LÓPEZ NARVÁEZ, Concha (2011). La tejedora de la muerte. Madrid: Bruño.
Primera edición: septiembre 1994.
Este libro catalogado como literatura juvenil suele ser un éxito entre las lecturas obligatorias de 1º de ESO. La edad recomendada es a partir de 12 años y tiene unas 100 páginas, por lo que resulta muy asequible para un trimestre. El constante suspense y lo inquietante del asunto que trata mantienen el interés de los alumnos, que tienden a adelantarse en la lectura para saber qué ocurre al final.
El relato está organizado de una manera algo compleja pero comprensible para adolescentes de esas edades: se entretejen dos secuencias temporales internas de la novela, el presente, con la protagonista de unos 40 años, y su pasado de cuando era una niña de 10, necesario para que el lector comprenda la naturaleza del misterio que sostiene el relato.
El narrador es interno, en primera persona: la propia protagonista narra la historia. Es también un narrador limitado porque no conoce todos los detalles ni sabe lo que va a suceder.
La acción se desarrolla principalmente en la casa de los abuelos de la protagonista, en Extremadura, que recibe en herencia y que no ha visitado desde que era niña.
El argumento sería aproximadamente el siguiente: Andrea es una mujer que recuerda una extraña historia que ocurrió en casa de su abuela cuando ella era pequeña, mientras está en casa de una amiga (Isabel Artés, que no tiene importancia en la historia). Sin más explicaciones, nos cuenta que en esa casa había una habitación con una mecedora a la que la madre de Andrea no dejaba entrar. Al parecer, esa mecedora se movió sola después de una tormenta. La madre cerró esa habitación con llave y se fueron de la casa para no volver jamás.
Andrea decide volver a ver la casa, tras este recuerdo, porque no ha estado allí desde que murió su padre. Una vez en el pueblo, le cuentan que ese día murió una vieja a la que llamaban la "tejedora de la muerte" porque tejía unas bufandas que tenían tantas tiras como años tenían las personas que morían cuando ella las terminaba. Esa anciana era hermana de la abuela de Andrea y la odiaba porque su padre, el bisabuelo de Andrea, le había dejado en herencia la casa a la abuela de ésta, no a ella, a la "tejedora".
Andrea decide quedarse a dormir en su antigua habitación, la de la mecedora, para comprobar si realmente hay fantasmas. Durante varias noches va consiguiendo ver a una especie de sombra de la vieja sentada en la mecedora y descubre que tejía una pieza de lana de diez tiras que era la de Andrea cuando era pequeña.
Una vez entendido esto, que Andrea estuvo a punto de morir, tiene lugar el desenlace de la obra: la madre de Andrea la salvó quitándole a la anciana la bufanda, y cerrando la habitación para siempre.
Los personajes son los siguientes:
Andrea: protagonista y narradora de la novela, una mujer que a sus cuarenta años decide investigar su pasado para descubrir misteriosos sucesos de cuando tenía diez años.
Madre de Andrea
Padre de Andrea
Rosa: es la criada de la antigua casa del pueblo en la que vivían Andrea y sus padres.
Daniel: es el hermano menor de Andrea.
María Francisca: es la hermana de Rosa; le cuenta a Andrea la historia de la "tejedora de la muerte".
Claudia: abuela de Andrea.
Elisa: es la "tejedora de la muerte", la hermana de Claudia. Elisa se había casado joven con un mal hombre, un vividor, con el que se fue de viaje de novios para no volver al pueblo ni tratar con la familia. Únicamente escribían para pedir dinero. Cuando el marido la abandona, vuelve para pedir ayuda a sus padres. Claudia, en cambio, se casó con un hombre bueno que ayudó mucho en casa, lo que favoreció que ella, su marido y sus hijos (los padres de Andrea) heredaran la mejor casa. Elisa recibió otra casa, peor, al lado de la iglesia.
Juan Luis Bermejo: padre de Claudia y Elisa, bisabuelo de Andrea.
Resumen por capítulos:
Capítulo 1. Recuerdos inquietantes.
Andrea es una mujer de 40 años que una tarde de reunión en casa de una amiga se acuerda de un hecho insólito y misterioso de su infancia que sucedió una tarde de septiembre hace 30 años cuando ella vivía en un pueblo de Extremadura con sus padres. A partir de ese momento siente la curiosidad de descubrir qué sucedió aquella tarde de septiembre en la que un inesperado y violento trueno perturbó la tranquilidad tanto en el pueblo como en su casa. Fue cuando vio moverse sola una mecedora y una sombra, y a su madre muy asustada, que la apartó de ahí y la abrazó fuerte.
Capítulo 2. El misterio del cuarto cerrado.
A la mañana siguiente, la madre ha cerrado con llave la habitación de la mecedora. Dice que es porque hay una rata, que se supone que van a matar unos fontaneros o el padre. Pero, finalmente, el padre le dice a Andrea que no existe la rata y que su madre cree haber visto una sombra en el dormitorio, que seguramente sea su imaginación, y por ello el padre le pide a Andrea que intente tranquilizar a la madre.
Capítulo 3. La mecedora de la abuela.
La niña Andrea empieza a tener interés por la mecedora. Trata de verla a través del ojo de la cerradura. Se le ocurre preguntar a Rosa, la criada, pero no le da ninguna información. Ella sigue mirando por el ojo de la cerradura cuando puede, hasta que un día la descubre su madre. Ella hace que se muden a la ciudad, donde nace Dani, el hermano. Ella y Dani crecen; el hermano se casa y se va a EEUU. Ella también tiene familia. Aunque ya no van al pueblo, conservan la casa como recuerdo. Ella se pregunta qué hacía que se moviese la mecedora y se le ocurre que podría ser un pequeño terremoto.
Capítulo 4. Volver.
De nuevo en el presente (Andrea de 40 años), la protagonista le dice a su marido que va a ver la casona, porque desde que murió su padre hace tres años ha estado cerrada. Quiere ver a Rosa, la antigua criada, pero ya ha muerto también. Su hermana María Francisca le dice que le escribió una carta, pero Andrea no la recibió.
Recorre la casa, vieja y polvorienta, hasta llegar a la habitación de la mecedora, que sigue cerrada. Busca la llave y finalmente la encuentra en una raja de un colchón. Abre la puerta y allí está la mecedora, sin nada especial.
Decide reformar y alquilar la casa. Para ello piensa en hablar con María Francisca, para que la ayude.
Capítulo 5. Una extraña historia.
En vez de irse, la protagonista decide quedarse a preguntar a María Francisca por qué no podía alquilar la casa a nadie del pueblo. Ella le cuenta la historia de “la tejedora de la muerte”: la casa la construyó su bisabuelo, que tenía dos hijas, Elisa y Claudia (ésta, Claudia, era la abuela de Andrea). El abuelo, al morir, le deja la casa a Claudia, con lo que Elisa se enfurece y promete “volver a esa casa aunque sea muerta”. En la casa que le toca, una junto a la iglesia, se dedica a “tejer la muerte”: tejía una labor, una especie de bufandas con bandas, donde el número de bandas eran los años de la persona que iba a morir.
María Francisca cree que el espíritu de Elisa vive en la casa de Andrea.
Capítulo 6. Coincidencias.
María Francisca continúa la historia: cuando murió Elisa, la tejedora, con un trueno se cayó el ataúd y se sorprendieron al ver que el cadáver estaba en otra posición distinta de cuando murió. Cuando la metieron en el ataúd, tenía los ojos abiertos y en las manos tenía las agujas de tejer. Sin embargo, en ese momento, tenía los ojos cerrados y las manos cruzadas sobre el pecho. La gente creía que se las había llevado su espíritu para seguir tejiendo después de muerta.
María Francisca deduce que la madre de Andrea sabía algo.
Capítulo 7. El experimento.
Andrea decide realizar un experimento parapsicológico: encerrarse a solas en su antiguo dormitorio y concentrarse en sus recuerdos del pasado. Consigue ver moverse la mecedora y oír el sonido de las agujas de tejer chocando entre sí.
Capítulo 8. Un largo día.
Se levanta por la mañana tras el experimento nocturno. Durante el día, para relajarse, escucha la Suite en Re de Bach (se le puede poner la canción a los alumnos). Se hace de noche y vuelve a intentar dormir en la habitación, y esta vez, además del sonido de las agujas de tejer y de la mecedora, consigue oír la ruidosa respiración de la vieja. Percibe el contorno oscuro de un cuerpo en la mecedora.
Capítulo 9. Imágenes.
La protagonista espera de nuevo a la noche para seguir comprobando las extrañas sensaciones en la habitación. Esta vez, consigue distinguir las manos huesudas de la vieja y las agujas de tejer. La bufanda o faja que teje tiene pocas franjas, así que debe de estar recién empezada. Recuerda haber visto a la vieja cuando era niña, junto a la ventana de su casa. La vieja a veces deshace parte de lo tejido y comienza de nuevo.
Capítulo 10. El irresistible deseo de saber.
Vuelve a repetir el experimento con la idea de saber si lo que ha visto o soñado tiene que ver con su pasado de hace treinta años. Visualiza la niña que era ella, leyendo un libro (La isla del tesoro), cuando suena un trueno. La niña, Andrea, sale del cuarto de estar, sube a su habitación y verá que la mecedora se mueve sola. La Andrea adulta sabe que se mueve por el fantasma de la tejedora, pero la niña no lo sabía. El pensamiento de la Andrea adulta visualiza a su madre y a Rosa, asustadas, viendo moverse sola la mecedora; esas dos mujeres sí son capaces de ver a la tejedora que, ante el grito de la madre de Andrea, deja un momento las agujas, sonríe torvamente y continúa la labor: ha tejido diez franjas, exactamente la edad de Andrea. La vieja se levanta y camina hacia la niña, que está paralizada en la puerta de la habitación.
La Andrea adulta se despierta horrorizada.
Capítulo 11. Frente a frente.
Tras plantearse serias dudas sobre seguir el experimento, Andrea se decide a dormir allí una vez más. Continúa la visualización desde donde se quedó: la vieja avanzando hacia ella con las agujas en las manos. En ese momento la madre de Andrea se abalanza sobre la vieja y le arranca las agujas de las manos y las tira. La vieja entra en ira y parece desfigurarse. La niña o la Andrea adulta cierra los ojos y, cuando los abre, la vieja ha cambiado: está en calma y sosegada. En la habitación ya no está la niña ni las dos mujeres. La tejedora, ya sin agujas, se sienta resposadamente en la mecedora. Se levanta, mirando a su alrededor, al tiempo que su imagen se desvanece.
Capítulo 12. Y al día siguiente.
Andrea se levanta tarde. Reflexiona sobre lo que recordó o soñó: la vieja, que vivió siempre con rencor, lo perdió al perder las agujas, arrebatadas por la madre de la niña. En ese momento, tanto el espíritu como el cuerpo de la vieja (que en la tormenta había caído del ataúd, en presencia de los lugareños) habían quedado en paz. El "fantasma" no había estado en el dormitorio treinta años, sino unos minutos: desde el trueno hasta que la madre le quitó las agujas.
Pese a tener todavía algunas dudas sobre cómo halló la vieja la paz, cuando Andrea va a irse del pueblo y revisa el armario de la habitación, encuentra las agujas de tejer y la labor con las diez franjas.
Ilustración de Rafa Salmerón (p. 97). |