sábado, 4 de marzo de 2017

San Juan de la Cruz y su Noche oscura: ¿amor divino o amor humano?

Transcripción de la sección “Clásicos por dentro” de “Donde la poesía nos lleve”, de Acrópolis Radio, emitido el 4/3/2017.


Buenas tardes, ya estamos aquí otra vez en "Clásicos por dentro", donde trataremos de hablar de poesía de tipo clásico interpretándola o comentándola desde un punto de vista actual. Hoy vamos a tratar un solo poema, un poema que ha acarreado ríos de tinta en cuanto a su interpretación. Es la célebre Noche oscura del alma de San Juan de la Cruz.
Sin pretender extendernos mucho, el contexto literario es el de la poesía del Renacimiento posterior al auge del petrarquismo en España, de Juan Boscán y Garcilaso de la Vega. En la segunda mitad del siglo XVI continúa la estética petrarquista (lírica amorosa al estilo italiano) pero convive con una poesía religiosa innovadora, la ascética de Fray Luis de León y la mística de San Juan de la Cruz.
“Mística” viene del griego MYEIN,  que viene a significar ‘cerrado, misterioso’. Hace referencia a fenómenos sobrenaturales que algunos creyentes experimentan o creen experimentar al entrar en contacto con Dios. El máximo representante de esta corriente es San Juan de la Cruz.
“Ascética” viene del griego ÁSKESIS, que viene a ser un ‘esfuerzo para alcanzar la perfección’, a través de ciertos métodos, como el retiro espiritual o la austeridad. El máximo representante de la ascética es Fray Luis de León, poeta de la escuela salmantina.
Y ahora, sin más, vamos a escuchar la preciosa recitación de nuestra querida poeta Érika Padrón:

Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual.
En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras, y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!
a oscuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada:
oh noche que juntaste
Amado con Amada.
Amada en el Amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme, y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

Es uno de los más bellos poemas amorosos que jamás se hayan escrito. Y ahora espero que no se aburran, porque vamos a analizarlo, porque lo que tiene este programa de actual tiene relación con el análisis. No vamos a fiarnos de nada que digan los libros, ni instituciones religiosas, ni nadie. Vamos sacar información del propio texto, ver lo que dice. ¿Cómo se analiza un texto? Son cuatro pasos: tema, estructura, recursos y comentario. El tema es el título que le pondríamos, de lo que trata. Y el título real, no el que nos convenga. El tema puede ser, con pocas variaciones, “encuentro amoroso en secreto”.
La estructura es cómo dividirlo, de qué partes consta.

1ª parte) sería las estrofas I-IV: son los antecedentes, están llenas de descripciones;
2ª parte) estrofa V: se eleva el tono, es el punto culminante;
3ª parte) estrofas VI; VII y VIII): se desciende el tono, también con descripciones y narraciones.

Es decir: 1) una salida; 2) una experiencia; 3) después de esa experiencia.

Las estrofas, por cierto, son liras, forma venida de Italia que combina heptasílabos y endecasílabos. Los versos cortos concentran el mensaje, mientras que los largos sirven para explayarse. La lira requiere gran maestría del poeta. Es muy difícil, pero también es muy versátil, porque admite narración (es decir, acción, contar algo) y reflexión. O descripción también.
Bien, entramos en el análisis. ¿Quién habla? Habla una mujer, no el alma ni San Juan de la Cruz. Esta mujer parece que está transgrediendo alguna norma, al escaparse de su casa para encontrarse con su amado. Vamos a recordar la primera estrofa.

En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

Toda la estrofa es un hipérbaton: está la frase desordenada. Lo primero es el momento, pone énfasis en que era de noche, una noche oscura. Además, matiza que se sentía con ansias de amores. Vemos la primera antítesis: oscuridad/llamas, porque inflamada contiene esa base luminosa y ardiente. También hay un oxímoron en la rima, porque la rima, cuando la usan los buenos poetas, no es solamente igualdad fónica, sino una relación semántica: oscura/ventura. “Oscura” es negativo y “ventura” es positiva, luego la noche va a ser algo positivo, que va a permitir esa “dichosa ventura”. Salió con alevosía, “sin ser notada”, cuando todos dormían en la casa. Siguiente estrofa.

A oscuras, y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!
a oscuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

“A oscuras y segura” insiste en la nocturnidad y alevosía, que en el siguiente verso remarca con lo bien ejecutado del plan, con todas las precauciones para que no la pillen: por la secreta escala, y además disfrazada. Vean los dos adjetivos separados, uno a cada lado del nombre: así destacan los dos. Y repite “oh, dichosa ventura”, como un estribillo, igual que el último verso, “estando ya mi casa sosegada”, para decir que era el momento propicio. El verso “a oscuras, y en celada” (con artificio, con disimulo) es una anáfora del primero de esta estrofa, “a oscuras, y segura”, y por tanto también es un paralelismo sintáctico. Paralelismo y anáfora siempre van de la mano. Vamos a la siguiente estrofa.

En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.
Sigue insistiendo en la noche que permite su dicha, su goce, porque puede hacer las cosas que quiere en secreto, sin que la vean. Sigue jugando con el contraste de luz y oscuridad, donde la luz, la llama de su corazón, de sus ansias amorosas, es la que a ella le sirve para guiarse. Vamos a la cuarta estrofa.

Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

Esa luz, “aquesta”, la guiaba más que la del mediodía, o sea, una hipérbole, una comparación hiperbólica, exagerada. ¿Y adónde la guiaba? Adonde la esperaba “quien yo bien me sabía”: fíjense con qué picardía y alevosía está ocultando datos: “uno que yo me sé, y no lo voy a decir”. ¿Y dónde? Además, sigue con la transgresión: “en donde nadie parecía”, donde ya tenían comprobado que no miraba nadie, en un lugar seguro. Y llegamos a la 5ª estrofa, el punto culminante.

¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada:
oh noche que juntaste
Amado con Amada.
Amada en el Amado transformada!

Está exclamando, está estallando con un oxímoron: noche que guiaste. La noche no guía, confunde. Integra opuestos irreconciliables. Un oxímoron sería, por ejemplo, “seré para ti un tigre de ternura”: fíjense cómo la violencia resalta lo delicado, y cómo se embellece y cobra fuerza la idea. Y bueno, sigue ensalzando la noche haciendo alusión a la alborada, el alba, y que remite a la poesía popular de las alboradas, poemas amorosos donde el alba es un símbolo que significa la juventud, el momento en que comienza el día. Y ahora viene un encabalgamiento maravilloso: “oh noche que juntaste…”, ¿el qué? Siguiente verso: amado con amada. No dice “amados”, sino que individualiza a uno y a otro, para que se vea a los dos. Como cuando Góngora decía, en “la dulce boca que a besar convida”, “entre un labio y otro colorado”, para que veamos la boca entreabierta, todavía más apetecible. Y “amada en el amado transformada” es un quiasmo, donde se repiten los términos cruzados.

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
Estamos ya en la tercera parte, después de la experiencia, la narración con descripción. Su pecho está florido, como la primavera, rebosante de amor porque “entero para él solo se guardaba”, donde él quedó dormido y ella “le regalaba”, le daba caricias, iguales que las del “aire de los cedros”. “Ventalle” es ‘abaniqueo’. Aquí hay que señalar que este escenario amoroso, como en toda la lírica de tradición popular, es simbólico. Los cedros eran un árbol exótico, de oriente, muy raros en España, luego está diciendo que estaban sintiendo algo como una “brisa embriagadora”, que viene a ser, y tengo que decirlo, lo que viene después del orgasmo.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Aquí hay términos que remiten al amor cortés o a los cancioneros medievales. “El aire de la almena”: la almena es la parte más guerrera del castillo. No es que estén subidos en una almena ni que una almena dé aire, sino que alude a lo guerrero del acto amoroso. Además, rima “almena” con “serena”, haciendo una antítesis, al igual que una caricia de su mano no hiere, salvo si es de amor, de pasión. Todo ello es un oxímoron. Y al estar con los sentidos suspendidos, indica su estado de abandono, que va establecer magistralmente en la última estrofa.

Quedéme, y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
Así se abandona en ese estado de embriaguez amorosa, de consumación de sus ansias, todo en pretérito indefinido, indicando acción acabada. Lo mejor son los últimos dos versos: dejando su cuidado, su preocupación, olvidado entre las azucenas. Las azucenas, como los lirios, y todas las flores blancas, son símbolos de pureza, de castidad, de virginidad, así que figuraos lo que significa esto: deja olvidada su preocupación por su pureza, es decir, que su castidad le importa un pepino. Esta mujer se ha quedado satisfecha, ya sabemos de qué, y está orgullosa de ello.
Y ahora, una vez visto y analizado todo el poema, ¿les parece esto religioso? ¿No será más bien una casada, que se escapa por la noche de casa para verse con su amante? Siempre que lo vean escrito verán que pone Amado con mayúscula, pero, ¿es suficiente una mayúscula para decir que es un encuentro divino? Además, recuerden que dice que en su pecho, el de la mujer, se quedó su amado dormido. ¿Creen que Dios se queda dormido? No estamos forzando nada, estamos viendo lo que dice el texto, analizando. El encuentro es más humano que ninguna otra cosa, donde la mayúscula de Amado y el título son claramente postizos. Recordemos el título:

Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual.
Un título tan largo no puede ser acertado. Un poema se explica por sí mismo, no requiere explicaciones. Lo que pasa es que la Iglesia, para la cual trabajaba San Juan, o quizá él mismo por interés personal, utilizó un poema puramente amoroso para contribuir al poder adoctrinador de la Iglesia Católica española, que, recordemos, ya estaba gestándose la Contrarreforma y con la Inquisición en pleno apogeo. Lo que se reprime, la libertad amorosa, el sexo, el erotismo, lo reciclan las instituciones que imponen un orden social dándoles otro significado.
De todos modos, no quiero imponer ninguna interpretación como la correcta, ni convencer de nada, ya que caería en el mismo error que otros. En "Clásicos por dentro" estamos interpretando poesías desde un punto de vista actual, y este punto de vista es que seamos críticos con todo lo que nos dan hecho, que no nos creamos nada de lo que nos venden, que pensemos por nosotros mismos.
Esto ha sido todo. Muchas gracias y un saludo a todos nuestros oyentes, y a mis compañeros Érika Padrón y José Manuel Gutiérrez.

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