A colación del insuperable vídeo de Jesús G. Maestro, me he propuesto intentar comentar el célebre poema de Miguel Hernández, brevemente, con una orientación más de enseñanza media o bachillerato y con unas aportaciones mías.
Dejo aquí el vídeo del famoso profesor:
Él no me conoce a mí, pese a que lo vi una vez en Madrid y lo sigo desde hace unos ocho años, escuchándolo casi todos los días. Soy discípulo en cuanto a lo racional y científico de la interpretación literaria se refiere, hasta donde me es posible. En otros aspectos, albergo dudas y no puedo seguir sus argumentos con convencimiento. Pero ya pensaré en ello y tal vez me atreva a dejar por escrito mi visión del asunto. De todos modos, él estaría orgulloso de hacer pensar a la gente y no de convencerla para que lo sigan, ya que no quiere seguidores, sino "hacer que la literatura tenga valor". Y lo consigue cada día.
El caso que nos atañe ahora es el genial poema de Miguel Hernández, que dice así:
Me tiraste un limón
Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.
Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,
se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.
No voy a contar aquí la vida de Miguel Hernández, ni nada de su obra, de su estilo, de las vanguardias ni de la generación del 27. Todo eso se puede encontrar en cualquier parte.
Y ahora tengo que volver a citar, como he hecho muchas otras veces, a mi otro gran maestro, anterior en mi vida, cronológicamente, al citado Jesús G. Maestro, pues este otro fue profesor mío en la UNED en Madrid, primero en Filología Hispánica y luego en el Máster de Formación e Investigación Literaria, así como mi tutor del TFM. Me refiero a Juan Victorio. La foto que me hice con él en Ordesa se ha hecho muy famosa:
Parece que estoy hablando más de mí que del poema de Miguel Hernández, pero, para justificarme, hay que decir que esto es un blog, donde el autor puede contar lo que le venga a la cabeza y, por otro lado, estoy contextualizando la forma en que el intérprete o transductor del poema va a interpretarlo, siendo yo, ahora, dicho intérprete, con lo que así explico de dónde vienen mis ideas.
Juan Victorio nos enseñó, ante todo, que el decorado de un poema lírico es siempre simbólico. Cuando leí a otros autores, acepté que también podía ser real, de ahí que hablaran de "la doble naturaleza del símbolo", la parte física y real, por un lado, y la connotación que tiene, por otro. Una profesora de mi edad, también de la UNED, que me caía muy bien y me ayudó en alguna cosa, María Martos, insistía en que "si el poema dice que hay un río, es que hay un río", dando más peso a la parte real que a la hermenéutica de Juan Victorio, así que me quedo con las dos. No es incompatible.
Es lo que ocurre con el poema del limón de Miguel Hernández. Hay datos de que fue una anécdota real, de que quien iba a ser su mujer y madre de su hijo, Josefina Manresa, le tiró un limón, que le dio y le dolió, así que la muchacha debía de tener fuerza y puntería. Pero un poeta sabe hacer obras de arte de cualquier anécdota, haciendo de su vida una obra de arte. Para un entendido en poesía como Miguel Hernández, aquel hecho le hizo resonar una serie de conexiones con la poesía clásica española del Siglo de Oro y de antes, de la Edad Media, como nos hace también a quienes leemos su soneto.
Para no olvidar mi intención didáctica de cómo comentar este poema, me sirvo otra vez de Juan Victorio, que ofrecía este esquema simplificado de comentario de texto:
- Tema.
- Estructura.
- Recursos.
- Comentario.
Otro profesor que tuve, Pablo César Moya Casas (los cito a todos porque dejaron en mí su huella, porque la enseñanza es algo que valoro infinitamente, y porque echo de menos tener buenos profesores), decía que había que empezar con una contextualización, es decir, hablar de la época, del movimiento literario, del autor, de su obra, etc. También, con los libros que usé dando Bachillerato, dividí la estructura en dos:
-Estructura externa: la forma del poema, qué tipo de estrofa es, número de versos, métrica, rima, etc.
-Estructura interna: cómo se divide el contenido del poema internamente, es decir, en qué partes puede dividirse.
En las oposiciones, también vi que los recursos lingüísticos y las figuras retóricas son un tema muy extenso, y que también hay que abordar por partes. Pero no voy a meterme ahí en este momento.
He aquí cómo podemos contestar a las partes del comentario mencionadas:
-Tema: "Golpe de atracción amorosa". Una versión más extensa y detallada sería: "Golpe de un limón a un poeta por su amada, con el efecto en aquél de excitación y, a la vez, de enamoramiento triste".
-Estructura externa: soneto clásico. Catorce versos endecasílabos con rima consonante, esquema ABBA ABBA CDE CDE. (En otras ocasiones, ya expliqué que la estructura externa, que corresponde a la forma, es mejor ponerla antes del tema, para abordar el comentario en el orden 1) forma y 2) contenido).
-Estructura interna:
- Primera parte: los dos cuartetos. El poeta sufre el impacto de un limón arrojado por su amada y se excita sexualmente.
- Segunda parte: los dos tercetos. Tras la conjunción adversativa "pero", y tras el lanzamiento del limón, el poeta se queda prendado de la sonrisa de la mujer, se sosiega y la excitación se torna en enamoramiento que augura tristeza, al acabar con la palabra "pena".
Este final concentra una constante en la obra de Miguel Hernández, la del sufrimiento de vivir, con tanto dolor que siempre hay en la vida. Todo acaba en pérdida. Para amar hay que estar preparado para sufrir, para pasar miedo, culpa, celos, dudas, y todo lo que decía Lope de Vega en "Quien lo probó lo sabe". Hernández también hablaba del sufrimiento constante en el poema que da título a su mejor poemario, "El rayo que no cesa", que también comenta Jesús G. Maestro.
En recursos, me permito presentar anotaciones en el poema, que en ningún caso sirve como trabajo final, sino como borrador de lo que vamos a decir. Sin embargo, cuando mando comentar un poema en un examen, la mayoría de mis alumnos me hacen esto, garabatear en el poema, y muy pocos exponen debidamente esos datos en la hoja.
Como decía Juan Victorio, no queda mal combinar el apartado de recursos con el de comentario. Se pueden buscar figuras retóricas y aspectos lingüísticos reseñables en cada verso o cada estrofa y aprovechar a comentar algo al respecto. De todos modos, cuando terminemos, conviene añadir un apartado de conclusiones o un párrafo de cierre.
Así que vamos a hacerlo. Vayamos verso a verso y estrofa por estrofa:
Primer cuarteto
Verso 1
"Me tiraste un limón". Nada más comenzar, destaca la función apelativa a un "tú" lírico, lo que se conoce como "lírica del vocativo", que en este caso no cita apenas pronombres (se verán en el primer terceto), omitiendo el sujeto, ni tampoco apostrofa a la amada, aunque sepamos que es Josefina Manresa. La expresión amorosa dirigida hacia afuera, a un "tú", sobre todo cuando se trata de una persona real, remite a una larga tradición literaria, con gran peso del amor cortés medieval, y también conecta con ideas filosóficas de lo benéfico del amor al atenuarse el ego por amar a otra persona, como explicaba Byung-Chul Han en La agonía del Eros.
El limón, por su parte, es un símbolo que también es de una larga tradición. Alude al goce sexual con alguien joven, por su sabor intenso, por ser "el fruto que nunca madura", porque siempre está ácido y nunca llega a estar dulce. La tradición literaria demuestra este hecho:
Gentil caballero,
dédesme hora un beso:
siquiera por el daño
que me habéis hecho.
Venía el caballero,
venía de Sevilla,
en huerta de monjas
limones cogía,
y la prioresa
prenda le pedía:
“siquiera por el daño
que me habéis hecho”.
"Coger limones" es tener relaciones con mujeres jóvenes (monjas), provocando celos en la prioresa. En otros textos líricos donde se menciona el limón, tiene el mismo sentido:
Por las riberas del río
limones coge la virgo.
Limones coge la virgo
para dar al su amigo.
Es decir, que la chica joven (virgo) le da "limones" a su amigo: le da placer sexual.
Y las jóvenes que están bien casadas y disfrutan con un novio joven, están así de bien, en contraposición a quien no puede disfrutar:
Lávanse las casadas
con agua de limones;
lávome yo, cuitada,
con penas y dolores.
De manera que todo el poema va a girar en torno al poderoso símbolo erótico que es el limón.
"...y tan amargo": la conjunción totalmente innecesaria provoca extrañamiento, una especie de polisíndeton sin haber otra "y" antes, que hace que el sintagma añadido gane peso. No es nuevo insertar conjunciones innecesarias y casi agramaticales en poesía, pues ya lo hacía Lope de Vega:
Es la mujer del hombre lo más bueno,
y locura decir que lo más malo,
su vida suele ser y su regalo,
su muerte suele ser y su veneno.
Aparte de conseguir la sílaba necesaria para el endecasílabo, se gana atracción sobre el texto (función poética) y parece resonar gracias al paralelismo con el verso siguiente.
Verso 2
"con una mano cálida, y tan pura". Llama la atención el adjetivo "cálida", que es claramente subjetivo, pero no va antepuesto al sustantivo como suele ocurrir. Equivale a "una cálida mano", pero de nuevo el poeta se sale de los cánones fingiendo especificativo un adjetivo explicativo, valorativo, pues esa mano es cálida para él, desde su punto de vista.
Hay una antítesis entre "limón" (v. 1) y "mano cálida" (v. 2): el limón es fresco y la mano es cálida, por lo que es llamativo ese contraste.
El paralelismo entre "y tan amargo" (v. 1) e "y tan pura" (v. 2) logra musicalidad nada más empezar el poema y, lo que es más importante, el paralelismo semántico entre el limón y ella, la mujer, en ese momento representada solamente por su mano, que es una sinécdoque de toda ella. Entendemos desde este instante que ella es como ese limón.
Verso 3
"que no menoscabó su arquitectura". "Arquitectura" es un término metafórico para referirse a la belleza de su mano.
Verso 4
"y probé su amargura sin embargo". Resalta la similicadencia de rimas en -ura, con "pura", "arquitectura" y "amargura", muy sonoras. Esos sonidos imprimen una huella en el lector y parecen sugerir algo en lo cual se insiste, como explicaba Dámaso Alonso siguiendo la corriente de la estilística, con el célebre ejemplo de Góngora, "infame turba de nocturnas aves", con esa pesada sílaba "tur".
"Amargura" forma una derivación con "amargo". No hay que confundir el políptoton, que es la cita de dos palabras que se diferencian por sus morfemas flexivos, con la derivación, que es con morfemas derivativos. La repetición del lexema en amargo-amargura insiste en ese sabor, tan característico del limón, pero también puede haber dilogía, al entenderse la amargura tanto como el sabor como el estado anímico.
"Sin embargo" quiere decir sin impedimento, sin obstáculos, que probó "bien" ese limón, y el golpe le dio de lleno.
Segundo cuarteto
Verso 5
"Con el golpe amarillo, de un letargo". "Golpe amarillo" es una sinestesia, al combinarse una sensación táctil (golpe) con una visual (el color), pero a la que podría añadirse también el sabor, puesto que el color amarillo, de por sí, sugiere amargor, porque la palabra ha evolucionado de ese término: amarus > amargo > amarguillo > amarillo.
Verso 6
"dulce pasó a una ansiosa calentura". Hay un encabalgamiento abrupto entre los versos 5 y 6, como los habrá también entre los demás versos de toda la estrofa. Dan fluidez al discurso y permiten el desarrollo de la idea, que no cabe en un verso.
"Letargo dulce" (vv. 5-6): el adjetivo vuelve a ser como el referido en el verso 2, es subjetivo, por lo que debería decir "dulce letargo", pero sorprende más al estar detrás del sustantivo.
"Dulce" forma antítesis con el amargor del limón, que se ha repetido en la primera estrofa.
"Letargo dulce" también contrasta, en otra antítesis, con "ansiosa calentura": el sosiego se opone al deseo febril.
"Ansiosa calentura" es metáfora de 'excitación sexual'. De nuevo, contrasta la "calentura", el calor, la fiebre, con el frescor del limón, que alivia la excitación (satisfacción sexual).
Verso 7
"mi sangre, que sintió la mordedura". De nuevo encabalgamiento, muy abrupto, entre los vv. 6 y 7, y hay un hipérbaton porque "mi sangre", que es el sujeto de la oración, debería ir al principio: "Mi sangre pasó de un letargo dulce a una ansiosa calentura".
"Mi sangre" es una sinécdoque: es él, o su corazón.
Versos 7 y 8
"la mordedura / de una punta de seno duro y largo". Encabalgamiento entre los versos 7 y 8, generando expectación sobre de qué es la mordedura, que hay que leer en el verso siguiente. El sintagma preposicional extiende la metáfora en todo el endecasílabo.
"Mordedura de una punta de seno" es una figura retórica compleja. Por un lado, el golpe del limón de con uno de sus picos duele como una mordedura, por lo que consta esa metáfora. Por otro lado, hay una hipálage, una conmutación de actos y efectos, pues el seno no es el que muerde, sino que es el amante el que muerde el seno en un acto erótico, pero así queda mucho más disimulado.
Toda esa "mordedura de una punta de seno duro y largo" es una metáfora de la excitación sexual que provoca la mujer con el simbólico acto de tirar el limón. Es el pezón de ella el limón. Hay una relación de identidad. Son metáforas dentro de metáforas: la punta del pezón es la punta del limón, pero también a la inversa.
Primer terceto
Verso 9
"Pero al mirarte y verte la sonrisa". La conjunción adversativa "pero" va a dar un giro semántico al poema. Toda la sexualidad desbocada se tornará en un estado amoroso sereno y racional.
Destacan los tres pronombres personales átonos "te", que tanta atención concentran en la amada del poeta, a la que invoca así: "mirarte", "verte" (v. 9), "que te produjo" (v. 10).
En encabalgamiento entre los versos 9 y 10 es mucho más sutil: "la sonrisa / que te produjo...".
Verso 10
"que te produjo el limonado hecho". Un verso sencillo, con humor en la manera de referirse al golpe del limón arrojado, "el limonado hecho", con el adjetivo inventado, como haría Quevedo, que acuñaba muchos términos graciosos: por ejemplo "batalla nabal" (de tirarse nabos, en El Buscón).
Verso 11
"a mi voraz malicia tan ajena". "Voraz malicia" es metáfora del deseo sexual. Además, hay una paradoja entre en determinante posesivo "mi" y "tan ajena", como que algo suyo no es suyo, como diciendo que él no es realmente él cuando siente ese deseo sexual.
Segundo terceto
Verso 12
"se me durmió la sangre en la camisa". Hay una personificación o prosopopeya en "se me durmió la sangre", porque la sangre no duerme. Pero es mucho más complejo. "Se me durmió la sangre" es una metáfora de "se sosegó mi corazón", es decir, que se calmó. La "sangre" es el brío o capacidad de estimularse. Siempre se ha dicho que, cuando alguien "no tiene sangre en las venas", es insensible o inhumano.
"La camisa" es una metáfora compleja de larga tradición. Es casi una metonimia, porque la camisa es una parte del amado y lo define, por ser una prenda pegada al cuerpo. En la Edad Media, una camisa era casi una prenda íntima, delicada y más cara que cualquier otra prenda.
La mención de las camisas como metonimias del amado están en la lírica popular gallega:
Levantou-s’a velida,
levantou-s’alva,
e vai lavar camisas
eno alto:
vai-las lavar alva.
(Levantose bella, levantose al alba, y va a lavar camisas en lo alto, va a lavarlas al alba.)
Explicaba Juan Victorio que, en ese poema, y en otros en que se habla de lavar camisas, puesto que lavar, mojarse o beber aguas limpias y frescas representa la satisfacción amorosa, el hecho de lavar camisas significa tener amores. Además, el alba simboliza la juventud, y estar en lo alto, también suele aludir, en ese contexto, al disfrute erótico.
Esta es mi aportación al comentario de Jesús G. Maestro. Que hable Miguel Hernández de "la camisa" es una alusión a la poesía lírica tradicional. Y la camisa, además, envuelve al pecho, sede del corazón, y no es casual que Garcilaso de la Vega, y Boscán antes que él, hablaran tanto de telas y de hábitos como atuendos relacionados con el amor.
Por eso, las interpretaciones freudianas de la camisa como prepucio, de lo que se burla con razón Jesús G. Maestro, no tienen sentido, y hablan más de la depravación de los intérpretes del poema que del propio poema. Aquí, por ejemplo, dicen que la camisa es el sexo masculino:
"y se volvió el poroso y áureo pecho". Metáfora del pezón, otra vez asemejado con un limón, que, a su vez, quedan identificados el uno con el otro, con todo el simbolismo de la satisfacción sexual que proporciona una mujer joven con los pezones duros (perdón por lo explícito, pero es así).
Verso 14
"una picuda y deslumbrante pena". Son adjetivos muy originales y vanguardistas, también metafóricos, pero choca, sobre todo, lo visual y táctil de estos adjetivos físicos con el término "pena" que es abstracto. Pablo Neruda escribió en alguna parte algo como "un poeta es alguien que une un sustantivo y un adjetivo que jamás han estado juntos".
Esa mención final de la pena es, como se mencionó al principio, una aceptación de que la vida es dolor y sufrimiento, que todo desemboca en pérdidas. El amor se termina, la vida se termina. Si el poeta se quedara sólo con la excitación sexual o un amor ideal, sólo vería una primera capa de la realidad, cuando es mucho más profunda. Por eso Miguel Hernández habla tanto de dolor y de pena: "Tengo estos huesos hechos a las penas" (que es otro de mis sonetos favoritos), "No cesará este rayo que me habita"... No deja de contemplar los dos extremos de la existencia, el goce y el dolor, la ilusión y la pérdida. Como gran heredero de la tradición barroca, siempre tiene en cuenta la mayor aportación de España al mundo: el desengaño. Se desengaña como Quevedo, que sabe que detrás de todo está la muerte.