Para poder rastrear de dónde
viene la crítica literaria hay que encontrar cuándo surge el concepto de
“texto”. Ya en la cultura clásica grecolatina encontramos lo encontramos en la
Retórica. Las tres grandes ciencias textuales eran entonces la Retórica, la
Didáctica y la Historia: convencer, enseñar y conservar; “cómo”, “para qué” y
“qué”. La Retórica nos dice cómo construir, analizar o comentar los textos. El
comentario retórico es el punto de partida de dos comentarios actuales: el
lingüístico y el literario.
La enseñanza medieval, como la
antigua, se basó en la lectura y el comentario de textos, especialmente en
Italia en la segunda mitad del S. XIV. En el Renacimiento italiano se van
eliminando las interpretaciones neoplatónicas para hacer más hincapié en
criterios gramaticales, ideológicos y filológicos. Estos métodos se extienden
por toda Europa (S. XVI).
Los estudios literarios de
cualquier época están siempre relacionados con las corrientes estéticas y con
la producción literaria de su tiempo. Así, la crítica del siglo XVIII fue una
crítica dogmática basada en el conjunto de principios y axiomas estéticos del
Neoclasicismo.
El origen de los modernos
estudios de crítica literaria se sitúa en los comienzos del XIX, con el Romanticismo. Algunos precursores, en el S. XVIII, fueron
Giambattista Vico y Johann von Herder. Herder introduce el concepto de que es
necesario estudiar el fenómeno literario desde un punto de vista
histórico-genético.
Se empieza a analizar el proceso
de continua interrelación entre el escritor y la atmósfera cultural y social en
la que vive, como hizo la francosuiza Mme. de Staël.
La historia literaria se
relacionó íntimamente con la filología, ciencia de capital importancia para la
reconstrucción, datación e interpretación de los textos. La crítica literaria,
por otro lado, se asoció frecuentemente a la poesía y a su creación literaria
en general, y heredó de la antigua poética su orientación sistemática. De ahí
nace la separación actual entre historia y crítica literarias.
Sainte-Beuve, romántico francés,
fue de los primeros en proponer un método crítico: la obra literaria y su autor
están íntimamente ligados, luego el crítico debe intentar llegar al hombre. La
biografía adquiere un papel primordial.
La época positivista
(mediados del XIX) estaba dominada por la filosofía de Comte, y es ahí cuando
se desarrolla la crítica literaria científica. La cultura europea proclama la
primacía de los hechos, una actitud racionalista, la confianza en el
determinismo científico y el rechazo del subjetivismo. El principal
representante en crítica literaria es Hipólito Taine. Parte de la necesidad de
una explicación causal, genética, de los fenómenos psicológicos observados en
un determinado escritor. La crítica literaria ha de implicar un análisis
psicológico riguroso y sistemático para descubrir la facultad maestra de un
escritor, de la cual hay tres fuentes productoras: la raza, el medio y el
momento.
Paralelamente se desarrolló una
ciencia literaria universitaria basada en la compilación objetiva de los
hechos: el método histórico-filológico. Representantes:
Milá y Fontanals, Menéndez Pelayo y Menéndez Pidal.
En los últimos años del XIX se
reaccionó contra el positivismo y el racionalismo: vitalismo de Nietzsche,
intuicionismo de Bergson y Croce, el simbolismo y el impresionismo… En el siglo
XX esta reacción se sistematizó con los tres grandes movimientos críticos de
primera mitad de siglo: la Estilística, el Formalismo ruso (1915-1930) y el New Criticism
norteamericano (1930-1950).
Tienen dos principios de oposición al
positivismo:
1) Reacción
contra el factualismo y contra el historicismo: los críticos
impresionistas, como Anatole France, rechazan toda forma de erudición y todo
objetivismo. Para ellos la crítica es el diálogo de su subjetividad con las
obras, basada en su sensibilidad. Proust y Valéry censuran el factualismo de
las indagaciones bibliográficas; el “yo” que genera la obra, dice Proust, es
diferente del que desarrolla el escritor en su vida social, por lo que no tiene
sentido este tipo de crítica. Para Valéry, que sigue a Mallarmé (“Mi querido
[amigo pintor] Degas, la poesía no se hace con ideas sino con palabras”), la
literatura es un ejercicio de lenguaje. De este modo la obra literaria es un
ente de lenguaje, no la confesión de un autor ni un resultado
histórico-cultural. La crítica tiene que ocuparse de lo real del discurso, en
cuanto mundo de palabras.
2) Reacción
contra el cientifismo en la obra literaria: los estudios literarios no sólo
reivindicaron su autonomía frente a las ciencias biológicas y físico-químicas,
sino que también exigieron su independencia de las otras disciplinas históricas
y humanísticas.
Benedetto Croce fue el impulsor de la reacción antipositivista y
antihistoricista. Las líneas principales de su pensamiento son:
- El estudio de la literatura se debe centrar en el estudio de las obras completas. Creencia en la individualidad de la obra literaria.
- Rechazo de la posibilidad de agrupaciones genéricas. No niega a los géneros su valor instrumental, pero señala su carácter extrínseco a la obra y al fenómeno estético.
Gustav Lanson estableció el método histórico-literario, que pretende rigor y
objetividad, aunque su principio de objetividad se mantiene a través de la
lectura literal de las obras, lo cual excluye peligrosamente su “literariedad”.
Rechaza la metodología de cualquier otra ciencia, aunque pretenda el método
científico. En lo que se apoya es en la filología, la lingüística, la paleografía,
etc. Los elementos a analizar son: bibliografía, determinación de la autoría,
establecimiento del texto (realizar una edición crítica), fijación de la fecha,
las diferentes redacciones, el sentido literal y literario del texto, la
biografía del autor, fuentes e influencias y, finalmente, influencias en obras
posteriores.
Métodos,
instrumentos y técnicas
Se clasifican en tres grandes
grupos, con límites difusos: inmanentes,
trascendentes e integradores.
Los métodos inmanentes se basan en el texto, prescindiendo de las razones o claves exteriores al mismo. Aquí entrarían:
- La estilística busca los rasgos que individualizan una obra, autor o época. Es un análisis intratextual, lingüístico. Se basa en la intuición del crítico, que descubre cómo ha hecho el autor para que todos los elementos significativos del texto se adecuen orgánica y coordinadamente al contenido.
- La crítica formal o estructural (formalismo y estructuralismo). Es un análisis textual sintáctico y semántico, donde la sintaxis serían las funciones, los personajes, el tiempo y el espacio, y la semántica las relaciones narrador-lenguaje y narrador-referencia. En la obra todo es significante y todas las unidades y relaciones se constituyen en signos que dan lugar al significado.
- La crítica temática, centrada en el contenido semántico.
- El análisis estadístico, que estudia la frecuencia de aparición de palabras.
Los métodos trascendentes se salen del texto mismo. El texto les sirve
como vehículo.
- La psicocrítica. Psicoanálisis de Freud y otras escuelas de psicología.
- La sociocrítica (marxismo): explica los textos mediante el contexto social que influye en el autor o configura un tipo de público.
- Poética de la imaginación o crítica simbólica: búsqueda de símbolos presentes en los textos que se pueden rastrear a lo largo de la historia de la literatura. Gaston Bachelard.
- Estética de la recepción, que considera al receptor como eje de la investigación. H. R. Jauss y su “horizonte de expectativas”.
- Hermenéutica o doctrina de la interpretación: el conocimiento de un texto resulta de un diálogo entre el momento de escritura y el de lectura.
Los métodos integradores engloban explicaciones lingüísticas con otras
sociológicas, simbólicas, etc. Consideran los textos literarios como signos de
una serie cultural que se integra dentro de la vida social, luego no ignoran la
sociedad ni la cultura.
- Semiótica: análisis de la obra como sistema de signos, tanto relacionados entre sí (sintaxis), como con los referentes (semántica), y como con elementos del proceso de comunicación (pragmática), de acuerdo con Morris.
- Pragmática: análisis del enunciado literario en relación con quienes escriben, leen o interpretan.
- Retórica: ciencia del texto atenta al proceso de enunciación.
- Lingüística del texto: importancia de la unidad textual.
La estilística
La estilística es la disciplina
que llena el hueco entre lingüística e historia de la literatura. Procede de
Charles Bally, discípulo de
Saussure, con su Tratado de estilística
francesa, aunque la concibe como una disciplina más lingüística que
literaria. Pero fueron realmente Kark Vossler
y Benedetto Croce quienes idearon
este método de crítica literaria. Croce presentaba el lenguaje como acto
espiritual y creador y, contra las teorías intelectualistas y logicistas, lo
consideraba expresión de la fantasía. Vossler lo siguió y concibió el lenguaje
como actividad puramente intuitiva e individual: por consiguiente, arte. Todo
individuo que expresa una impresión espiritual crea intuiciones. Así, si el
lenguaje es primordialmente poesía, la obra poética exige una estilística del
habla, no de la lengua.
A continuación vino Leo Spitzer (autor del famoso artículo “El
conceptismo interior de Pedro Salinas”), que decía: “a cualquier emoción, es
decir, a cualquier apartamiento de nuestro estado psíquico normal, corresponde
en el campo expresivo un apartamiento del uso lingüístico normal”. A partir de
detalles lingüísticos alcanza la forma interna, su significado espiritual, que
reconduce al psiquismo de su creador. Por medio del lenguaje se pasa al alma
del escritor: “es como una especie de sistema solar, dentro de cuya órbita
giran […] el lenguaje, el enredo, la trama […]”. La estilística de Spitzer
prescinde del elemento histórico y se abstiene de juicios de valor, en
principio.
Por último, el representante de
la estilística en España: Dámaso Alonso,
cuya teoría crítica se encuentra principalmente en Poesía española (1957, 1971). Parte de la teoría del signo de
Saussure para impugnarla diciendo que en la realidad idiomática (habla) tanto
significante como significado conllevan una compleja carga psíquica
(querencias, sinestesias, entramado psíquico) luego hay “significantes
parciales” y “significados parciales”, en innumerables vetas. “Porque no hay,
no pasa por la mente del hombre ni un solo concepto que no sea afectivo, en
grado mínimo o en grado sumo” (1971: 27).
El significante es profundamente
complejo, porque hasta las sílabas van cargadas de sensaciones: infame turba de nocturnas aves
(Góngora), donde las sílabas “tur” propagan oscuridad a todo el verso.
Sostiene que la obra literaria no
está hecha para los críticos, sino para el lector, que se guía por su
intuición, al igual que lo hizo el autor. Dado que el hombre, en cuanto
individuo, único, y la obra literaria, que es su máxima representación, son
inefables, sólo es posible un conocimiento intuitivo de la obra de arte. Hay
tres tipos de intuición:
- la del lector, que es “intrascendente: se fija o completa en la relación del lector con la obra, tiene como fin primordial la delectación, y en la delectación termina”;
- la del crítico, que, como lector de gran capacidad de expresión, puede comunicar sus intuiciones y valorarlas;
- la del estilista, que también deberá basarse en la intuición para la selección de detalles y el método de estudio de la obra.
No obstante, afirma que nada ha
de interponerse -si es posible- entre el lector y la obra. “La intuición del
autor, su registro en el papel; la lectura, la intuición del lector. No hay más
que eso: nada más” (1971: 44-45).
El formalismo
Considera que el contenido de una
obra está relacionado con la forma en la que dicha obra está estructurada. Por
ej., la doble trama de King Lear. La
forma es un componente esencial del contenido. Otros llegan aún más lejos: la
literatura es únicamente forma, y el contenido es tan sólo efecto de la forma.
Todos hemos aprendido a leer
literatura desde un punto de vista formalista por el simple hecho de haber
aprendido cómo leer literatura. Así, aprendemos a leer teniendo en cuenta la
manera en la que el significado está relacionado con las características
formales de la obra.
El formalismo podría ser tomado
como el primer paso necesario en cualquier estudio literario. Debemos leer
primero la obra y darnos cuenta de la revelación del significado (contenido) a
través de las técnicas literarias utilizadas: perspectiva narrativa, escenario,
simbolismo…
Shklovski, Tomashevski y
Jakobson fueron los primeros en
sostener que la dimensión formal de la literatura debería ser la preocupación
principal. El lenguaje literario es diferente de otras clases de discurso;
utiliza lenguaje connotativo para dar origen a significados secundarios. Estos
primeros formalistas se centraron en el ritmo y la repetición de sonidos en
poesía.
Leer un poema es leer sonidos y
palabras que parecen diferentes y transmiten un sentido distinto del de un
discurso ordinario con las mismas palabras (“extrañamiento”). Las palabras atraen la atención hacia sí
mismas. La literatura desautomatiza
el mundo. El lenguaje literario convierte en extraordinaria una realidad que el
lenguaje ordinario mantiene invisible ante nosotros, como la flagelación en Guerra y paz de Tolstói.
También sostenían que la
evolución de las nuevas formas literarias cambia el contenido de las obras. Por
ejemplo, Cervantes, al utilizar el estilo de la novela picaresca en el Quijote,
causa la maleabilidad del héroe.
Mijaíl Bajtín se centró en las
características del discurso novelístico. Mientras que la poesía es un
monólogo, las novelas son polifónicas, mediante la adopción por parte del
narrador del punto de vista de cada personaje.
Nueva crítica
americana
Compartían con los rusos el
concepto de lenguaje literario, pero estaban más interesados en cómo este
lenguaje expresaba verdades universales que en llevar a cabo una descripción
científica. Leían detalladamente obras concretas (“close reading”), prestando
atención a la consistencia de las imágenes y al lenguaje en vez de buscar
referentes extratextuales (biográficos o históricos). La obra en sí es el
objeto adecuado para la crítica.
Pensaban que las grandes obras se
caracterizan por una unidad orgánica de forma y contenido. Para dar una
explicación clara de la estructura de las imágenes de una obra es necesario
describir su contenido. Ambos están inextricablemente unidos.
La capacidad connotativa del
lenguaje literario permite una reconciliación entre esferas opuestas, la de lo
universal y lo particular. Palabras concretas pueden expresar significados
universales. El propósito de la crítica es describir cómo el significado
universal y la utilización específica del lenguaje literario se unen para
formar unidades orgánicas perfectas. Cleanth Brooks describe cómo la Ode
on a Grecian urn de Keats reconcilia contrarios.
Ambas escuelas de crítica
literaria triunfaron en hacer del estudio de la técnica y del lenguaje (forma)
el centro del estudio literario. El formalismo, sin embargo, ha recibido
críticas por no justificar la separación del interés en lo formal de otras
inquietudes más sociales o políticas. Aislar la forma coloca en segundo término
factores sexistas, clasistas o racistas. Desde una perspectiva marxista, se
entiende como una expresión de una ideología conservadora, por ejemplo. El
formalismo, a pesar de su aparente inocencia, no es tan inocente, según Michael
Ryan (2002: 18).
T. S. Eliot, según Aguiar e Silva
(2001: 414), influye en esta corriente con la idea de que la atención del
crítico recaiga sobre la obra y no sobre la biografía del autor. La obra debe
ser una estructura verbal autónoma, no un pretexto de preocupaciones extraliterarias.
John C. Ransom establece los
siguientes aspectos metodológicos:
- Excluir de la crítica las reacciones personales (la “falacia emocional”).
- Crítica ontológica, centrada en la obra como modelo (pattern) de fuerzas organizadas entre las que se generan y resuelven tensiones.
- La crítica no debe identificarse con la sinopsis ni con la paráfrasis.
- Negación de toda posibilidad de distinguir forma y contenido. La obra existe como totalidad orgánica.
- Rechazo de los métodos históricos.
- Evitar la tentación biográfica y la “falacia de la intención” del autor.
- Autonomía de la crítica: estudio de la obra en cuanto a tal, no como documento sociológico, filosófico, etc.
- Análisis estrictamente inmanente, descriptivo, “crítica microscópica”.
- Método inductivo, no deductivo. No hacer esquemas aplicables a cualquier obra.
La crítica semiótica
La primera corriente semiótica,
la europea, nace a partir de los años 40 con Roland Barthes, Umberto Eco y
Georges Mounin. Más adelante, en los 60, cobró auge la escuela soviética.
Se puede considerar la obra de
Yuri Lotman una continuación del Formalismo ruso. Como en esta tendencia,
emplea el término “mecanismo” y lo define como “un elemento que tiene una
función en una estructura”. A diferencia de Shklovski, que desdeñaba el aspecto
semántico de la literatura, Lotman centra su atención en eso mismo, el aspecto
semántico. Su principio es que cada significante debe tener sentido.
“Los signos en arte no se basan
en una convención arbitraria; más bien tienen un carácter icónico, representador”,
dice Lotman. Los signos icónicos se construyen de acuerdo con el principio de
la conexión inmanente entre expresión y significado.
El estructuralismo
En los años 20, el formalismo
ruso fue prohibido. Tiempo después, en los años 50, un grupo de pensadores
continuaron este impulso científico: el estructuralismo. Influidos por Roman Jakobson,
los estructuralistas afirmaban que de la misma manera que el lenguaje se
compone de habla cotidiana y de un sistema en el que se apoya, la literatura
consta de un nivel evidente y de un nivel latente.
Literatura
|
Nivel evidente
|
Novelas o
poemas
|
Nivel latente
|
Lenguaje cotidiano/reglas
|
El nivel latente está compuesto
por un vocabulario de términos admisibles y de unas reglas para hacer posible
el lenguaje cotidiano.
La literatura está compuesta de
obras evidentes, pero tiene también un nivel latente y de reglas (estructura o
trama). Vladimir Propp estudió los
cuentos populares rusos y encontró que compartían una estructura común.
El origen del estructuralismo está
en el Curso de lingüística general de
Saussure, 1916. Distinguía dos
dimensiones del lenguaje: cómo se practica (habla)
y el sistema del lenguaje como un todo (lengua).
Utilizó la palabra “sincrónico” para esta dimensión sistemática del lenguaje y,
para la dimensión histórica o temporal, “diacrónico”.
Lenguaje:
sistema de signos
|
Habla
|
Cómo
se practica
|
Dimensión
histórica
|
Diacrónico
|
Lengua
|
Sistema como un
todo
|
Dimensión
sistemática
|
Sincrónico
|
El lenguaje es un sistema de
signos cuya relación con los objetos es arbitraria. El signo lingüístico se
produce mediante la asociación de significantes (imágenes acústicas) y
significados (conceptos). Los significantes se constituyen por medio de sus
relaciones con otros significantes.
Las ideas de Saussure influyeron
en la crítica literaria. Los críticos se fijaron en cómo los textos operan
lógicamente, qué mecanismos producen el significado, qué estructuras comunes
tienen con otros textos… Un personaje se considera como una parte de la
organización textual en la que la función se determina por sus relaciones con
las otras partes funcionales, es decir, que los personajes serían significantes
ligados a unos significados (conceptos). Lo que representa cada uno sólo tiene
sentido al relacionarlo con otros significantes. Se busca entender la trama
mediante reglas gramaticales similares a las del lenguaje.
El psicoanálisis
Los estudios psicoanalíticos
presentan cómo la mente expresa los sentimientos. Dependiendo de la escuela de
psicoanálisis, el estudio de los procesos mentales en la literatura debería
fijarse en:
- el inconsciente y los instintos;
- la familia, la historia personal y el hábitat social que moldea el yo.
El punto de vista de Freud afirma que la mente tiene dos
componentes, el consciente y el inconsciente; en este último se ubican los
instintos inaceptables por la conciencia. La lucha entre los instintos y deseos
inconscientes, por un lado, y la represión ejercida por el yo, por otro,
producen el desplazamiento y distorsión del inconsciente en su lucha por expresarse.
Terminan presentándose como síntomas neuróticos o en sueños. Freud, en El poeta y la fantasía (1908), compara
el proceso creador con el juego, el sueño y la fantasía. Los deseos suelen ser
de ambición o eróticos, por eso el héroe de las novelas suele ser invulnerable.
En cuanto al placer estético, el goce de la obra poética procede de la descarga
de tensiones dadas en nuestra alma.
La teoría de las relaciones de los objetos (TRO) se centraba en cómo
moldean el yo las relaciones entre padres e hijos. La constancia del objeto
resulta de la capacidad de la mente para construir representaciones mentales de
los objetos, de modo que el yo pueda soportar su ausencia. Se requiere un
cuidado consistente para proporcionar un sentido de constancia en el objeto; y
si éste falla, el niño experimenta una herida narcisista.
La necesidad de establecer
límites entre uno mismo y los demás es un tema principal de la teoría de las
relaciones con los objetos. Ya que el ego forma representaciones mentales
internas de los otros, estos otros dejan de ser experimentados como partes del
difuso yo y se separan en objetos reconocibles. Esta separación establece un
límite entre el yo y el otro, el sentimiento de un ser no amenazado ni por
abandono ni por absorción. En este proceso, el lenguaje es una herramienta
esencial.
La teoría de Lacan acarreó un resurgimiento de las ideas de Freud. Se dio
énfasis al lenguaje. Según Lacan, la identidad se divide interiormente a partir
de una dualidad que nunca podrá ser unificada.
Los niños empiezan con la “etapa
del espejo”: identificación con una imagen externa de sí mismos al verse
reflejados en la atención de la madre. Cuando los niños maduran, la separación
entre el yo y los objetos se produce por medio del lenguaje. Aprender una lengua
y entrar en lo cultural es aprender a arreglárselas sin el contacto directo con
el objeto nombrado. Los significantes implican la ausencia irrevocable de todos
los significados, su enterramiento en el inconsciente. Ser obligado a vivir en
el lenguaje es aprender a soportar la ausencia de los objetos y la
imposibilidad de cualquier unidad con la cosa nombrada y deseada.
Mauron aplicará la psicocrítica:
la creación literaria está determinada por el medio social, la personalidad del
creador y el lenguaje. El punto de partida sería estructuralista, para
determinar un sistema de relaciones entre palabras o imágenes que aparecen
cuando se superponen diversos textos.
El marxismo
Una obra literaria siempre tiene
forma y estructura, pero a la vez existe en el tiempo y en el espacio. Siempre
lleva la marca del momento histórico en el que se escribió.
El marxismo es la forma más
popular de estudio social e histórico de la literatura. Sostiene que toda la
historia se caracteriza por la lucha social. Según Marx, cuando la producción
agrícola produjo excedentes en la economía feudal, el comercio se desarrolló y
con el comercio llegó una nueva clase de mercaderes que acumularon riquezas,
desarrollando así estructuras políticas y sociales más apropiadas a su manera
de hacer negocios y a su manera de pensar.
Marx llamó ideología a estas formas de pensar. La ideología o “las ideas
dominantes de la clase dirigente” es una manera de justificar una organización
social que se caracteriza por la desigualdad. Aquellos que gobiernan necesitan
convencer al resto de que la organización es razonable: necesitan el
consentimiento y apoyo de los obreros porque son necesarios para que la
sociedad pueda sobrevivir.
La crítica literaria marxista
tiene en cuenta que la literatura se ha desarrollado siempre cerca de los
poderes económicos y sociales. En la modernidad la producción cultural está
sujeta al poder económico de los centros de producción cultural, como las
editoriales y los medios de difusión masiva. El control de la producción cultural
garantiza que los libros que critican el capitalismo, por ejemplo, no consigan
difusión.
La crítica literaria marxista
adopta dos formas principales:
- Sitúa la literatura en su contexto social, económico e histórico, y trata de comprender cómo las ideas se desarrollaron en relación a los ideales de la sociedad de su tiempo.
- Critica la ideología que se defiende en la obra. Busca entender cómo la ideología actúa para enmascarar contradicciones: hace que las perspectivas disidentes de la ideología del poder parezcan desviaciones, no válidas.
Según Domínguez Caparrós (2009), en
la crítica sociológica, existe la siguiente distinción:
- Crítica sociológica: corresponde a la teoría marxista. Destacan Plejánov, Lunacharski y, sobre todo, Lukács.
- Sociología de la literatura: estudio del mercado literario, análisis de la recepción literaria, considerando la obra como objeto de consumo. Destaca Robert Escarpit.
Postestructuralismo,
deconstrucción, postmodernismo
El postestructuralismo (años 60) afirma que:
- el lenguaje está sujeto a la indeterminación y a significados múltiples;
- la razón es un instrumento de dominio, disciplina y control social;
- los valores occidentales niegan el materialismo y la contingencia de la existencia, que se caracteriza por el movimiento, el cambio y la multiplicidad.
Filosofía
occidental
|
Postestructuralismo
|
Preocupaciones
de los postestructuralistas
|
Lógica
|
Movimiento
|
Indeterminación
del mundo
|
Regularidad
|
Cambio
|
Ambigüedad del
significado
|
Identidad
|
Multiplicidad
|
Contingencias
de la identidad
|
(Contingencia: lo que puede suceder, pero no es frecuente.)
La vida social occidental es
presuntamente racional y civilizada, pero los postestructuralistas mantienen
que es disciplinaria y represiva. Según ellos, los supuestos occidentales están
relacionados con el patriarcado, la heterosexualidad y el capitalismo. Entra en
juego todo lo que tenemos “asumido” como verdad. La literatura es un indicador
más, al mismo tiempo que explora la cara oculta de la vida social que la
normalidad destierra de la visión.
Nietzsche: deberíamos concebir el mundo como un proceso material
que no tiene teología ni finalidad alguna, como materia sin significado.
Bataille: la cultura occidental reprime la heterogeneidad para
formar una homogeneidad basada en la utilidad racional y en la sumisión del ser
humano. Fascinación por el mal: exploradores de los límites entre la naturaleza
y la cultura (Marqués de Sade).
Foucault: análisis de la historia de la locura. La moral, todas las
maneras en las que uno es instruido para ser “bueno”, se convierte en algo
inseparable de un conformismo voluntario.
La deconstrucción comienza en los 60 con la revista Tel Quel (Derrida, Kristeva…). Este
grupo sostenía que el potencial del lenguaje provoca una proliferación de
referencias posibles que sitúa el significado por encima del lenguaje, la
verdad por encima del símbolo. La verdad y el significado son efectos del
simbolismo, no al revés.
Derrida: el significado y la verdad son inseparables del
simbolismo. Son efecto del mismo proceso de repetición, sustitución y
diferenciación que caracterizan formas de simbolismo tales como la escritura,
que es supuestamente externa a la verdad.
Kristeva: el lenguaje es una herramienta revolucionaria para
deshacer las falsas identidades del significado y la subjetividad en que se
basa la cultura occidental.
Deleuze y Guattari: son materialistas psicoanalíticos que describen
la inmersión de la cultura, la sociedad y la psicología humanas en la
naturaleza material. Abogan por deshacer la sociedad y cultura actuales a favor
de unos “flujos nómadas de energía” que no se puedan ajustar a un sistema de
identidad o poder.
La postmodernidad viene de Lyotard,
que así llama a la narrativa actual: consiste en el rechazo de las grandes
narrativas que retratan a la sociedad como un proyecto para liberar a la
humanidad. Según él, hay una tensión entre la representación figurativa, el
diseño palpable de cualquier obra de arte, y el contenido semántico que
supuestamente transmite. Cualquier obra que cambie los contenidos semánticos
favorecidos por la cultura occidental debe transformar los símbolos que la
sostienen.
Baudrillard: la vida política y la economía capitalistas han dado
paso a una dominación que se define en términos semióticos. En el mundo moderno
ha desaparecido la distinción entre lo simulado y lo verdadero. Todo es simulación.
Todo está formado por signos sin referentes.
El feminismo
Según esta ideología, la
estructura social actual, de carácter patriarcal, refleja el consentimiento que
la mujer ha aprendido a dar al hombre a cambio de evitar el ataque físico. La
tradición cultural occidental ha ayudado a asentar la dominación masculina. Se
ha asociado al hombre con la inteligencia, la objetividad y la lógica, y a la
mujer con el cuerpo, la materia, las emociones y la falta de lógica. Las
feministas abogan por una separación para elaborar un terreno propio.
Sus antecedentes han sido
Virginia Woolf y Simone de Beauvoir. La francesa Luce Irigaray sostiene que el objeto del conocimiento y de la
inteligencia se ha definido siempre como masculino en la tradición occidental.
Los conceptos y representaciones del objeto de la razón se reflejan en el
mundo, y este mundo material sólo tiene sentido si nos ofrece un reflejo de las
ideas racionales.
Irigaray utiliza la palabra
“especulación” en un doble sentido: espejo (< speculum) y formación de conceptos (especulación racional). Al
desconectar la razón de la materia y permitir que la materia sea tratada como
un objeto separado del conocimiento, la especulación
establece la identidad del sujeto masculino en el conocimiento. La mujer, sin
embargo, al ser materia, es en el espejo la escena sobre la cual actúa la
razón. La razón masculina está necesariamente basada en la subordinación de lo
femenino, entendido como el principio de conexión con el interior de la
materia. Irigaray asocia esta materia con el cuerpo reproductor de la madre.
Según Domínguez Caparrós (2009:
437-444), esta crítica va a ser, como el marxismo y el psicoanálisis, una hermenéutica de la sospecha. Así, según
Toril Moi, tiene ventajas y desventajas:
Conclusiones: cómo
hacer un comentario de texto
La crítica literaria no es
demasiado útil para la vida. Sólo sirve como ejercicio escolar, como una prueba
más que la sociedad nos impone para lograr unos supuestos conocimientos mínimos
para ser personas desarrolladas y responsables en la “sociedad democrática”.
Ahora, además, lo que se exige no son conocimientos sino competencias, de modo que, sin cuestionar ya de qué le va a servir
a alguien saber analizar o comentar un texto literario, lo que sí es cierto es
que se aprende haciendo: de poco
sirve ver comentarios ya hechos o leer manuales de cómo hacer comentarios. Lo
fundamental es enfrentarse uno solo al texto, leerlo con atención, hasta leer
entre líneas, para saber qué nos está transmitiendo y qué tenemos que decir al
respecto. Nada más.
Si hubiera alguien que realmente
tuviese interés en comprender la literatura, en profundizar en esas habilidades
o competencias (en inglés es la misma palabra, “skills”) para ver más allá, con
el deleite que supone el mero hecho de saber,
entonces puede convertirse en crítico literario. No es un trabajo remunerado,
normalmente, al igual que el de poeta o escritor “artístico”, pero hay que
reconocer que es una figura necesaria. Hoy en día proliferan los poetas y
narradores de todo tipo, que se autoproclaman “buenos”, o especiales, u
originales, cuando en realidad no lo son. Para coronar a un emperador, hace
falta un Papa; de otro modo, se peca de soberbia y se infesta el mundo de ego.
Asimismo, el crítico también debe ser humilde, porque siempre estará en posición
de inferioridad ante el poeta, que es el verdadero creador y quien le
proporciona material para su ejercicio intelectual. Escritores y críticos
mantienen una relación simbiótica y, mientras haya unos, habrá de los otros.
Ahora bien, la crítica, al igual
que la producción literaria, ha ido de la mano de la situación político-social
en la cual se ejerce y en la que está inmerso el crítico. Por ejemplo, tras el
Romanticismo, origen de los nacionalismos, tiene lugar la difusión de los
trabajos de Menéndez Pidal, que impregnó toda su obra acerca de épica y lírica
castellanas de un contra-nacionalismo castellano, que ocultaba u omitía otras
importantes interpretaciones del texto. Por eso, cuando se toma al crítico como
guía de lectura, hay que tener cuidado y no asumirlo como única verdad. Dice Jesús
González Maestro, creador de una teoría literaria más, el Materialismo
filosófico como teoría de la literatura, que un elemento esencial a tener en
cuenta en la obra literaria es el intérprete
o transductor, que moldea o tergiversa la visión que tiene el lector del
texto.
Tenemos, por lo tanto, un abanico
de teorías literarias de interpretación y la consciencia de estar inmersos en
una cultura y una sociedad. ¿Cuál es la más correcta de esas teorías, cómo hacemos
para no distorsionar el contenido del texto, ni usarlo como pretexto para
hablar de lo que nos dé la gana? Voy a exponer lo que he aprendido como estudiante
de filología y el método que he desarrollado basado en mi humilde experiencia.
Siempre que se escribe, hay que
buscar sintetizar y ajustarse a lo que se nos pide. Una de las máximas en las
que coincidían mis profesores de la UNED era extraer información del texto, no aportarla. Es decir, todo lo
contrario de lo que se exige en las oposiciones, según las academias de
preparación, que quieren que metamos todo lo que sepamos “con calzador”, usando
el texto como pretexto para que nos finjamos eruditos, es decir, que hablemos
como loros sin saber realmente nada. La erudición es enemiga de la creatividad
y de la intuición.
Juan Victorio, medievalista
contrario a la mencionada erudición, sostenía que hay que leer un texto sin
contaminarse de otras interpretaciones. No hay que leer ningún manual acerca de
ese texto, aunque sí conviene saber algo del contexto histórico y social (saber,
por ejemplo, que las ermitas eran un lugar de encuentro de amantes en la Edad
Media). Un ejemplo claro es la lectura de la Noche oscura del alma de San Juan de la Cruz: nuestra lectura
atenta nos revela que es una poesía preciosa erótica, de encuentro de amantes,
mientras que la contaminación de interpretaciones ajenas nos inculca que es un
texto religioso. Debemos fiarnos de lo que vemos nosotros en el texto, no lo que nos digan que hay que ver.
Según Victorio, hay que
diferenciar análisis de comentario. Un análisis es más minucioso
y profundo, con menos lugar para nuestros comentarios personales, mientras que
el comentario es más general y sí proceden ideas nuestras, de nuestras
deducciones al respecto de lo dicho en el texto. En ambos casos se sigue el siguiente
orden:
1) tema: qué título le
pondríamos, de qué trata, en muy pocas palabras;
2) estructura: en qué partes se
divide el texto y por qué;
3) recursos: qué figuras
retóricas vamos encontrando y por qué están, de qué sirven; también hay que
mencionar qué aporta la sintaxis concreta elegida por el autor, atendiendo incluso
a partículas como los determinantes, preposiciones, etc. (son como “moscas que
revelan dónde está la miel”);
4) comentario: lo que se deduce
de lo dicho en el texto, qué nos está revelando. Aquí podrían entrar todas las teorías
literarias: marxismo, psicocrítica, etc. Por ejemplo, si un verso nos dice que
el Cid desea el perdón del rey, hay que preguntarse quién ha elaborado el texto
y hacia quién va dirigido, qué valores está transmitiendo y para qué.
El método de lectura y análisis
de Juan Victorio consiste en ir verso a verso, palabra por palabra. “Hay que
mirar con lupa”, decía. Se obtienen el tema y la estructura y se redacta a
continuación el análisis de cada verso explicando los recursos. El comentario
puede ir al final o bien entremezclado con los recursos, si procede, pero
conviene dejar un espacio al final para unas conclusiones.
El profesor Pablo César Moya
Casas, de literatura hispanoamericana, incluye antes del tema unas referencias
al autor, la época y la obra, en caso de haberla identificado. También prefiere
comentar estrofas o secuencias de versos (en verso libre no se habla de estrofas,
sino de “secuencias de versos”) a ir verso a verso.
En las oposiciones se exige ir
por niveles: nivel fónico; nivel morfosintáctico; nivel semántico y nivel
pragmático. Es tan estricto que impide el libre flujo de pensamiento del estudiante.
Además, como se penalizan las digresiones, las repeticiones y el desorden, es
una verdadera obra de arquitectura que requiere semanas de trabajo. No deja de
ser un análisis formidable, pero se “destripa” el texto de tal manera que el
que lea ese comentario no va a aprender nada. Lo que más importa es el nivel
semántico, qué nos está diciendo el texto, y todo debería girar en torno a eso,
el significado.
Mi método actual coincide en gran
medida con el de Juan Victorio, base irrefutable por su economía y rendimiento.
Es cierto que se mezclan los recursos estilísticos fónicos, sintácticos, etc.,
pero nuestro objetivo es ver y comprender la semántica del texto, lo que significa. El texto literario es como
un símbolo: algo que evoca algo, un concepto, que se revela de manera única y
personal en nuestra mente. En cierto modo, esta forma de lectura recuerda a la
de Dámaso Alonso: ir verso por verso, palabra por palabra, sílaba por sílaba,
para que se nos presenten nuestras intuiciones, los “significantes parciales”
que traen significados cargados de emociones, únicas y personales en nuestra
psique. No hay que caer tampoco en una lectura demasiado idealista, creyendo
ver en las palabras lo que nos apetezca, porque las palabras significan lo que
significan. Los símbolos se caracterizan por remitir a un inconsciente
colectivo, a unos conceptos comunes para toda la humanidad. La buena literatura
nos une como individuos en una colectividad; mientras que la creación y la
interpretación herméticas nos separan.
De modo que, para un comentario lo
bastante completo, que procedería en el punto 4 del patrón que seguimos,
propongo el siguiente triángulo:
Desde mi punto de vista, el texto
literario ha de estudiarse desde esas tres perspectivas: la del propio texto,
la del individuo y la de la colectividad. Por tanto, vamos a tomar herramientas
del formalismo y de la estilística, para ver por qué las palabras atraen la atención
hacia sí mismas, por qué ese lenguaje produce ese extrañamiento, goza de esa
literariedad, y qué consigue con eso. Seguiríamos parcialmente la línea de
Víctor Shklovski: “la literatura es únicamente forma, y el contenido es tan
sólo efecto de la forma”.
Pero el texto, como obra de arte,
nos revela el alma del artista (recordemos que Hegel decía que el arte es
superior a la naturaleza porque está “hecho con el alma”), en la línea de
Dámaso Alonso y Leo Spitzer. Ahí están las intuiciones del artista y las
sugerencias que despiertan las intuiciones del lector. A través de la
lingüística, como propone la estilística, si damos un paso más nos metemos en
psicología, al intentar ver y comprender el universo interior del autor. No
está de más, aunque sea información extratextual, comprender qué se le pasaba
por la cabeza al escritor al realizar la obra. La psicología nos hace
comprender el mundo y comprendernos a nosotros mismos, aparte de ser una buena
herramienta interdisciplinar para la filología, y realmente para todo.
Pero, además, el individuo está
inmerso en una estructura social e histórica. Lo que dice suele estar sujeto a
directrices morales propias de una época o de sistema político o ideológico, a favor
o en contra de ellas. Por ejemplo, el Cantar
de Mio Cid aboga por la sumisión y la obediencia al rey, porque los nobles
estaban bien armados y podían rebelarse a éste, con lo cual había que
adoctrinarlos como obedientes con el modelo tergiversado del héroe. Los
romances, por el contrario, hechos por el pueblo y para el pueblo, describían
al Cid como rebelde, e inculcaban a los receptores valores de soberbia, con los
cuales podía conseguirse ascender sin tener que humillarse ante nadie. Esto sería
una crítica marxista, porque se tiene en cuenta un colectivo social que está
oprimiendo a otro, que queda patente en el texto y en su intencionalidad. La
literatura nunca puede ser un mero ejercicio lingüístico, siempre está
transmitiendo algo que tiene influencia en la sociedad.
Unida a la inmersión social está
la atención al símbolo en la obra literaria, que cerraría el círculo. No hay
mayor introspección, toma de contacto entre nuestras partes emocional y
racional y ejercicio gnoseológico que comprender un símbolo mediante nuestra propia
intuición. Los símbolos forman parte de nuestra cultura y hasta de nuestro
inconsciente, como sostenía Jung. Podemos encontrar arquetipos, mitos y otras
líneas de evolución de las bases fundamentales de la cultura occidental o
universal en una lectura atenta de un texto, clásico o moderno. Esto implica
conocer la tradición y poner en marcha todo un sistema de relaciones que conocemos
sin saberlo. El ejercicio de relacionar información es la base de la
inteligencia, una inteligencia que tenemos que procede del lenguaje. El símbolo
es inherente al lenguaje, es lo que conecta al individuo con la colectividad y
al individuo consigo mismo, mediante la relación motivada entre la imagen
plástica y el concepto al que alude.
Este método integrador no deja de
ser una propuesta más, personal, sin más fundamento que otras, pero que
considero útil como punto de partida para estudiantes y para escritores de todo
tipo.
Bibliografía
Aguiar e Silva, Vítor Manuel de
(2001). Teoría de la literatura.
Madrid: Gredos.
Alonso, Dámaso (1971). Poesía española. Madrid: Gredos.
Domínguez Caparrós, José (2009). Teoría de la literatura. Madrid: Centro
de estudios Ramón Areces.
Ryan, Michael (2002). Teoría literaria. Una introducción práctica.
Madrid: Alianza.
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