domingo, 22 de noviembre de 2020

La cama de hojas de roble

Cuán diferentes son las cosas desde ópticas diferentes, desde un punto distinto de visión o, al ser el espacio y el tiempo una sola dimensión, siendo ese punto tanto un momento como un lugar diferente. Un momento, más bien. El espacio es fácil de manejar, porque cambiar de lugar es relativamente sencillo. Pero ¿cómo desentrañar la radical diferencia de las cosas vistas desde puntos temporales diferentes? 

Me decían que me tenía que preguntar "¿quién soy?" y actuar en consecuencia a la identidad encontrada. Pero no puedo ver ni tocar nada constante. Ni siquiera los faraones egipcios llegaron a ser eternos. Por eso, la pregunta que me quiero hacer es: "¿quién soy ahora?" Pero tampoco es fácil saberlo.

Hoy quiero desahogarme hablando en primera persona, no escudándome tras personajes de ficción como Heliodoro Peces, ni tras retahílas de palabras en un ensayo. Como siempre digo, esto iba a estar en un cuaderno, pero en esta época este soporte parece más útil. De este modo, me vienen a la mente personajes como los de Dostoievski, que narran todos sus pensamientos, o es el narrador quien lo hace; es el de Apuntes del subsuelo el que me viene ahora a la cabeza, por conectar con la idea que voy a circunnavegar durante el rato que esté sentado ante el ordenador.

Yo era otro cuando leía a Dostoievski. Tenía veintidós o veintitrés años. Estudiaba Filología Eslava. Trabajaba en Iberia. Allí, en el hangar 6, mientras trabajábamos con los ya extintos MD80, a veces me llevaba fotocopias de la carrera para intentar leer en los ratos en que se pudiese. Dejé una copia impresa bajada de internet de Apuntes del subsuelo en el pupitre del jefe de equipo, Emilio Fuentes. Los pupitres eran para los papeles del trabajo, pero a veces había ahí periódicos o papeles de todo tipo. Entonces, en un momento en que volvía yo de trabajar en el avión al pupitre, me sorprendí de ver al hombre más mayor de nuestro equipo, Pedro Sorando, "el Sori", un hombre apacible, generoso, amable, que creía sencillo y nada interesado en literatura rusa, leyendo atentamente los folios de la novela.

-Esto es bueno -decía, sin conocer nada del autor.

Recuerdo que esa pequeña novela comenzaba diciendo "Soy un enfermo". Quizá en ruso debía entenderse como "estoy enfermo", pero da igual para el caso: ese personaje sabía quién era en ese momento.

En el caso del escritor ruso, que llegaba a conocerse, expiarse y mostrar los extraños vericuetos psicológicos por los que transitaba, al mismo tiempo que impulsaba el género de la novela por nuevos derroteros artísticos, éste halló ser víctima de una patología y partía de ahí en sus acciones subsecuentes. Pero yo no encuentro ningún punto del que partir.

Han pasado casi veinte años desde aquel día en que, vestido de mecánico, yo quería ser algo más cultivándome con estudios. Hoy, o hace dos días, quería volver a ser técnico en mantenimiento de aeronaves para poder volver a aspirar a algo más. Dejé de ser mecánico en agosto de 2018. Desde entonces, he desarrollado una actividad supuestamente intelectual, la de profesor de enseñanza secundaria. Esto es supuestamente el fruto de todo aquello que leía y estudiaba, desde aquella primera licenciatura. Sin embargo, una y otra vez quiero huir, incluso sabiendo que Iberia ya no es como aquélla ni podrá volver a serlo, con la única esperanza de que, con ese trabajo "no intelectual", volviese a leer y a escribir. Me debato entre las dudas cada semana, oscilando como un péndulo, entre dejar la enseñanza, con la plaza de funcionario de carrera (un papel, ni siquiera un diploma como debiera, que no honra para nada lo que cuesta obtenerlo) y volver a las penurias físicas del trabajo con aviones, o seguir quemándome en esta guerra de desgaste, que es la docencia, con la esperanza de adaptarme algún día y poder volver a crecer como persona, estancado como estoy desde el citado año.

Perdonad por estas dudas tan personales y mundanas que a nadie importan. Lo importante sería aportar algo con lo que todos, en mayor o menor medida, pudieran identificarse. Por eso ahora pasaré a mi eterno péndulo del asunto amoroso. ¿Leerá alguien esto y me acusará de algo? Sí, todavía estoy ahí, como el dinosaurio de Monterroso. La misma mujer de la que hablo siempre a mis pobres cansados amigos, con la que he terminado y vuelto innumerables veces. Todavía. Ese "todavía" que ya parece sospechoso de implantarse en un mucho más pesado adverbio de tiempo que, como una reforma ciudadana de Le Corbusier, lo ocuparía todo y borraría o distanciaría incluso a antiguos amigos. Pero, si la ciudad no está bien hecha, ¿hay que decantarse por la obra nueva? En cierto modo, la obra ya está empezada y no sabemos si desmantelar lo hecho, volviendo a lo que había, al tonto yo juvenil que tampoco llegó a ninguna parte, o a una extraña especie nueva y actual de mí, semiabandonado, desilusionado, pero suficientemente agradecido con pequeñas cosas para poder seguir viviendo. Pequeñas cosas que esa irreductible mujer, siempre presente, proporciona incondicionalmente, pensando más en mí que en ella misma, con el caro coste de esperar el mismo amor y fidelidad por mi parte. Un amor cuya duda es mejor no decir ni mostrar, sino guardarme para mí. ¿Cómo puedo lidiar yo con eso? Tan difícil es como adaptarse a la docencia para poder crecer.

Esta foto es de hoy:


Me he compadecido de ese roble que se ha horadado la carne con la dura piedra, cicatrizando sobre ella, para lograr, finalmente, crecer. He pensado que era el mensaje que quería darme: hay que intentar vencer los obstáculos, por doloroso que sea el proceso. He pensado, con esa imagen, que volver atrás no sirve ya. ¿Cambiar a mi anterior trabajo? Me viene a la cabeza el poema "Peregrino" de Luis Cernuda. O el verso de una canción de J. Sabina: "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver".

¿Y volver a la plena soltería, buscando otra vez? ¿Buscando qué, exactamente?

Hoy también me ha parecido que ya lo había encontrado todo y que no queda nada que buscar. En ese lugar ladera arriba por un camino de Cercedilla, ha ocurrido algo. Ha ocurrido que durante el tiempo en que estuvimos allí no pasó nada, ni dentro ni fuera; de mí, al menos. 

Me había llevado el cuaderno para escribir, el cuaderno verde que me regalaron los alumnos de 3º de ESO del primer año. Iba a sentarme en una piedra para realizar esa labor. Pero no estaba cómodo y no notaba que tuviera nada que dejar por escrito en ese momento. En cambio, brillaba un sol apacible entre las ramas, no se oía a nadie y piaban los pájaros. Me tumbé en un trozo de suelo sin piedras y alfombrado de hojas de roble, que crujieron suavemente bajo mi cuerpo. Recosté la cabeza en una piedra redondeada con musgo, aunque aporté mi chaqueta a la mullida superficie. Cerré los ojos, tornándose la visión en cálida oscuridad roja por el sol que me bañaba la cara y atravesaba mis párpados. El sol de otoño es una bendición. Parece el sol más antiguo, al desvelar formas y sombras mágicas y tornar el mundo en dorado por sus rayos y las hojas de los árboles. El día anterior, en El Escorial, con perdón por la analepsis, recordé cuando me creía yo sol:


El sol me recordó querer iluminar, cuidarme para emitir una gran cantidad de energía, no tanto para asombrar al mundo, sino para dar lo que saliera de mí. Pero ya no soy sol, ya me he perdido, sin saber quién soy ni adónde me dirijo, casi sin memoria al no saber ni quién fui. Quizá sea ya luna, astro de la luz falsa, deseoso de reflejar luz proveniente de otro astro, de circular fantasmagórico cambiando de fase. 

Mientras tanto, volviendo al momento presente -en esta narración y en aquel momento-, seguían cantando los pájaros, que entreveía con los párpados entornados, sobre todo en un esbelto y delgado roble que sorprendentemente mantenía bastantes hojas, frente a otros que estaban completamente expoliados de su noble follaje. Un carbonero saltaba de rama en rama con agilidad y, seguramente, felicidad supremas. Noté que ese roble tenía muchas agallas o agallones, ese falso fruto (¿también puede que yo dé falsos frutos?) que forma el árbol para intentar engullir huevos de cierta avispa que precisamente pasa a larva protegida por la materia vegetal dura y seca de la agalla. El roble, o los árboles en general, siempre sufren para que vivan los demás. No me extraña que el símbolo del Cristianismo sea una cruz leñosa.



Se dice que el roble es un símbolo del valor guerrero, quizá de virilidad, quizá del éxito en las campañas guerreras. Las insignias militares tienen hojas de roble, por tanto, en su origen se asociaría al dios Marte. Se opone al laurel, según entiendo, al ser éste el atributo de Apolo, dios de las artes, aunque la corona de los emperadores romanos fueran de hojas de laurel (en oro), no de roble. Parece que el honor de las hojas de roble está a la zaga de las del siempre verdeante laurel, con el que no se puede competir. Sin embargo, en ese momento que quería vivir intensamente en el presente, me acogía una cama de hojas de roble, del valor guerrero, que en algún momento entendí no ya como tal, dados los tiempos sin guerra, sino como del valor de enfrentarse a las cosas en la práctica. El roble honra lo que se ha llevado a cabo con mayor o menor éxito, honra el valor de enfrentarse al enemigo real, a las dificultades reales. El laurel es para elogiar la palabrería. El roble es para los que luchan. ¿Qué preferiría Cervantes, si pudiera? Aunque hubiera ganado la eternidad con el Quijote, seguramente su orgullo personal se erguiría en Lepanto, "la más alta ocasión que vieron los siglos".

Allí estaba yo en mi cama de hojas de roble, tras quince años de mecánico para nada, unas oposiciones para nada, dos años y pico de profesor de adolescentes, para nada. Criando agallas, un falso fruto.

Miré las hojas del suelo de cerca. Había una con una hormiguita. La hormiga recorría los rebordes caprichosamente redondeados de la hoja, como si simbolizase las dificultades, para recordar que no hay un camino recto ni sencillo, que hay que horadarse la piel sobre la dura roca si nos estorba el crecimiento, que no hay gloria posible si no es en la práctica.

¿Y quién soy ahora? Un guerrero cansado de la vida, pero aún de servicio y con la obligación de crecer.

Que es mi barco mi tesoro...

Que es mi vida mi tesoro. Vida, eso soy, otro otoño más, a la espera de la primavera. Eso debe pensar el roble.






lunes, 3 de agosto de 2020

Plantas silvestres en la costa cantábrica

En un viaje reciente por Cantabria, tuve la enorme suerte de recibir las enseñanzas de un hombre muy generoso que conocí en un lugar cerca de Santillana del Mar. Durante el paseo por las verdes colinas junto a la costa, me fue indicando los nombres de las siguientes plantas que copio a continuación.
En cuanto tenga tiempo, haré, si procede, las correcciones y añadiré los nombres científicos y más información.
No solamente hay hierbas, sino también árboles, arbustos y algún hongo.


Angélica

Angelica archangelica.




Brezo

Calluna vulgaris.


Cola de caballo

Equisetum arvense.



Correhuela


Convolvulus arvensis.




Endrino


Prunus spinosa. Con sus frutos se hace el pacharán.



Estramonio


Datura stramonium. Echa flores blancas.



Eucalipto


En la foto, se aprecia la especie invasora, el eucalyptus a la izquierda, mientras que a la derecha permanece el bosque autóctono de castaños (castanea sativa).



Helecha


Es lo primero que crece de un terreno devastado, ya sea por quema de rastrojos o desbroce. Se distingue del helecho porque tienen un solo tallo, mientras que los demás helechos crecen en matas de varios tallos.



Hierba de San Roberto


Geranium robertianum.






Hierbabuena


Mentha spicata. El ejemplar de la foto mide más de un metro de alto.




Hinojo marino


Crithmum maritimum. Esta planta era muy valorada por los marineros porque, cuando en sus viajes se quedaban sin naranjas ni limones, recogían de las costas esta planta, que conservaban en vinagre, y les suplía de vitamina C para evitar el escorbuto.



Hongo yesquero


Polyporus fomentarius. De este hongo que crece en los troncos de los árboles -es un parásito-, dicen que es la mejor yesca posible, ya que arde muy bien cuando está seco.




Junco negro


Schoenus nigricans. Se dice de esta planta que indica presencia de agua bajo tierra en donde crece.




Lengua de ciervo


Asplenium scolopendrium. Es un tipo de helecho. Debajo de las hojas crecen las semillas, en forma de bultos alargados.




Llantén mayor o llantén común


Plantago major.



Madreselva de los bosques


Lonicera periclymenum. Planta trepadora, pero distinta de la que comúnmente llamamos "madreselva".



Nogal


Juglans regia



Salcina o sauce (?)

No logro encontrar el nombre científico de esta especie ni confirmar el nombre común que me dijeron. No es un sauce normal. 
También había allí laurel y quizá he confundido la foto.




Saúco


Sambucus.



Tojo


Ulex europaeus. Matorral espinoso que pincha bastante.




Tomatera del diablo.


Solanum nigrum. Las hojas se parecen a las de la tomatera normal, mucho más pequeñas.




Zarzaparrilla


Smilax aspera.




martes, 26 de mayo de 2020

Pautas para el comentario de texto literario. Ejemplos resueltos de Bécquer y Rosalía de Castro.

Estas pautas son una explicación suficientemente válida para niveles educativos de secundaria o para bachillerato en institutos de nivel medio o bajo. NO es un manual académico, sino una guía asequible para todo tipo de alumnos. Es el material que como profesor de secundaria utilizo normalmente y comparto aquí por si le sirve a otros profesores y alumnos.

***


Un comentario de texto es un texto académico que analiza rigurosamente un texto, en algunos casos literario y en otros no literarios (normalmente periodísticos), con coherencia, cohesión y un determinado orden, en donde se trata de demostrar un alto conocimiento del texto analizado. Recordemos que es un texto académico o científico, por tanto, ha de utilizarse un lenguaje adecuado a dicho ámbito. En este caso trataremos el comentario de un texto literario.

Los errores más comunes son:
  • Uso de la primera y segunda persona, al estilo coloquial: “Yo pienso que…”, “Esto es como si te pasa…”. Se utilizará siempre la tercera persona, tratando de buscar la objetividad y la impersonalidad.
  • Incluir opiniones personales: “Me ha gustado porque…”, “Mi opinión es…”. Esto se permite hasta 4º de ESO, no en bachillerato. En los textos académicos, no debe importar la opinión del que lo ha escrito, sino lo acertado que sea el análisis.

No obstante, un comentario de texto puede ser expositivo-argumentativo e incluir cierta subjetividad, pero ha de mostrarse con sutileza. Una opinión podría mostrarse con cierta impersonalidad, sin dejar de ser una opinión: “Podría considerarse que el poema tiene calidad literaria porque…”, “Según parece, lo que se expresa en el poema…”. También se puede delegar la responsabilidad de lo dicho a otras personas: “Según expertos en la materia como D./Dña…”. 

Un posible orden para comentar el texto, aproximándonos desde lo externo (forma) a lo interno (contenido), será:


1) Contextualización: se redactará la información siguiente:

a. Se especifica si el texto está en verso, en prosa o es dialogado (en caso de ser teatro);
b. Se dice el género al que pertenece: si es de género lírico, narrativo o dramático. En caso de saberlo, se dice también el subgénero.
c. Se dice el movimiento literario al que pertenece (Romanticismo, Realismo, Naturalismo, Modernismo, etc.) y se exponen brevemente las características de dicho movimiento.
d. Se nombra al autor y se expone brevemente la época en la que vivió (primera o segunda mitad del sigo que sea, por ejemplo), los principales rasgos de su estilo y se nombran sus obras más conocidas. Si se sabe, se dice a qué obra pertenece el fragmento que se va a analizar.

2) Estructura externa: si el texto es en prosa (un fragmento de cuento o novela), basta con decir cuántos párrafos lo forman. En cambio, cuando sea en verso:

a. Esquema métrico: contar las sílabas de los versos (7, 8, 11... mejor decir el nombre: heptasílabos, octasílabos, endecasílabos...) y poner el esquema de la rima (ABBA, ABAB, etc.). Letras mayúsculas cuando sea de arte mayor, minúsculas con versos de arte menor. Se pone a final de cada verso los números con sus letras.
b. Decir si la rima es asonante o consonante.
c. Decir cuántas estrofas tiene el poema. Si son estrofas de un tipo conocido, decir cómo se llaman (cuartetos, serventesios, tercetos, etc.). Si el poema es irregular o está en verso libre, y si hay agrupaciones de versos, en este caso no se llaman estrofas, sino “secuencias de versos”.
d. Si es un soneto o un poema estrófico o no estrófico conocido, decirlo (soneto,  romance, octava real, tercetos encadenados, etc.). Si no es nada conocido, se dice algo como “el poema consta de X estrofas (o secuencias de versos) de X versos cada una…”.

(A partir de aquí, ya entramos en el contenido del texto. Nota para profesores: aunque algunas figuras retóricas que se verán puedan ser relativas a la forma, se incluyen en este bloque para simplificar la redacción.)

3) Resumen: extraer la información más relevante del texto, evitando, a ser posible, copiar palabras o frases literalmente, y reescribir el contenido abreviado de manera que se comprenda el sentido general del mensaje del texto. En poesía el resumen puede ser difícil, pero se puede hacer.

4) Tema: enunciado muy concreto y sintético que exprese con precisión y mayor brevedad que el resumen de qué trata el texto. Es parecido al titular de una noticia de periódico. Conviene usar sustantivos abstractos, por ejemplo: “Sentimiento de desolación por la pérdida de la amada”; “Alabanza del color negro de ojos como expresión de erotismo”.

5) Estructura interna: en qué partes puede dividirse, según lo que esté tratando, y un breve resumen de cada una. Hay que indicar claramente por escrito (no vale pintar rayas en el texto) cuál es cada una de estas partes.
  • Si es un texto en prosa: indicar cada parte por número de línea o por párrafos.
  • Si es un poema: indicar cada parte por número de verso o por estrofas.  

Esto nos puede ayudar a hacer el resumen, si hemos tenido problemas al hacerlo anteriormente.

6) Recursos lingüísticos y figuras retóricas: señalar todo lo interesante del uso del lenguaje. No es necesario decir todo, sino lo más relevante. Aun así, este apartado suele ser el más extenso y complejo.

a. Persona gramatical: quién habla y a quién se está dirigiendo. Indicar con qué palabras se muestra esto, que tienen que ser pronombres, determinantes y verbos. Ej.: Mi noche, La voz a ti debida, Voy soñando [yo]…
b. Tiempos verbales: hay que indicarlos y decir por qué: si están en formas de presente, el poema puede expresar algo presente o atemporal; si están en pretérito, se está refiriendo a algo que ocurrió, etc.
c. Sustantivos: indicar si son concretos o abstractos y si están distribuidos de cierta manera. Por ejemplo: los concretos al principio y los abstractos al final del poema.
d. Concretar si abundan más los sustantivos o los verbos. Si hay más sustantivos, el poema pretende transmitir ideas o conceptos; si hay más verbos, se está centrando más en destacar acciones y la sensación que transmiten. Si los verbos están en infinitivo, se aproximan en su función a los sustantivos (expresar ideas).
e. Adjetivación: comprobar si es abundante o no. Mencionar si los adjetivos van antepuestos o pospuestos, es decir, delante o detrás de los sustantivos. Cuando vayan antepuestos, estarán indicando subjetividad (su dulce mirada).
f. Campos semánticos y asociativos: localizar palabras que tengan relación de significado. Los campos semánticos están relacionados con el tema del texto. Hay que indicar siempre un término que defina a qué campo semántico pertenecen las palabras encontradas. Por ejemplo: campo semántico del dolor: puñal, acero, frío, traición.
g. Funciones del lenguaje: mencionar qué funciones de lenguaje predominan en el texto (referencial, apelativa, expresiva, poética, etc.), indicando por qué. Por ejemplo, si decimos que aparece la función poética, diremos que es porque se pretende embellecer el mensaje y se utilizan figuras retóricas.
h. Figuras retóricas: localizar todas las figuras retóricas, o las más relevantes, del texto, ya sea en prosa o en verso. Es necesario citar las palabras concretas entre comillas y el número de verso o de línea en el que están, o al menos el número de estrofa. Por ejemplo: hay una metáfora en el v. 3, “sábana de espumas”.

7) Comentario: en este apartado final, relacionaremos el poema con nuestros conocimientos de literatura o de otros ámbitos. Se trata de demostrar la completa comprensión del relato o poema, explicando su sentido profundo, con la posibilidad de aportar información que nos haya sugerido el texto y que sea de interés. 
Normalmente, los textos para comentar proceden de importantes obras literarias del patrimonio mundial. Por tanto, no es buena idea incluir aquí críticas negativas, ya que quedará patente nuestra ignorancia. Al contrario, una valoración positiva nos ayudará a cerrar el texto: “Con todo lo dicho, se aprecia la enorme calidad de la obra y el ingenio de la artista, Rosalía de Castro, que logra transmitir…”. Etc.


En ocasiones, no está del todo mal explicar la estructura externa junto a la interna, después del tema y del resumen, porque también estaremos siguiendo cierto orden.


Ejemplos de comentarios resueltos


Rima LII de Gustavo Adolfo Bécquer


Como ejemplo, adjuntamos un famoso poema de Bécquer comentado. Se ha tomado el modelo de El velero digital con algunas modificaciones.


Nota importante: aunque lo hagamos aquí punto por punto, un buen comentario de texto no debe mostrarse esquematizado, como ponemos a continuación, sino redactado como un solo texto con coherencia, cohesión y adecuación. Es muy importante que esté bien redactado y con conectores discursivos.

1) Contextualización: características generales del texto.

Es un texto literario, de género lírico, en verso. Pertenece a la época literaria del Romanticismo, que se caracteriza por el subjetivismo, la evasión de la realidad, la importancia del paisaje, el irracionalismo y la libertad creadora. El autor del poema es Gustavo Adolfo Bécquer, representante del Romanticismo de la segunda mitad del siglo XIX, de estilo más cercano e íntimo que Espronceda. Es conocido por su obra “Rimas y leyendas”. El poema a continuación pertenece a la parte del libro en verso, “Rimas”.

2) Estructura externa: indicar si se compone de estrofas, cuántas son y su esquema métrico. Si es un texto en prosa, indicar cuántos párrafos tiene.

Externamente, el poema consta de cuatro estrofas de cuatro versos. Son endecasílabos los tres primeros y heptasílabo el de cierre, con rima asonante (o-a) los pares (11 –, 11 A, 11 –, 7 a).

3) Tema: decir con precisión de qué trata en pocas palabras.

El poeta expresa a la naturaleza su deseo de muerte o aniquilación debido a un angustioso dolor que lo llena de desesperación.
No dice que se trate de un mal de amor, pero es lo más probable.

4) Resumen: describir lo que se cuenta en el poema o relato, sin interpretaciones.

El poeta pide a distintos elementos de la naturaleza: agua (olas gigantes), aire (ráfagas de huracán) y fuego (rayos de una tempestad), que se lo lleven para así liberarse del sufrimiento que lo atormenta.

5) Estructura interna: partes en las que se divide temáticamente y de qué tratan.

Se divide en dos partes.
  • Primera parte: las tres primeras estrofas (v.1-12). Trata de una apelación y de una petición. El poeta se dirige con desesperación al mar encrespado (olas gigantes), al huracán y a la tempestad, con la intención de que ser arrastrado por la naturaleza violenta. Cada estrofa acaba con el mismo verso suplicante: “¡llevadme con vosotras!”.
  • Segunda parte: la cuarta estrofa (v.13-16). Explica el motivo de su petición: tiene pavor a la soledad en ese estado de dolor, por lo que desea que le arranquen la memoria.

6) Recursos lingüísticos: señalar todo lo interesante del uso del lenguaje (persona gramatical, tiempos verbales, adjetivos… funciones del lenguaje, figuras retóricas…).

La función apelativa domina el texto: el imperativo "llevadme" lo encontramos en las cuatro estrofas, además de en el uso de la 2ª persona del plural ("rompéis, llevadme, arrebatáis, ornáis"). Tiene forma de diálogo unidireccional, porque no hay respuesta. Aparece la función expresiva en el uso de la 1ª persona del singular al final del poema y en las exclamaciones (¡Por piedad!), para transmitir sus sentimientos.
En las tres primeras estrofas utiliza sustantivos concretos ("olas, huracán, bosque, hojas") y adjetivos calificativos ("gigantes, remotas…") para describir e intensificar el paisaje que refleja la agitación del sujeto lírico. En la última estrofa, utiliza sustantivos abstractos ("miedo, razón, piedad, memoria") para explicar el sentido del poema.
Las figuras retóricas más destacables son el paralelismo de las tres primeras estrofas (elemento de la naturaleza + acción realizada por ésta + situación del poeta + petición final); la personificación de la naturaleza, a la que trata como alguien con razón y voluntad; el encabalgamiento entre los versos 5 y 6 (que arrebatáis / del alto bosque…), el hipérbaton en el verso 6, en el 10 y en el 14 y la metáfora “sábana de espumas” (v. 3) para referirse a las olas.

7) Comentario: relacionar el poema con conocimientos de literatura o de otro tipo.

Bécquer nos muestra un poema al más puro estilo romántico. El sujeto lírico muestra su alma torturada por un desgraciado lance amoroso (aunque el motivo no aparezca citado en sus versos), dando rienda suelta a su dolor sin tener en cuenta los miramientos de la sociedad, lo cual se relaciona con la rebeldía. La naturaleza es otro tópico romántico: el poeta encuentra una gran similitud entre su alma y la naturaleza revuelta y exaltada.


***

Hora tras hora, día tras día de Rosalía de Castro




Contextualización: es un texto en verso, de género lírico, perteneciente al Romanticismo de la segunda mitad del siglo XIX, de estilo más cercano e íntimo que la primera mitad, pero que mantiene, como todo el Romanticismo, rasgos como el subjetivismo, la evasión de la realidad, la importancia del paisaje, el irracionalismo y la libertad creadora. La autora, Rosalía de Castro, se encuadra en el Rexurdimiento gallego, aunque la obra a la que pertenece el texto, En las orillas del Sar (1884) pertenece a su última etapa, en la que volvió a escribir en castellano. La poesía de este libro muestra principalmente sentimientos de desengaño, desolación y dolor, tras la pérdida de la esperanza, para replegarse en sí misma.

(Atención, ahora conviene más hablar del tema del texto que de la estructura externa, porque al hablar de la temática del libro En las orillas del Sar, procede enunciar ya el tema del que trata el texto. Diríamos, por ejemplo: "De este modo, en sintonía con el desengaño y la introspección de la poeta en esta etapa, el texto que analizaremos trata de...")

Tema: "Fugacidad del tiempo y la irremediable pérdida del recuerdo de un amor, que se fue sin dejar rastro".

Resumen: La poeta nos expone que la vida se va con mucha rapidez y que, con ese rápido paso del tiempo, no queda nada de los recuerdos que nos emocionaron, comparándolos con el aroma de flores tras haberse marchitado o la desaparición de las olas en la playa. Así desaparecen los recuerdos de alguien: los llantos, las risas, las mentiras, etc. se van olvidando sin dejar rastro.

Estructura externa: tres secuencias de versos* de distintas medidas. Esquema métrico: anotado en el poema. Rima asonante.
*- No podemos hablar aquí de "estrofas", sino de "secuencias de versos". Las estrofas son grupos de versos de un patrón preestablecido (cuartetos, tercetos, quintillas...) o que se repitan siempre igual.

Estructura interna: el poema consta de tres partes. 

  • Primera parte: la primera secuencia de versos (del 1 al 5). En esta parte expresa que la vida pasa con gran rapidez, como un torrente que se despeña.
  • Segunda parte: la segunda secuencia de versos (del 6 al 11). Aquí hace referencia a lo irrecuperable después haberlo perdido, haciendo al final alusión a lo que parecen recuerdos de una persona ("rumores, quejas").
  • Tercera parte: la tercera y última secuencia de versos (del 12 al 15). Concluye diciendo que los momentos compartidos con esa persona amada se fueron sin dejar rastro. 

Recursos: aparecen las siguientes funciones del lenguaje: la poética, al embellecer el propio mensaje, por ejemplo, con la comparación de la vida con un torrente que se despeña; la apelativa, con los verbos en imperativo de la segunda parte ("devolvedle", "recoged") y la expresiva, con la exclamación y la interrogación de los dos últimos versos.
En las dos primeras partes aparecen bastantes campos semánticos de elementos de la naturaleza: "cielo", "tierra", "torrente", "flor", "ondas", "playa". También los hay de emociones o vivencias relacionadas con el amor: "tormentos", "mentiras", "rumores", "quejas", "llantos", "risas". Los sustantivos abstractos aparecen en la segunda mitad del poema, mientras que los concretos están más bien en la primera.
En el verso 13 hay adjetivos antepuestos: "negros tormentos, dulces mentiras". La anteposición de adjetivos aquí indica subjetividad, es decir, que para la poeta los tormentos eran "negros" y las mentiras eran "dulces". 
En cuanto a figuras retóricas, aparecen las siguientes: un paralelismo dentro del primer verso ("hora tras hora" y "día tras día"), un encabalgamiento entre los versos 2 y 3 ("quedan / eternos vigías"); la personificación de "eternos vigías" (v. 3).; el símil o comparación de "como torrente que se despeña / pasa la vida" (versos 4 y 5); otra personificación en "las ondas que besan la playa" (v. 8); hipérbaton en el verso 9 ("una tras otra besándola expiran") y en "de las ondas que besan la playa" (v. 8) respecto a "recoged los rumores, las quejas"; políptoton en "besan" y "besándola", al formar palabras con la misma raíz (versos 8 y 9); sinécdoque en el verso 11 con "planchas de bronce", para referirse a las tumbas; antítesis en "llantos y risas", y "negros" y "dulces" (vv. 12 y 13); anáfora con la repetición de "en dónde" (vv. 14 y 15) e interrogación retórica, con la pregunta final, que no puede obtener respuesta y funciona como afirmación. La repetición de "en dónde" sugiere que no están en ninguna parte.

Comentario: se remite al tópico literario del "tempus fugit" ('el tiempo huye'), con la primera parte del poema, y también, aunque se trate de recuerdos de un amor, al "ubi sunt" ('¿dónde están?'), porque esos momentos vividos se fueron para siempre. 
Es llamativo el verso 11, con las “planchas de bronce”: además de ser una sinécdoque de "la parte por el todo" respecto a tumbas o lápidas, al mantener el sentido de los versos anteriores de lo perdido irrecuperable (la flor y las olas), se entiende que es igual de imposible conservar recuerdos (rumores y quejas, aunque sean de las olas) en planchas de bronce. Así consigue el efecto de decir a la vez que las vivencias pasadas son irrecuperables y que son ya muy lejanas, por estar en el cementerio.
Todo el poema rebosa sentimientos de pesimismo y amargura, lo cual es muy frecuente en el Romanticismo. No obstante, parece ser que aquella relación tuvo momentos agradables, por la parte de las "risas" y de las "dulces mentiras", mentiras que quizá se decía a sí misma.