martes, 9 de diciembre de 2025

Viaje de Erasmus a Turquía 2025

Este mismo texto, con posibles variantes y distintas fotografías, está publicado en la sección Erasmus de la página web del CEPA Orcasitas.


Domingo, 30 de diciembre de 2025.

Comenzamos una nueva experiencia Erasmus en el CEPA Orcasitas. En nuestro proyecto Erasmus KA-122, de quince meses, hemos ido dos profesores a Mangualde (Portugal), nueve alumnos y dos profesoras a Turín (Italia) y teníamos presupuesto para realizar otra movilidad de profesores a Holanda antes del final de este año 2025. Sin embargo, gracias al CEPA Paracuellos, quienes nos dieron nuevos contactos, acogimos en junio a un grupo de una profesora y cuatro alumnas adultas provenientes de Turquía, de una ciudad llamada Ödemiş. Además de lo enriquecedor que fue acoger a estas alumnas y a Aylin Hepgur, la coordinadora Erasmus de la Escuela Pública de Ödemiş, conseguimos un valioso contacto para nuevas movilidades.

Así, decidimos cambiar la movilidad a Holanda por otra a Turquía, aprovechando la fabulosa atención de Aylin, que nos prepararía varios días de visita a otra escuela pública de adultos en Esmirna, que incluía adultos con discapacidad, que también nos interesaba por si el próximo curso enviábamos de Erasmus a alumnos de nuestro Taller Operativo. Acordamos la fecha del 30 de noviembre al 7 de diciembre, días adecuados para ellos y para nosotros. Tras algunos momentos apremiantes de reserva de vuelos, hoteles, preparación del programa y elaboración de importantes documentos de Erasmus, por fin llegó el momento de la salida de nuestra directora, Yolanda Bernal, y nuestro profesor de Lengua, Eduardo Madrid, más dos profesoras del CEPA Paracuellos, a realizar esta movilidad de Aprendizaje por Observación (Job Shadowing) de varios centros educativos de Turquía.

Volamos a Esmirna (en turco, “Izmir”) en vuelo directo desde Madrid con la compañía aérea turca Pegasus los cuatro profesores. En la T1, el domingo 30 por la mañana, nos reunimos Olga y Ana Belén, de Paracuellos, y Yolanda y yo, de Orcasitas. Y tras un vuelo algo largo y un cambio horario de dos horas más, aterrizamos en Esmirna y llegamos al hotel.

 


Lunes, 1 de diciembre de 2025.

El lunes 1 de diciembre fuimos a nuestro centro de acogida en Esmirna: Bayraklı Halk Eğitimi Merkezi, el centro educativo público de Bayraklı, que es un distrito de los treinta y uno que tiene Esmirna. Cada distrito cuenta con un instituto público. Sin embargo, este centro es algo especial: es una escuela de oficios para adultos, donde se da formación práctica especialmente enfocada para conseguir trabajo, como costura, contabilidad, cocina, etc. Esta escuela, no obstante, también tramita los títulos de la educación básica (lo que equivaldría a nuestra ESO), pero no imparte formación de estas enseñanzas. En Turquía, la formación de adultos que no tienen la “ESO” de Turquía se imparte solamente en línea a través de las universidades, pero los alumnos van a recoger el título a escuelas públicas como la de Bayraklı. Esta escuela en concreto realiza una importantísima labor de formación y de gestión porque tiene acuerdos con otras ochenta escuelas. En el centro trabajan como fijos trece profesores, pero contratan de manera temporal a otros cincuenta según los cursos que surjan.



Özlem Imal, la directora de las escuelas de adultos de Bayraklı, nos recibió con deliciosos tés y pastas turcas en su despacho, donde nos presentó a otros profesores que serían nuestros acompañantes ese día y los siguientes: Zerrin, que hablaba un inglés excelente; Davut Hatipoğlu, director de ese centro, que estuvo con nosotros casi en todo momento y se ocupó de llevarnos de un lugar a otro en la furgoneta del instituto; Uğur, fotógrafo y profesor de fotografía, también muy amable, y Ezgi, profesora de inglés, que también nos dedicó muchísimo tiempo y atención, y que también se esforzó mucho en entendernos y en explicarnos todo lo que le preguntábamos.

Ese día visitamos clases de costura, donde nos tenían preparadas unas máquinas de coser y donde nos enseñaron a tejer los bordes de una tela para hacer una bolsa de costado. En otra clase distinta de costura, además, nos mostraron cómo bordar con distintos patrones unos adornos de árboles de Navidad que nos habían preparado. Fueron muy atentos con ese detalle de un festejo religioso de una cultura que no era la suya. Allí, por cierto, las banderas de Turquía están por todas partes y en todas las aulas está la fotografía de Mustafá Kemal Atatürk (1881-1938), el primer presidente de la moderna República de Turquía y promotor de la “occidentalización” de este país, además de héroe militar por la victoria turca en la batalla de Galípoli en la Primera Guerra Mundial.

Las alumnas de las clases de costura dibujaban primero los patrones en papel, luego cortaban la tela y de ahí fabricaban sus propios vestidos, cosidos con las buenas máquinas de coser con las que contaba la escuela.



En otras aulas se enseñaba a tejer otro tipo de objetos, como manteles, bolsos y adornos de tela.

Otra clase que visitamos era de cocina. Nos tenían preparados unos rodillos y cuatro bolas de masa con harina en una encimera, para que nosotros mismos aprendiésemos a aplanarlos y hacer finas tortas, que serían la base de una comida tradicional, que comeríamos después, llamada Kayseri Yağlaması (“Kayseri” es una ciudad; busquen el nombre completo de esta comida en Google y verán qué apetitoso).






La siguiente clase que vimos fue de trabajo en cuero, es decir, de talabartería o marroquinería. Todo lo que hacían allí era artesanal y utilizaban cuero natural de buena calidad. Nos mostraron excelentes manufacturas de cuero, hechas por los alumnos, como bolsos, cinturones, adornos de pared, etc. Nos enseñaron a repujar con troqueles, a golpes de mazo, y nos regalaron llaveros y pulseras. Uno de los alumnos cantó con excelente voz una canción tradicional.

La siguiente aula a la que entramos era una clase de contabilidad. Estaban aprendiendo a calcular impuestos. Allí el IVA se llama KDV. Hablamos de las distintas tasas de impuestos en su país y en el nuestro. La clase contaba con un proyector y una pizarra blanca donde la profesora mostraba los cálculos de porcentajes.

Otra clase fue la de inglés, que impartía Ezgi. Los alumnos tenían un nivel bastante bajo, pero igual ocurre con nuestras enseñanzas de adultos en España. Muchos alumnos son inmigrantes sirios que acuden a Turquía en busca de seguridad y subsistencia económica.

Después de todas estas clases, nos dieron una excelente comida, que fueron los Kayseri Yağlaması que nosotros habíamos empezado a elaborar. También bebimos un yogur líquido salado muy típico de Turquía, llamado ayran. No faltaban tés turcos en pequeños vasitos curvados, típicos de allí.

De allí fuimos a otra escuela, transportados por Davut, cuyo edificio pertenece al ayuntamiento de Esmirna, pero que se lo cede a la escuela: Atatürk Açık Hava Tiyatrosu Ve Kültür Merkezi. Allí, además de un dentista gratuito, imparten clases de costura y cursos básicos de alfabetización en lengua turca (sobre todo para inmigrantes sirios y otros que acuden a Turquía en busca de un nuevo hogar), clases de matemáticas, de historia… Esos cursos son de 160 horas, según nos explicaron. A veces, en la misma sesión de clase se da lectoescritura y luego matemáticas. Cuando llegamos, estaban escribiendo pequeños dictados y seleccionando palabras escritas en letreros en la pizarra para aprender a hacer la compra.



Aquel barrio, que estaba en alto, en una de las colinas que rodean Esmirna, es muy pobre. También pertenecía a Bayraklı, pero era una zona bien distinta. Se veían edificios de diversos colores, materiales y calidades, con techos de chapa sobre las azoteas, donde se acumulaban cosas que debían de ser pertenencias de los vecinos. La ciudad se extendía hasta donde alcanzaba la vista.



Davut nos dejó en un lugar en la costa que nos recomendaron que viéramos: Karşikaya. Una carretera muy transitada discurría a lo largo de la línea costera, junto a buenos bloques de pisos con vistas al mar. Cuando nos apeamos y nos despedimos de los profesores de Bayraklı, recorrimos la calle de tiendas que nos habían dicho, pero decidimos intentar coger pronto un ferry a la otra zona de la ciudad, donde también había lugares que queríamos visitar.

Esmirna -que casi es mejor llamar Izmir, para no confundirla con las ruinas de la antigua ciudad griega- está en una gran bahía hacia el oeste en la costa occidental de Anatolia, que vista desde el cielo recuerda a las grandes rías de Galicia. La ciudad se extiende a lo largo de las costas norte, sur y este (el fondo) de la ría. Lo cierto es que los antiguos griegos, cuando fundaron la ciudad, no pudieron elegir mejor sitio.

Nuestro hotel estaba en el sur, mientras que Bayraklı y la escuela que habíamos visto estaban en el noreste. Por eso nos dejaron en Karşikaya, donde debíamos coger un ferry para cruzar la bahía y seguir viendo cosas en la zona sur, cercana a nuestro hotel, que además era el centro histórico. Y así lo hicimos, subiendo a todo correr a un ferry a punto de salir, tras problemas para sacar los billetes en la máquina.

Nos emocionó ver por primera vez allí el mar Egeo. Desde el barco hicimos numerosas fotos y vídeos al paisaje. Las gaviotas volaban y revolaban junto al barco, como si acompañarnos fuera una experiencia divertida para ellas. Como hacía viento, sacamos nuestra bandera de Europa y nos hicimos fotos asomándonos a la amura de babor.



Tras explorar las maravillas de las calles cubiertas del mercado de Konak, llegamos a la famosa Torre del Reloj (Izmir Saat Kulesi) en Konak Meydanı, y de allí volvimos al hotel.





Martes, 2 de diciembre de 2025.

Empezamos en la escuela de Bayraklı con una curiosa clase de fotografía impartida por Uğur, en compañía de la profesora de inglés, Ezgi, y unos alumnos del centro, con quienes formamos dos equipos para tratar de hacer, cada uno, fotografías originales con nuestros móviles que tuvieran algo de narrativo. Uğur nos enseñó que son mejores las fotos que parezca que cuentan una historia, que susciten curiosidad y que, para ello, lo mejor es que muestren personas, no cosas ni animales.

Tras ello, nos montamos de nuevo en el coche de la escuela y nos llevaron a un centro educativo de discapacitados mentales, de discapacidad severa, de más del 55%, que también estaba en Bayraklı. Se llamaba “Halk Eğitimi Merkezi - Özel Yürekler Kurs Binasi”, que significa ‘Centro de Educación Pública – Edificio del Curso de Corazones Especiales’. Estos “corazones especiales” eran los discapacitados mentales, que se alegraban muchísimo de vernos y estaban siempre agradecidos a sus profesores, que con tanta dedicación cuidaban de ellos y los guiaban para hacer tareas manuales, como pulseras, pintura de objetos, tejidos sencillos, etc. Uno de ellos había sido, o era, deportista profesional de lanzamiento de peso. Visitamos todas las aulas donde estos alumnos especiales elaboraban sus manualidades. No todos hacían lo mismo, sino que a cada uno le atribuían una cierta labor en función de sus gustos y capacidades.

En ese mismo edificio, había también alumnos normales de Enseñanza Secundaria. Los discapacitados de menos de 33%, como los que tenemos en el Taller Operativo del CEPA Orcasitas, van a clase con todos los demás alumnos. Los directivos del centro tuvieron la amabilidad de enseñarnos también una clase de matemáticas de estos alumnos, que estaban en el curso equivalente a nuestro 4º de ESO. Estaban aprendiendo a reducir números en sus divisores.

Después de esta clase, fuimos a ver otra de discapacitados donde nos habían preparado unos regalos que nosotros mismos íbamos a terminar. Se trataba de las bolsas de tela que el día anterior habíamos empezado con las máquinas de coser y, en ese momento, con unos tampones y pintura, en compañía de los alumnos, estampamos el logotipo de la escuela y un adorno navideño.

Tras esta última clase, nos invitaron a té y dulces. Aunque nos habían preparado café turco, confesamos que preferíamos el té.

El siguiente instituto que visitamos ese día se llamaba también Özel Yürekler Halk Eğitimi Merkezi, pero de otra zona de la ciudad. Era uno de los dos únicos centros educativos de Turquía exclusivamente para discapacitados. Son alumnos residentes en aquel distrito solamente, Karşikaya, puesto que, de admitir alumnos de más lugares, no podrían acogerlos a todos. Además, al ser discapacitados, un autobús de ruta se encarga de recogerlos para llevarlos y traerlos de la escuela. Al igual que en la otra, la de “Corazones especiales”, a los alumnos les enseñaban principalmente manualidades de distinto tipo en función de los gustos y habilidades de cada uno. Sin embargo, había también una clase de música que nos resultó fascinante: un grupo de cinco o seis alumnos discapacitados, con instrumentos de percusión, acompañados por dos excelentes profesores de música que tocaban sendos instrumentos de cuerda y de viento típicos de Turquía, interpretaron para nosotros un par de piezas musicales tradicionales turcas, cuyo sonido tan oriental y exótico nos encantó.

Entre sus instalaciones, el edificio contaba, además, con pequeño gimnasio en una de sus aulas. El hueco de la escalera estaba cubierto con redes para prevenir accidentes. En el exterior, había una parte vallada donde cuidaban gallos y gallinas. No faltaron los tés y las deliciosas pastas en el despacho del director, a las que tan gentilmente nos invitaron.

Finalmente, acabamos la visita y nos dedicamos a explorar la ciudad. Encontramos una oficina postal, que también era banco, llamado PTT, con marquesinas amarillas, donde cambiamos euros a liras a muy buen cambio. Pasamos por el hotel para dejar las mochilas y nos encaminamos al Ágora, el recinto arqueológico donde se conservan restos del ágora de la ciudad griega, posteriormente romana, de Esmirna.

Era el momento en que caía la tarde y la luz sobre los arcos y las columnas corintias era preciosa. No faltaban perros y gatos, bastante dóciles y cariñosos, que adornaban nuestras fotografías. Aprendimos, leyendo los letreros, que hubo un gran terremoto en el año 178 d. C., que desoló la ciudad, y que tuvo que ser reconstruida después con prisas. De lo que veíamos, casi todo eran los sótanos de la basílica (principal edificio judicial y comercial en la época clásica), ya que todo el mármol y demás piedra útil de la superficie fue destruido o expoliado.



Después de la rica experiencia histórico-artística, nos adentramos en las calles cubiertas que albergaban el mercado o bazar Kemeralti, donde comimos unos buenísimos bocadillos de boquerones fritos con verduras frescas. Es fantástico pasear por allí y ver todo lo que tienen: pescado (de todo tipo, fresquísimo), verduras, setas, quesos, carnes, especias, textil, cuero, joyas… Por supuesto, entre las cajas por el suelo, había bonitos gatos atentos a lo que encontraban de comer.

 


Miércoles, 3 de diciembre de 2025.

El miércoles comenzamos la actividad en la escuela de adultos de Bayraklı, donde nos hicieron entrega del regalo de la directora Özlem Imal, un bonito cuadro de punto de cruz elegantemente enmarcado, que agradecimos efusivamente.

Ese día era muy importante para la comunidad educativa de Bayraklı y para todo el mundo, pues era el Día Internacional de los Discapacitados, y que allí lo celebraron de manera muy especial: fuimos todos, los profesores y los alumnos, al centro comercial Westpark Outlet, donde se encuentra una de las más formidables atracciones turísticas de Izmir: el acuario “Funtastic”, donde mantienen ejemplares de diversas especies acuáticas marinas y de agua dulce, desde cangrejos hasta tiburones. Los alumnos lo pasaron en grande y nosotros también, haciéndonos muchas fotos y siendo fotografiados por Uğur, quien además mantuvo una grata conversación con nosotros. Davut, Zerrin, Özlem y Ezgi también nos atendieron estupendamente en todo momento. Una vez más, nos invitaron a comer allí, junto a los alumnos, que comieron con apetito los kebabs de pollo.




Esa misma tarde, fuimos a un moderno hamam, donde tres de nosotros pasamos un rato a reconstituirnos en aquellas instalaciones.

Tras ello, nos desplazamos en taxi a otro punto de la ciudad, donde nos habían dicho que debíamos ir: un antiguo ascensor de principios del siglo XX, construido por un filántropo judío, que fue de su propiedad hasta que fue donado al municipio. Al ser un punto alto, desde allí hicimos buenas fotos del paisaje urbano costero. Además, como decidimos volver a pie a nuestro hotel, por el camino también hicimos interesantes fotos de la ciudad.



Esa misma tarde, dejamos nuestro hotel en Izmir para desplazarnos en tren a Ödemiş, dentro de la provincia de Esmirna, donde visitaríamos más centros educativos los días siguientes. Nos alojamos en una residencia especial para profesores, muy barata y donde nos trataron muy bien: Ödemiş Öğretmenevi Ek Hizmet Binası. La ciudad no era muy grande, aunque tampoco pequeña, y nuestra coordinadora Erasmus, Aylin, nos recogió en su coche en la estación y nos llevó al hostal en pocos minutos.

 

Jueves, 4 de diciembre de 2025.

Comenzamos pronto ese día porque había muchas actividades programadas. Nos vinieron a recoger porque íbamos a ver un instituto que estaba fuera de la ciudad, en otro municipio al que había que ir en coche, Küçükavulcuk. El instituto que íbamos a ver, Ödemiş Ayhan Kökmen Fen Lisesi, es majestuoso, tanto por sus edificios como por su función. Tiene 33 profesores y unos 400 alumnos. Es un “liceo”, es decir, los últimos cuatro años de escolarización, que dan acceso a los estudios universitarios. Para acceder a ese instituto, hay que pasar un examen muy exigente, por lo que los estudiantes que veíamos allí eran realmente buenos. Además, es un liceo científico, para alumnos que quieran estudiar carreras de ciencias, como ingenierías y medicina, en universidades de Ankara, Estambul… Como en España, para acceder a la universidad hay que hacer un examen (equivalente a nuestra Evau), pero de dos días, que son sábado y domingo: el sábado es el examen de asignaturas de todas las ramas, mientras que el domingo son los exámenes de ciencias o de letras, según la especialidad que se haya estudiado.

Al estar el instituto en una pequeña localidad fuera de Ödemiş, y acudir allí alumnos de diversos lugares, el complejo contaba con una residencia de estudiantes.

Nos recibieron muy amablemente la directora, Yasemin Düzenli, el orientador y varios profesores que hablaban muy bien inglés: Muhammet Emin Yilmaz, Bünyamin Güneş, Giǧdem Kücük y algunos más.



Nos invitaron primero a una clase de inglés. Habían preparado una presentación con coincidencias y diferencias entre la cultura turca y española, que incluía lengua, supersticiones, cocina, bailes, etc. Las alumnas que salieron a exponer eran brillantes y hablaban inglés perfectamente. También realizó brevemente una pareja de alumnos, un chico y una chica, unos movimientos de bailes tradicionales turcos, y otros cuatro alumnos interpretaron una pieza musical.

A continuación, vimos una clase de Geografía, en la que estaban dando demografía. Uno de los profesores que nos acompañaban nos iba traduciendo a inglés en voz baja. Nos llamó la atención el rápido crecimiento de la población turca en los últimos veinte años, sobre todo por la inmensa inmigración siria y de otros lugares: de 55 millones en 2001, ha pasado a 85 millones en 2025.

Nos despedimos del personal docente de este formidable centro, muy agradecidos.

El siguiente centro que vimos estaba en las afueras de Ödemiş y también era un edificio impresionante. Su nombre era Ödemiş Gençlik Merkezi, que significa Centro Juvenil Ödemiş. Ese lugar contaba con una fantástica pista cubierta de baloncesto y vóleibol, aula de informática y tecnología, de pintura, de música y de pintura de cerámica, entre otras. En esta última, nos tenían preparados unos platos de escayola o un material similar, y pinturas típicas turcas, muy acuosas, que la cerámica absorbía rápidamente. Allí pasamos una relajante hora de pintura, cada uno pintando nuestro plato, que luego, según nos dijeron, esmaltarían para embellecerlos y que fueran útiles para su utilización.



Nos mostraron una impresionante sala de moqueta roja para la que había que descalzarse, donde nos dieron té y delicias turcas. A continuación, nos despedimos todos cordialmente en el exterior, ante el llamativo pórtico de entrada del edificio, junto al que había un ajedrez de varios metros en el suelo.

Fue a partir de este centro cuando nos acompañó Selin Güleroǧlu, una profesora de inglés que colaboró como intérprete y acompañante, con quien hicimos una gran amistad.

Nos montamos de nuevo en los coches (nosotros en el de Aylin) y nos fuimos a la bonita localidad de Birgi, un pueblo de gran riqueza histórica y artística. Allí nos mostraron la “Birgi El Sanatları Evi”, la Casa de Artesanía de Birgi, que como pudimos ver en algún letrero, colabora para formación de adultos con el Ödemiş Halk Eğitimi Merkezi.

La Casa de Artesanía de Birgi, en su planta baja, tiene un fabuloso taller textil con telares tradicionales de madera, donde un grupo de mujeres fabrica sus propios tejidos de manera totalmente artesanal. Nos intentaron enseñar a utilizar uno de esos telares tradicionales, a uno tras otro, para que todos lo intentásemos, y descubrimos lo difícil que es coordinar manos y pies para desplazar eficazmente la lanzadera que pasa el hilo de un lado a otro del telar, que siempre se nos caía al suelo. Decían que normalmente una persona tarda unos dos meses en aprender a tejer con esos telares.



A continuación, nos mostraron la planta de arriba, que era una tienda y museo de exhibición de objetos artesanales. Había numerosos tejidos, muñecos de lana, un viejo tocadiscos, un cuadro de una famosa cantante turca, jabones forrados con lana decorada, cerámicas, etc. Como también era tienda, aprovechamos para comprar regalos.

Y cómo no, otra vez nos invitaron a comer. En un delicioso patio interior, con un porche, hierba y árboles, habían dispuesto mesas y comida para todos nosotros, los docentes y directores del Ödemiş Halk Eğitimi Merkezi (compartimos mesa con Taner Tokali y Abdullah Gürsoy), los de la Birgi El Sanatları Evi y nuestra excelente traductora Selin, que estuvo siempre con nosotros.

A continuación, nos dieron a elegir entre volver con ellos a Ödemiş o quedarnos un rato más en Birgi y volver por nuestros medios, en un autobús que pasaba cada media hora, y elegimos esto último porque el pueblo era bonito y agradable. Además de pasear, pudimos ver la Çakırağa Konağı, la Mansión Çakırağa, un edificio histórico precioso, de madera, de la última época del Imperio Otomano en el siglo XVIII, increíblemente bien conservado. Fue habitada desde 1761 por Çakıroğlu Mehmet Bey, un acaudalado comerciante, que se casó con dos mujeres, una de Esmirna y otra de Estambul, por lo que hay referencias a ambas ciudades en la casa.



Volvimos a Ödemiş sin problemas, donde cenamos muy buena comida. Pero nos aguardaba una sorpresa más: nuestra amiga traductora, Selin, nos ofreció ir a tomar algo con ella, su novio, su hermana y otro amigo, invitación que aceptamos sin dudarlo. Fueron a buscarnos en coche donde estábamos cenando y nos llevaron de nuevo a Birgi, donde tomamos otra delicia turca, una bebida caliente muy parecida a nuestro arroz con leche, pero sin arroz, sólo con almidón, al que se le podía añadir canela. Esta bebida, propia del invierno, se llama salep, que está hecha de leche caliente mezclada con harina de raíces de orquídeas silvestres (glucomanano), que le da una textura espesa y cremosa, servida con canela y a menudo endulzada.



Tras esta apacible velada, nos llevaron de vuelta a Ödemiş y dormimos estupendamente en nuestra residencia de profesores.

 

Viernes, 5 de diciembre de 2025.

Por fin llegó el momento de visitar el Ödemiş Halk Eğitimi Merkezi, la escuela de adultos que nos había invitado y había organizado todo gracias a Aylin, profesora de historia y coordinadora Erasmus. Fuimos en taxi los cuatro con nuestras maletas, ya que, tras la actividad, nos iríamos directamente sin pasar por el hotel.


Allí nos condujeron al despacho del director, Taner Tokali, que nos recibió con té y pastas. Hicimos allí el intercambio de regalos en presencia de Abdullah Gürsoy, profesor de historia y director asistente, y de Gökçe Turan y Tekin Açikel, otros directores asistentes. La figura de “director asistente” equivale más o menos a secretarios. Allí, todos los miembros del equipo directivo se dedican exclusivamente a labores de dirección y no dan clase. La escuela cuenta actualmente con trece profesores, sin contar la dirección.

Nos mostraron todas las aulas del centro, que contaba con todo lo necesario: pupitres en buen estado, pizarras blancas, proyectores, climatización… Vimos la sala de profesores, pequeña y acogedora, parecida a la nuestra del CEPA Orcasitas, la sala de ordenadores, la clase de costura, la de cocina, la de inglés, la de matemáticas, la de historia, la de dibujo…

Vista de Ödemiş desde un balcón de la escuela.

Nos dieron pastas y un té afrutado muy bueno. Allí, al ver a una alumna estudiando matemáticas, entendimos que allí también se podían preparar para el examen de la “selectividad” turca, el YKS (Yükseköğretim Kurumları Sınavı), aunque en su libro ponía TYT, que es el examen de competencias básicas (matemáticas, lengua turca, ciencias básicas y razonamiento y comprensión lectora).

Tras ver todas las aulas del centro, nos condujeron a una de cocina, donde nos tenían preparada una pequeña clase de repostería con excelentes ingredientes: una maceta de chocolate que íbamos a rellenar con distintas capas de nata, bizcocho, frambuesas, arándonos y otras exquisiteces. Así lo hicimos, provistos de delantales. Incluso los decoramos con pintura dorada comestible. Finalmente, emplazamos las flores –unas rosas- que tenían preparadas, también comestibles, en nuestras respectivas macetas, todo ello con muchas fotos y excelentes atenciones. Nuestra amiga Selin también colaboró.



A continuación, vino la comida, en esas mismas mesas, formada por diversos manjares turcos muy elaborados, que nos pareció un despliegue de medios de valor inestimable para nosotros. Todo aquello tuvo que requerir mucho trabajo por quienes lo hubiesen elaborado, probablemente la profesora de cocina y sus alumnos. 



De postre, cómo no, tomamos nuestras macetas de chocolate, que resultaron deliciosas, aunque también una cantidad excesiva para una sola persona, de modo que las troceamos y compartimos. Nos dieron también un café turco rebajado con leche en otros vasitos comestibles, de barquillo y chocolate.



Tras esa inmejorable atención, nos llevaron a un museo de historia de la ciudad de Ödemiş muy cercano, literalmente a la vuelta de la esquina. También estaba muy cuidado y contaba con objetos muy interesantes. La casa que lo albergaba también tenía valor histórico y cada habitación contaba con reproducciones de despachos de personas famosas, de habitaciones de casas tradicionales, oficios… No nos pudimos demorar demasiado porque ya llegaba el final de nuestro tiempo allí.



De nuevo en la escuela, llegó el momento de la despedida. Dos de nosotros, los del CEPA Orcasitas, debíamos coger un tren de vuelta a Esmirna, para ver al día siguiente, el sábado, con otro tren, las ruinas de Éfeso. Por su parte, las dos profesoras del CEPA Paracuellos se iban a Estambul, que verían también el sábado. El domingo, unas desde Estambul, otros desde Esmirna, volaríamos a Madrid.

Sábado, 6 de diciembre de 2025.

Éfeso (Selçuk, provincia de Izmir, Turquía)








Y así fue, todo salió bien en los días siguientes, el sábado 6 con la visita a Éfeso, y el domingo 7, que fue el día de regreso a Madrid, con algún que otro incidente sin gravedad.

La experiencia fue, sin duda, formidable, con la que aprendimos muchísimo sobre el sistema educativo turco, la enseñanza de adultos y, lo que no es menos importante, la sociedad turca, pues Turquía es un país más cercano de lo que parece, con un gran potencial y con mucho con el que compartir.

Expresamos aquí nuestra máxima gratitud a todos los que nos acogieron con tanta hospitalidad, que nos atendieron y acompañaron todo el tiempo, especialmente a Aylin, quien hizo posible todo el programa de actividades.

 

 

 

 

 


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