domingo, 21 de mayo de 2017

Cervantes y las religiones en el Persiles


Este podcast de literatura va a tratar sobre el pensamiento de Cervantes en materia religiosa, tomando como referencia su novela póstuma, el Persiles.
Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617) es una novela muy intrigante y muy desconocida de Cervantes. Responde al marco tradicional, estilístico, del género de la novela bizantina, cuyo principal referente eran las Etiópicas de Heliodoro. Este tipo de novela trata la historia de un viaje, más o menos exótico, de una pareja de amantes expuestos a peligros y aventuras que dificultan su encuentro y llegada a un puerto o final seguro. Con este esquema escribió Cervantes también una de sus Novelas ejemplares, La española inglesa. Este marco tiene una potente tradición literaria y no deja espacio a la recursividad psicológica de los personajes, es decir, al ser lo atractivo el decorado y la acción, no es fácil meterse en una profundidad de carácter, o evolución psicológica, de los personajes. Por eso Persiles y Sigismunda son, como todos los personajes de la novela, personajes planos, predecibles. En este sentido, don Quijote y Sancho son muy superiores.
Lo que tiene de original Cervantes en esta novela es su afán de confundirnos y de ser ambiguo, desde la primera página hasta la última. Comienza in medias res, en una isla habitada por bárbaros en los mares del norte, donde al poco de irse formando ya un grupo de personajes, se produce el encuentro entre Periandro y Auristela, que se salvan por los pelos de morir sacrificados. Se hace saber al lector que se hacen pasar por hermanos pero no lo son, porque son amantes y están huyendo de algo. Ante todos los demás, van a decir siempre que son hermanos y que van a Roma para que Auristela aprenda la fe católica, porque en su país de origen “se ha torcido la fe”, es decir, que procede de un país protestante, como Periandro. Son realmente príncipes de islas del norte, Persiles de Tule (Islandia) y Sigismunda de Frislandia, y el motivo de su huida es el matrimonio que había concertado la madre de Persiles del hermano de él, el príncipe Magsimino, con Sigismunda. Como Persiles estaba enamorado de ella, y ella de él y no quería a Magsimino, huyen para casarse libremente en Roma, lejos del alcance de sus familias. 
En esta peregrinación fingida a Roma formarán un grupo con otros personajes, algunos de ellos siendo verdaderos peregrinos. El mayor problema que van a tener es mantener el secreto y, sobre todo, la tapadera de que son hermanos, porque al ser Auristela muy hermosa, serán varios los personajes, o concretamente dos, el príncipe Arnaldo de Dinamarca y el duque de Nemurs, de Francia, los que querrán casarse con ella a cualquier precio.
Pues bien, aquí habrá un viaje, primero por los mares del norte, regiones oscuras y frías, y luego a pie por la Europa meridional: Portugal, España, sur de Francia e Italia, hasta llegar a Roma. Todo esto se ha visto de manera simbólica, e incluso mística, porque van de la oscuridad a la luz, de la barbarie a la civilización. 
Este viaje va a ser muy polémico porque transcurre, o debería transcurrir, por una Europa sacudida por las guerras religiosas, con todo el trasfondo ideológico que había. Lo primero que hay que preguntarse es por qué, cuando están en Dinamarca, no tiran para abajo y van a Roma por tierra, cruzando Alemania. Cervantes prácticamente no menciona Alemania, ni da explicaciones de por qué no van, ni nada. Pero estaba claro: en Alemania se odiaba profundamente a los católicos. Eran como el agua y el aceite.
Entonces, ¿qué hacía que unos y otros fueran irreconciliables? La historia del protestantismo es muy extensa, así que voy a sintetizar al máximo. El primero en cuestionar el catolicismo fue Erasmo de Rotterdam, emblema de los humanistas, que realmente era un sofista, un orador que convence pero que a la vez engaña. Erasmo criticaba la veneración de reliquias de santos, la creencia en milagros, etc. Pero un tema que defendía mucho era el pacifismo o irenismo (Irene es paz en griego), incluso con los turcos, cosa irrealizable. Por esto se dice que Cervantes no era erasmista, porque Cervantes sabía por experiencia propia que con los turcos no hay acuerdo posible. Y por cierto, esto del irenismo era, y sigue siendo, una herejía para el catolicismo.
Pues bien, Erasmo inspiró a Lutero, y se escribían con frecuencia. Pero acabaron peleándose por un motivo muy peliagudo: el libre albedrío. ¿Qué es esto? El libre albedrío es un precepto católico, que viene a decir que puedes salvar tu alma en cualquier momento, aunque hayas sido malvado, si te arrepientes y haces alguna buena obra. Esto, en la práctica, significaba que bastaba con una donación a la Iglesia, o a un hospital, para ir al cielo. Esto daba  pie a chanchullos. A Lutero esto de las indulgencias (así se llamaba el perdón de la Iglesia a cambio de dinero o favores) le irritaba. El caso es que Erasmo no se atrevía a negar el libre albedrío, porque también es un tema muy filosófico, mientras que Lutero sí lo negaba, por eso rompieron relaciones.
Ilustración de la edición del Persiles de 1781 (Madrid). 
¿Qué es lo contrario del libre albedrío? El destino, la predestinación: nada va a salvarte si has sido malvado; las buenas obras, de caridad o lo que sea, no te van a salvar, sino la fe. Esto da lugar a varios cambios radicales: no obedecer al Papa, que favorecía todo lo que diera dinero a la Iglesia; y algo muy curioso relacionado con esto de la fe, que es la libre interpretación de la Biblia. Uno no necesitaba intermediarios para que le explicasen los textos bíblicos, sino que tenía que leerlos y entenderlos como le pareciese, siempre que tuviese fe, se autoconvenciese. Esto dio lugar al idealismo, opuesto al racionalismo católico. La gran ventaja que tuvieron los protestantes es que se les enseñó a leer, mientras que los católicos eran la mayoría analfabetos, por eso nos quedamos atrás en ciencia. Lo peligroso es lo que implica el idealismo: creerse cosas, tomarse la ficción en serio. El idealismo puede llevar a ideas descabelladas, como el nazismo, o como creerse un caballero andante. ¿Ven por dónde van los tiros? ¿Ven cuál era la intención de Cervantes con el Quijote?
Con esto volvemos a Cervantes, al misterioso Cervantes, que en los últimos años de su vida escribe una novela con protagonistas protestantes. Como mínimo, tenía que hacer sonar alarmas en los lectores y en la censura, pero a la censura la burlaba fácilmente: Cervantes se explayaba enormemente siempre que hablaba del catolicismo. Américo Castro, un famoso cervantista, decía que esto era sospechoso. Efectivamente, afirma en exceso para despistar, pero el lector atento puede captar la ironía. Hasta nos da una pista cuando uno de los personajes dice “la disimulación es provechosa”, que, a mi juicio, es la frase que mejor resume el pensamiento de Cervantes.
Pues bien, ¿qué hay en Cervantes y en el Persiles que ponga en duda su apoyo al catolicismo, es decir, a la Contrarreforma? En primer lugar, que en ningún momento hay una sola intervención divina, ni en el Persiles ni en ninguna obra suya. Es más, condena los milagros, porque hace decir a los personajes que hay cosas que no se deben a milagros, sino a misterios, que son acontecimientos que ocurren raras veces, entre otras razones. Otra: un personaje, Mauricio, católico, de un supuesto país católico, Hibernia, dice que en su patria se practica la aberrante ius primae noctis, el derecho de pernada, con lo que parece que la moral católica tiene una eficacia nula ante las costumbres sociales. Otra más: los rituales católicos, que Cervantes se los pasa “por el forro”, con perdón. No hay ninguna ceremonia religiosa católica en el Persiles, no hay ningún cura. En las bodas de la novela, al menos en dos, la de Renato y Eusebia, personajes de la Isla de las Ermitas, y al final, la de Periandro y Auristela, no hay cura ni ceremonia, sino que se realizan por apretón de manos. Cervantes podía haberse inspirado en antecedentes literarios para este tipo de matrimonios, aunque también existían en la realidad, y por cierto estaban mal vistos por la iglesia. Lo que sostenemos aquí es que, Cervantes, como constante defensor de la libertad, apoyaba los rituales civiles. Hay que añadir una cosa más, fundamental, que es una auténtica patada a las convenciones religiosas, que es que la peregrinación es fingida, todo es una farsa.
Pero para algunos autores, como Michael Nerlich, autor de El Persiles descodificado, que se dedicó a estudiar el Persiles en clave mística y religiosa, Cervantes pretendía una especie de sincretismo religioso cristiano y, por lo tanto, no estaba en contra del el protestantismo. Para Nerlich, del Persiles, y por tanto de Cervantes, se desprende una tolerancia religiosa absoluta dentro del cristianismo. Pero sabemos que Cervantes no era protestante, aunque lo tolerase, porque no estaba a favor de la predestinación: en su tragedia La Numancia, hace decir a Cipión “cada cual se fabrica su destino”, lo que equivale al libre albedrío. Por otra parte, Isabel Lozano Renieblas, la más reconocida cervantista española, sostiene que la obra de Nerlich no tiene ni pies ni cabeza porque no hay que buscar otra intención que el sentido estético, ya que, según ella, Cervantes sólo escribía para entretener. Este argumento es indudablemente limitado, muy cerrado en filología sin tocar otras áreas.
Al haber mencionado La Numancia, hay que mencionar otra transgresión de Cervantes: el tema del suicidio. El Concilio de Trento había prohibido el suicidio en literatura, pero Cervantes suicida a todo un pueblo en La Numancia, a Grisóstomo en El Quijote y, en el Persiles, Rosamunda se deja morir de hambre, que no deja de ser otro suicidio. Con esto Cervantes manifiesta dos cosas: que el suicidio no se puede eliminar de la literatura, porque es ficción y no hay que tomársela en serio, no tiene que suicidarse nadie; pero dentro de esa ficción, que también forma parte de la ontología humana, no se puede negar que cada cual es libre de quitarse la vida si tiene razones para ello, aunque sean absurdas, como el caso de Grisóstomo.
No hace falta ser un genio para darse cuenta de que Cervantes defiende constantemente la libertad, la libertad humana, por encima de la moral católica, muy por encima de la predestinación protestante, de ahí que concluyamos que Cervantes era un ateo, racionalista, que ha concebido toda su realidad como católico, eso sí. Este nivel profundo queda sepultado por su disimulación, la burla de la censura, la tradición literaria de la que se sirve y un fino sentido del humor del que a veces no somos conscientes. En el Persiles está todo este artesonado y nos ofrece posibilidades de lectura y de interpretación prácticamente inagotables.
Visto esto, les invito a reflexionar sobre quiénes somos, qué genoma llevamos en nuestra cultura, qué hay de Cervantes en nosotros y, por supuesto, les recomiendo leer atentamente el Persiles.



Bibliografía

CERVANTES, MIGUEL DE (2004), Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Ed. de Carlos Romero Muñoz. Madrid: Cátedra.
LOZANO RENIEBLAS, ISABEL (1998), Cervantes y el mundo del Persiles. Centro de estudios cervantinos.
LOZANO RENIEBLAS, ISABEL  (2008a), "El Persiles hermético". Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America, 26.1 (Spring-Fall 2006 [2008]): 277: 84. The Cervantes Society of America. 
LOZANO RENIEBLAS, ISABEL (2008b), "Religión e ideología en el “Persiles” de Cervantes", en FINE, RUTH, LÓPEZ NAVIA, SANTIAGO (eds.), Cervantes y las religiones. Madrid, Editorial Iberoamericana. 
MAESTRO, JESÚS G. (2017), "Religión y política en el Persiles de Cervantes desde el materialismo filosófico" (Conferencia en vídeo). Oviedo, Fundación Gustavo Bueno. Disponible en:  https://www.youtube.com/watch?v=y-zzsFoT8hY 
NERLICH, MICHAEL (2005), El Persiles descodificado o la Divina Comedia de Cervantes. Madrid, Hiperión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario