipo de vía ferrata, arnés, casco y disipadores, que ya habíamos probado con éxito en la vía ferrata de Sorrosal. Ésa era mi mayor preocupación, a la vez que estimulante reclamo, porque tenía muchas ganas de hacerla desde hacía tiempo.

No había ningún texto, ni en libros ni en lo que buscamos en Internet, que advirtiera claramente de dificultades o peligros serios. Véase, por ejemplo, éste descargado de la página del Instituto Geográfico Nacional: 

Siguiendo las indicaciones apuntadas en el sendero de Carriata (SA 18), partimos del Centro de Interpretación de Casa Oliván, ascendemos a través del bosque hasta la parte alta del barranco y lo cruzamos. Continuamos hasta la Faixeta, paso que permite evitar las clavijas de Carriata, más expuestas, y acceder por un paso de gradas al circo de Salarons. Continuamos el sendero hasta llegar a la entrada del pequeño valle de Aguas Tuertas/Auguas Tuartas, donde tomamos a mano derecha el camino que enseguida nos lleva hasta la Faja de las Flores. La recorremos y salimos al circo de Mondarruego, enlazando allí con el sendero de Cotatuero (SA 17), que nos da la opción de bajar al valle a través del circo de Cotatuero y su peligroso paso de clavijas. Si queremos evitarlo, podemos seguir alguno de los senderos que llevan hasta el refugio de Góriz, pernoctar y bajar desde allí al valle para regresar al punto de partida por el sendero de Soaso (SIA 4).

En el mapa, el recorrido se corresponde con la línea amarilla (en este caso, en sentido horario). Según las guías, se tarda unas 7 horas, lo cual es un esfuerzo asequible:

Fig. 1. Detalle del mapa del IGN, 1:25000, con la línea amarilla del itinerario pretendido.

Una vez vista la teoría, pasamos a la práctica. Sintetizaré lo que pueda para dar los datos más necesarios.

Lo primero es madrugar. Cogimos el primer autobús a Ordesa desde Torla, el de las 6:00, que sorprendentemente se llenó. Por eso hicimos bien en estar diez o quince minutos antes. Una vez en la pradera de Ordesa, vimos que mucha gente había tenido la misma idea que nosotros: desayunar allí, con nuestros termos de café. 
Partimos hacia la Casa Oliván sobre las 6:45. La altitud es de 1300 m, según mi altímetro analógico. En menos de una hora estábamos en la cabaña refugio de troncos de madera, a 1600 m de altitud, desde donde se ve el Tozal de lado, con forma de pico. En poco tiempo más estamos en el acostumbrado lugar de parada, el torrente de agua que baja del circo y se remansa un poco en el camino. Sin embargo, en pleno verano, no había casi nada de agua, sino tan sólo un reguerillo entre las piedras, lo cual era desolador. Al menos, según creíamos, llevábamos bastante agua: unos cuatro litros entre los dos.
Tras seguir ascendiendo y cruzar el milagroso bosquecillo de álamos colgado de la ladera, siempre se presentaba la misma duda: clavijas o fajeta. Como dice el texto del IGN, la fajeta evita las clavijas, aunque da más vuelta y no libra de pasar por "un paso de gradas", que entretiene mucho, porque hay que trepar un buen rato. Fui por la fajeta, que me resultaba más conocido. La enorme y rayada pared que se contempla a la derecha la llamo, para mí mismo, "el órgano", porque me recuerda a un órgano de miles de tubos.

Fig. 2. La Fajeta

Una vez arriba, se distingue fácilmente el camino hacia el Tozal, por la izquierda, y, un poco más alto, más tenue y señalado con hitos o mojones de piedras, otro sendero que asciende hacia un circo más elevado, donde se yergue a la izquierda la Punta Escuzana y a la derecha el comienzo de la faja.
En este momento, los hitos resultan muy útiles (más adelante se verá que no), porque encontramos, tras subir una pequeña altura, el inicio de la faja. Estamos a unos 2350 m (el altímetro, por alguna razón, marca 2200 m) y es cerca de mediodía. La visión que tenemos es la siguiente:

Fig. 3. Faja de las Flores

A partir de aquí, no hay apenas dificultades en lo que se refiere al tramo bien definido de la faja. A veces hay algún desmorone de piedras acumuladas, o algún obstáculo salvable. El más famoso, al principio, es la enorme piedra tumbada que se pasa por debajo:

Fig. 4. La piedra tumbada de la Faja de las Flores.

Mirando hacia atrás, tendremos esta espectacular vista del Tozal del Mallo (por debajo de nosotros, ya que estaremos a más de 2300 m), la Punta Escuzana y el Pico Otal al fondo:

Fig. 5. Vista del Tozal del Mallo, Mondarruego y Pico Otal al fondo.


Al otro lado del valle, justo enfrente, mirando hacia el sur, se levanta el inmejorable mirador de Ordesa que es la Punta Acuta (2242 m), donde estuvimos unos días antes (la loma de color verde más claro). Mientras tanto, íbamos pensando que las clavijas de Cotatuero no debían ser muy difíciles, porque la gente con la que nos íbamos cruzando era muy normal, e incluso vimos un grupo con niños.

Fig. 6. Vista de la Punta Acuta desde la Faja de las Flores.


Por fin se divisan las Tres Sorores, a medida que la faja se va volviendo más difusa, pero todavía de sobra transitable. También se contempla el circo de Cotatuero, por el que discurre el río que más abajo será la imponente cascada. Esa hondonada verde parece sencilla y agradable, y me imaginaba que era adonde iríamos a parar, para luego seguir bajando y encontrarnos con las clavijas. Pero en breve verán que no llegué a ese lugar.

Fig. 7. De izquierda a derecha: Torre del Marboré, Pico del Marboré, Cilindro de Marboré, Monte Perdido y Soum de Ramond


A continuación se abre un nuevo paisaje, cuando ya termina la faja como tal. Es espectacular, una vez más, porque se yergue el Taillón, la magnífica Brecha y el Casco, pero la faja se diluye del todo y sólo hay un enorme barranco en forma de arco, de piedra gris, aunque con ladera verde abajo. Entiendo, erróneamente, que no se baja por ahí, sino que hay que cruzar eso gris, o vadearlo por la izquierda en un círculo más amplio, y bajar al circo de Cotatuero mucho más adelante.

Fig. 8. Taillón, Brecha, Casco y Torre del Marboré.


Aquí fue cuando empezó a ir todo mal. Ya me enteré después que había que bajar como fuera en ese momento a las laderas verdes de más abajo, por las que cruzaban tenues caminos. A veces, estos caminos son tan estrechos e intermitentes que parecen hechos por marmotas, y, en muchos casos, lo son.

Sin querer perder altura, porque no veía manera de bajar, el camino desapareció y no vi ninguna señal fiable:

Fig. 9. Comienzo de los Llanos de la Eslomadera.

Y entonces era cuando nos habíamos adentrado en ese paisaje lunar, inhóspito, incómodo, agotador, lleno de grietas y agujeros por donde se colaban los pies y nuestros palos de andar, y cuya roca estaba llena de aristas cortantes. Estábamos en los Llanos de Millaris*. Una enorme extensión laberíntica, por sus grietas que obligaban a dar rodeos de un sitio a otro, con engañosos hitos que no llevaban a ninguna parte. Por supuesto, no hay ni una gota de agua.
* - Fe de erratas: los Llanos de Millaris están más arriba, si se observa el mapa de la Fig. 1. Esta zona carece de nombre en los mapas, pero, según otros blogs como El Pirineo de José, se trata de los Planos de la Eslomadera.

Fig. 10. Llanos de la Eslomadera.


Del modo más tonto e imprevisible, mi novia tropezó y se raspó una pierna con una de esas aristas, haciéndose una herida superficial, pero fea. La lavamos y la vendamos y continuamos el camino, aunque nuestro ánimo estaba decayendo y nuestra preocupación aumentando, porque nos estaban dando las tres de la tarde, sin haber comido, y sin señales del camino. Por fin, llegamos a la hierba y dejamos atrás la superficie lunar, que contemplamos a nuestras espaldas:

Fig. 11. Llanos de la Eslomadera, dejados atrás.

Seguimos andando, cogiendo más altura, lo cual me sigue preocupando, porque tenemos que bajar. Veo el circo de Cotatuero demasiado abajo. Saco el mapa y me ubico: estamos en la Faja Alta de Cotatuero, al borde de otro precipicio semicircular, por donde no hay bajada. La única opción, según dice la guía del IGN, es ir al refugio de Góriz y dormir allí. Pero yo entonces no contemplaba esa posibilidad, sino volver a casa, a Torla, como fuera. Esto es lo que veía en ese momento:

Fig. 12. Vista desde la Faja Alta de Cotatuero. No es posible descender desde ahí.

Decidimos volver, con la esperanza de ver un camino fácil de bajada que hubiésemos pasado por alto, o bien volver por el mismo camino, deshaciendo la faja entera, confiando en nuestras reservas de comida, agua y horas de luz. Creo que vi un camino que bajaba, señalado, además, con un hito; pero sin saber a ciencia cierta si llegaba del todo a Cotatuero y a las clavijas, decidimos no arriesgar más y estuve de acuerdo con mi novia en volver por el mismo camino, ir otra vez a Carriata, a pesar de que íbamos a caminar otras siete horas. Mirando el camino de vuelta, vi lo que habíamos hecho mal (la línea roja) y lo que posiblemente habría sido el camino correcto (la línea amarilla):

Fig. 13. Probable camino correcto (amarillo) y el incorrecto seguido por nosotros (rojo).



Vadeamos los Llanos de Millaris (o de la Eslomadera, como he corregido antes), aunque fuese andar más, y comimos sentados a la sombra de una roca. Sin demorarnos, fuimos buscando el inicio de la faja desde ahí, que aun así nos costó. 
Una vez en la faja, me entristeció mucho no poder disfrutar nuevamente de las vistas, tal y como estábamos. Mi novia tenía la pierna vendada, con sangre reseca (luego nos costaría mucho arrancarla de la piel), no teníamos ya apenas agua y se notaba mucho el cansancio. Además, tronó y se fue nublando: se avecinaba tormenta. ¡Como lloviese ya sí que estábamos en un buen lío! Afortunadamente, a pesar de que la tierra necesitase agua, no llovió.
Fue curioso que apenas vimos rebecos a la subida, y esas horas de la tarde, sí vimos muchos a la bajada, que nos miraban curiosos. Había tiernas crías de marmota, que también nos miraban suspicaces antes de esconderse.
Por fin llegamos al escaso reguero de agua donde paramos hacía muchas horas, donde nos abastecimos recogiendo cacitos y rellenando las botellas. Bendita fuera aquella agua, aunque tuviera algunas briznas de limo, porque pudimos saciarnos. Un rebeco allí cerca nos miraba: quizá hubiese metido ahí el hocico minutos antes.
A base de tragos de agua y trozos de chocolate, que todavía teníamos, bajamos todo lo deprisa que podíamos, porque creía recordar que el último autobús de bajada era a las 21 h. Luego descubrí que era a las 22 h. No obstante, el trote por el bosque fue productivo y llegamos a coger el autobús de las 20:30.
Habíamos andado catorce horas en total, sin contar lo que estuvimos en activo desde las 5 a. m., cuando nos levantamos. Los últimos tramos estábamos mareados los dos. Yo me sentía como borracho. Hacía mucho tiempo que no tenía esa sensación, que es cansancio, pero de forma engañosa. Los músculos parece que siguen respondiendo bien, pero los ojos y el equilibrio no. A pesar de descansar los días siguientes, esa sensación de mareo se me ha mantenido más de una semana.

En conclusión, mejor hacer la Faja desde Cotatuero, porque debe ser más fácil hallar el camino de subida mirando desde abajo, o seguir a la gente, que suele ir en ese sentido. No le recomiendo a nadie pisar los Llanos de Millaris. Espero que este relato le pueda servir de ayuda a algunos montañeros para que no les pase lo que a mí.

Madrid, 1 de agosto de 2019

Fig. 14. Edelweiss, Faja de las Flores.

4 comentarios:

  1. Hola Eduardo.
    Interesante experiencia. Muchas veces se aprende más en estos días aciagos que en los que sale todo bien. Únicamente comentarte que desde Ordesa no son visibles los Astazus, posiblemente visteis los Picos de la Cascada.
    Un saludo

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  2. Hola Eduardo.
    Interesante experiencia. Muchas veces se aprende más en estos días aciagos que en los que sale todo bien. Únicamente comentarte que desde Ordesa no son visibles los Astazus, posiblemente visteis los Picos de la Cascada.
    Un saludo

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    Respuestas
    1. Efectivamente, cuando pueda hago las correcciones. Según el mapa que tenía, me parecieron los Astazus, pero cuánta es mi ignorancia porque se trata del Cilindro y el Perdido. También parece que la vasta llanura de piedra no son los Llanos de Millaris, que están más arriba, sino los Llanos de la Eslomadera.
      Aquí dejo un blog mucho mejor y más detallado: https://elpirineodejose.blogspot.com/2016/09/faja-de-las-flores-ordesa.html
      Saludos.

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  3. No es ignorancia, la montaña es así. No puedes bajar nunca la guardia.
    Un saludo

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