Este mismo texto, con posibles variantes y distintas fotografías, está publicado en la sección Erasmus de la página web del CEPA Orcasitas.
Domingo, 30 de diciembre de 2025.
Comenzamos una nueva experiencia
Erasmus en el CEPA Orcasitas. En nuestro proyecto Erasmus KA-122, de quince
meses, hemos ido dos profesores a Mangualde (Portugal), nueve alumnos y dos
profesoras a Turín (Italia) y teníamos presupuesto para realizar otra movilidad
de profesores a Holanda antes del final de este año 2025. Sin embargo, gracias
al CEPA Paracuellos, quienes nos dieron nuevos contactos, acogimos en junio a
un grupo de una profesora y cuatro alumnas adultas provenientes de Turquía, de
una ciudad llamada Ödemiş. Además de lo enriquecedor que fue acoger a estas
alumnas y a Aylin Hepgur, la coordinadora Erasmus de la Escuela Pública de
Ödemiş, conseguimos un valioso contacto para nuevas movilidades.
Así, decidimos cambiar la
movilidad a Holanda por otra a Turquía, aprovechando la fabulosa atención de
Aylin, que nos prepararía varios días de visita a otra escuela pública de
adultos en Esmirna, que incluía adultos con discapacidad, que también nos
interesaba por si el próximo curso enviábamos de Erasmus a alumnos de nuestro
Taller Operativo. Acordamos la fecha del 30 de noviembre al 7 de diciembre,
días adecuados para ellos y para nosotros. Tras algunos momentos apremiantes de
reserva de vuelos, hoteles, preparación del programa y elaboración de
importantes documentos de Erasmus, por fin llegó el momento de la salida de
nuestra directora, Yolanda Bernal, y nuestro profesor de Lengua, Eduardo
Madrid, más dos profesoras del CEPA Paracuellos, a realizar esta movilidad de
Aprendizaje por Observación (Job Shadowing) de varios centros educativos de
Turquía.
Volamos a Esmirna (en turco,
“Izmir”) en vuelo directo desde Madrid con la compañía aérea turca Pegasus los
cuatro profesores. En la T1, el domingo 30 por la mañana, nos reunimos Olga y
Ana Belén, de Paracuellos, y Yolanda y yo, de Orcasitas. Y tras un vuelo algo
largo y un cambio horario de dos horas más, aterrizamos en Esmirna y llegamos
al hotel.
Lunes, 1 de diciembre de 2025.
El lunes 1 de diciembre fuimos a
nuestro centro de acogida en Esmirna: Bayraklı Halk Eğitimi Merkezi, el centro
educativo público de Bayraklı, que es un distrito de los treinta y uno que
tiene Esmirna. Cada distrito cuenta con un instituto público. Sin embargo, este
centro es algo especial: es una escuela de oficios para adultos, donde se da
formación práctica especialmente enfocada para conseguir trabajo, como costura,
contabilidad, cocina, etc. Esta escuela, no obstante, también tramita los
títulos de la educación básica (lo que equivaldría a nuestra ESO), pero no
imparte formación de estas enseñanzas. En Turquía, la formación de adultos que
no tienen la “ESO” de Turquía se imparte solamente en línea a través de las
universidades, pero los alumnos van a recoger el título a escuelas públicas
como la de Bayraklı. Esta escuela en concreto realiza una importantísima labor
de formación y de gestión porque tiene acuerdos con otras ochenta escuelas. En
el centro trabajan como fijos trece profesores, pero contratan de manera
temporal a otros cincuenta según los cursos que surjan.
Özlem Imal, la directora de las
escuelas de adultos de Bayraklı, nos recibió con deliciosos tés y pastas turcas
en su despacho, donde nos presentó a otros profesores que serían nuestros
acompañantes ese día y los siguientes: Zerrin, que hablaba un inglés excelente;
Davut Hatipoğlu, director de ese centro, que estuvo con nosotros casi en todo
momento y se ocupó de llevarnos de un lugar a otro en la furgoneta del instituto;
Uğur, fotógrafo y profesor de fotografía, también muy amable, y Ezgi, profesora
de inglés, que también nos dedicó muchísimo tiempo y atención, y que también se
esforzó mucho en entendernos y en explicarnos todo lo que le preguntábamos.
Ese día visitamos clases de
costura, donde nos tenían preparadas unas máquinas de coser y donde nos
enseñaron a tejer los bordes de una tela para hacer una bolsa de costado. En
otra clase distinta de costura, además, nos mostraron cómo bordar con distintos
patrones unos adornos de árboles de Navidad que nos habían preparado. Fueron
muy atentos con ese detalle de un festejo religioso de una cultura que no era
la suya. Allí, por cierto, las banderas de Turquía están por todas partes y en
todas las aulas está la fotografía de Mustafá Kemal Atatürk (1881-1938), el
primer presidente de la moderna República de Turquía y promotor de la
“occidentalización” de este país, además de héroe militar por la victoria turca
en la batalla de Galípoli en la Primera Guerra Mundial.
Las alumnas de las clases de
costura dibujaban primero los patrones en papel, luego cortaban la tela y de
ahí fabricaban sus propios vestidos, cosidos con las buenas máquinas de coser
con las que contaba la escuela.
En otras aulas se enseñaba a
tejer otro tipo de objetos, como manteles, bolsos y adornos de tela.
Otra clase que visitamos era de
cocina. Nos tenían preparados unos rodillos y cuatro bolas de masa con harina
en una encimera, para que nosotros mismos aprendiésemos a aplanarlos y hacer
finas tortas, que serían la base de una comida tradicional, que comeríamos
después, llamada Kayseri Yağlaması (“Kayseri” es una ciudad; busquen el nombre
completo de esta comida en Google y verán qué apetitoso).
La siguiente clase que vimos fue
de trabajo en cuero, es decir, de talabartería o marroquinería. Todo lo que
hacían allí era artesanal y utilizaban cuero natural de buena calidad. Nos
mostraron excelentes manufacturas de cuero, hechas por los alumnos, como
bolsos, cinturones, adornos de pared, etc. Nos enseñaron a repujar con
troqueles, a golpes de mazo, y nos regalaron llaveros y pulseras. Uno de los
alumnos cantó con excelente voz una canción tradicional.
La siguiente aula a la que
entramos era una clase de contabilidad. Estaban aprendiendo a calcular
impuestos. Allí el IVA se llama KDV. Hablamos de las distintas tasas de
impuestos en su país y en el nuestro. La clase contaba con un proyector y una
pizarra blanca donde la profesora mostraba los cálculos de porcentajes.
Otra clase fue la de inglés, que
impartía Ezgi. Los alumnos tenían un nivel bastante bajo, pero igual ocurre con
nuestras enseñanzas de adultos en España. Muchos alumnos son inmigrantes sirios
que acuden a Turquía en busca de seguridad y subsistencia económica.
Después de todas estas clases,
nos dieron una excelente comida, que fueron los Kayseri Yağlaması que nosotros
habíamos empezado a elaborar. También bebimos un yogur líquido salado muy
típico de Turquía, llamado ayran. No faltaban tés turcos en pequeños vasitos
curvados, típicos de allí.
De allí fuimos a otra escuela,
transportados por Davut, cuyo edificio pertenece al ayuntamiento de Esmirna,
pero que se lo cede a la escuela: Atatürk Açık Hava Tiyatrosu Ve Kültür
Merkezi. Allí, además de un dentista gratuito, imparten clases de costura y
cursos básicos de alfabetización en lengua turca (sobre todo para inmigrantes
sirios y otros que acuden a Turquía en busca de un nuevo hogar), clases de
matemáticas, de historia… Esos cursos son de 160 horas, según nos explicaron. A
veces, en la misma sesión de clase se da lectoescritura y luego matemáticas.
Cuando llegamos, estaban escribiendo pequeños dictados y seleccionando palabras
escritas en letreros en la pizarra para aprender a hacer la compra.
Aquel barrio, que estaba en alto,
en una de las colinas que rodean Esmirna, es muy pobre. También pertenecía a
Bayraklı, pero era una zona bien distinta. Se veían edificios de diversos
colores, materiales y calidades, con techos de chapa sobre las azoteas, donde
se acumulaban cosas que debían de ser pertenencias de los vecinos. La ciudad se
extendía hasta donde alcanzaba la vista.
Davut nos dejó en un lugar en la
costa que nos recomendaron que viéramos: Karşikaya. Una carretera muy
transitada discurría a lo largo de la línea costera, junto a buenos bloques de
pisos con vistas al mar. Cuando nos apeamos y nos despedimos de los profesores
de Bayraklı, recorrimos la calle de tiendas que nos habían dicho, pero
decidimos intentar coger pronto un ferry a la otra zona de la ciudad, donde
también había lugares que queríamos visitar.
Esmirna -que casi es mejor llamar
Izmir, para no confundirla con las ruinas de la antigua ciudad griega- está en
una gran bahía hacia el oeste en la costa occidental de Anatolia, que vista
desde el cielo recuerda a las grandes rías de Galicia. La ciudad se extiende a
lo largo de las costas norte, sur y este (el fondo) de la ría. Lo cierto es que
los antiguos griegos, cuando fundaron la ciudad, no pudieron elegir mejor
sitio.
Nuestro hotel estaba en el sur,
mientras que Bayraklı y la escuela que habíamos visto estaban en el noreste.
Por eso nos dejaron en Karşikaya, donde debíamos coger un ferry para cruzar la
bahía y seguir viendo cosas en la zona sur, cercana a nuestro hotel, que además
era el centro histórico. Y así lo hicimos, subiendo a todo correr a un ferry a
punto de salir, tras problemas para sacar los billetes en la máquina.
Nos emocionó ver por primera vez
allí el mar Egeo. Desde el barco hicimos numerosas fotos y vídeos al paisaje.
Las gaviotas volaban y revolaban junto al barco, como si acompañarnos fuera una
experiencia divertida para ellas. Como hacía viento, sacamos nuestra bandera de
Europa y nos hicimos fotos asomándonos a la amura de babor.
Tras explorar las maravillas de
las calles cubiertas del mercado de Konak, llegamos a la famosa Torre del Reloj
(Izmir Saat Kulesi) en Konak Meydanı, y de allí volvimos al hotel.
Martes, 2 de diciembre de 2025.
Empezamos en la escuela de
Bayraklı con una curiosa clase de fotografía impartida por Uğur, en compañía de
la profesora de inglés, Ezgi, y unos alumnos del centro, con quienes formamos
dos equipos para tratar de hacer, cada uno, fotografías originales con nuestros
móviles que tuvieran algo de narrativo. Uğur nos enseñó que son mejores las
fotos que parezca que cuentan una historia, que susciten curiosidad y que, para
ello, lo mejor es que muestren personas, no cosas ni animales.
Tras ello, nos montamos de nuevo
en el coche de la escuela y nos llevaron a un centro educativo de
discapacitados mentales, de discapacidad severa, de más del 55%, que también
estaba en Bayraklı. Se llamaba “Halk Eğitimi Merkezi - Özel Yürekler Kurs
Binasi”, que significa ‘Centro de Educación Pública – Edificio del Curso de
Corazones Especiales’. Estos “corazones especiales” eran los discapacitados
mentales, que se alegraban muchísimo de vernos y estaban siempre agradecidos a
sus profesores, que con tanta dedicación cuidaban de ellos y los guiaban para
hacer tareas manuales, como pulseras, pintura de objetos, tejidos sencillos,
etc. Uno de ellos había sido, o era, deportista profesional de lanzamiento de
peso. Visitamos todas las aulas donde estos alumnos especiales elaboraban sus
manualidades. No todos hacían lo mismo, sino que a cada uno le atribuían una
cierta labor en función de sus gustos y capacidades.
En ese mismo edificio, había
también alumnos normales de Enseñanza Secundaria. Los discapacitados de menos
de 33%, como los que tenemos en el Taller Operativo del CEPA Orcasitas, van a
clase con todos los demás alumnos. Los directivos del centro tuvieron la
amabilidad de enseñarnos también una clase de matemáticas de estos alumnos, que
estaban en el curso equivalente a nuestro 4º de ESO. Estaban aprendiendo a
reducir números en sus divisores.
Después de esta clase, fuimos a
ver otra de discapacitados donde nos habían preparado unos regalos que nosotros
mismos íbamos a terminar. Se trataba de las bolsas de tela que el día anterior
habíamos empezado con las máquinas de coser y, en ese momento, con unos
tampones y pintura, en compañía de los alumnos, estampamos el logotipo de la
escuela y un adorno navideño.
Tras esta última clase, nos
invitaron a té y dulces. Aunque nos habían preparado café turco, confesamos que
preferíamos el té.
El siguiente instituto que
visitamos ese día se llamaba también Özel Yürekler Halk Eğitimi Merkezi, pero
de otra zona de la ciudad. Era uno de los dos únicos centros educativos de
Turquía exclusivamente para discapacitados. Son alumnos residentes en aquel
distrito solamente, Karşikaya, puesto que, de admitir alumnos de más lugares,
no podrían acogerlos a todos. Además, al ser discapacitados, un autobús de ruta
se encarga de recogerlos para llevarlos y traerlos de la escuela. Al igual que
en la otra, la de “Corazones especiales”, a los alumnos les enseñaban
principalmente manualidades de distinto tipo en función de los gustos y
habilidades de cada uno. Sin embargo, había también una clase de música que nos
resultó fascinante: un grupo de cinco o seis alumnos discapacitados, con
instrumentos de percusión, acompañados por dos excelentes profesores de música
que tocaban sendos instrumentos de cuerda y de viento típicos de Turquía,
interpretaron para nosotros un par de piezas musicales tradicionales turcas,
cuyo sonido tan oriental y exótico nos encantó.
Entre sus instalaciones, el
edificio contaba, además, con pequeño gimnasio en una de sus aulas. El hueco de
la escalera estaba cubierto con redes para prevenir accidentes. En el exterior,
había una parte vallada donde cuidaban gallos y gallinas. No faltaron los tés y
las deliciosas pastas en el despacho del director, a las que tan gentilmente
nos invitaron.
Finalmente, acabamos la visita y
nos dedicamos a explorar la ciudad. Encontramos una oficina postal, que también
era banco, llamado PTT, con marquesinas amarillas, donde cambiamos euros a
liras a muy buen cambio. Pasamos por el hotel para dejar las mochilas y nos
encaminamos al Ágora, el recinto arqueológico donde se conservan restos del
ágora de la ciudad griega, posteriormente romana, de Esmirna.
Era el momento en que caía la
tarde y la luz sobre los arcos y las columnas corintias era preciosa. No
faltaban perros y gatos, bastante dóciles y cariñosos, que adornaban nuestras
fotografías. Aprendimos, leyendo los letreros, que hubo un gran terremoto en el
año 178 d. C., que desoló la ciudad, y que tuvo que ser reconstruida después
con prisas. De lo que veíamos, casi todo eran los sótanos de la basílica
(principal edificio judicial y comercial en la época clásica), ya que todo el
mármol y demás piedra útil de la superficie fue destruido o expoliado.
Después de la rica experiencia
histórico-artística, nos adentramos en las calles cubiertas que albergaban el
mercado o bazar Kemeralti, donde comimos unos buenísimos bocadillos de
boquerones fritos con verduras frescas. Es fantástico pasear por allí y ver
todo lo que tienen: pescado (de todo tipo, fresquísimo), verduras, setas,
quesos, carnes, especias, textil, cuero, joyas… Por supuesto, entre las cajas
por el suelo, había bonitos gatos atentos a lo que encontraban de comer.
Miércoles, 3 de diciembre de 2025.
El miércoles comenzamos la
actividad en la escuela de adultos de Bayraklı, donde nos hicieron entrega del
regalo de la directora Özlem Imal, un bonito cuadro de punto de cruz
elegantemente enmarcado, que agradecimos efusivamente.
Ese día era muy importante para
la comunidad educativa de Bayraklı y para todo el mundo, pues era el Día
Internacional de los Discapacitados, y que allí lo celebraron de manera muy
especial: fuimos todos, los profesores y los alumnos, al centro comercial
Westpark Outlet, donde se encuentra una de las más formidables atracciones
turísticas de Izmir: el acuario “Funtastic”, donde mantienen ejemplares de
diversas especies acuáticas marinas y de agua dulce, desde cangrejos hasta
tiburones. Los alumnos lo pasaron en grande y nosotros también, haciéndonos
muchas fotos y siendo fotografiados por Uğur, quien además mantuvo una grata
conversación con nosotros. Davut, Zerrin, Özlem y Ezgi también nos atendieron
estupendamente en todo momento. Una vez más, nos invitaron a comer allí, junto
a los alumnos, que comieron con apetito los kebabs de pollo.
Esa misma tarde, fuimos a un
moderno hamam, donde tres de nosotros pasamos un rato a reconstituirnos en
aquellas instalaciones.
Tras ello, nos desplazamos en
taxi a otro punto de la ciudad, donde nos habían dicho que debíamos ir: un
antiguo ascensor de principios del siglo XX, construido por un filántropo
judío, que fue de su propiedad hasta que fue donado al municipio. Al ser un
punto alto, desde allí hicimos buenas fotos del paisaje urbano costero. Además,
como decidimos volver a pie a nuestro hotel, por el camino también hicimos
interesantes fotos de la ciudad.
Esa misma tarde, dejamos nuestro
hotel en Izmir para desplazarnos en tren a Ödemiş, dentro de la provincia de Esmirna, donde
visitaríamos más centros educativos los días siguientes. Nos alojamos en una
residencia especial para profesores, muy barata y donde nos trataron muy bien: Ödemiş
Öğretmenevi Ek Hizmet Binası. La ciudad no era muy grande, aunque tampoco
pequeña, y nuestra coordinadora Erasmus, Aylin, nos recogió en su coche en la
estación y nos llevó al hostal en pocos minutos.
Jueves, 4 de diciembre de 2025.
Comenzamos pronto ese día porque
había muchas actividades programadas. Nos vinieron a recoger porque íbamos a
ver un instituto que estaba fuera de la ciudad, en otro municipio al que había
que ir en coche, Küçükavulcuk. El instituto que íbamos a ver, Ödemiş Ayhan
Kökmen Fen Lisesi, es majestuoso, tanto por sus edificios como por su función. Tiene
33 profesores y unos 400 alumnos. Es un “liceo”, es decir, los últimos cuatro
años de escolarización, que dan acceso a los estudios universitarios. Para
acceder a ese instituto, hay que pasar un examen muy exigente, por lo que los estudiantes
que veíamos allí eran realmente buenos. Además, es un liceo científico, para
alumnos que quieran estudiar carreras de ciencias, como ingenierías y medicina,
en universidades de Ankara, Estambul… Como en España, para acceder a la
universidad hay que hacer un examen (equivalente a nuestra Evau), pero de dos
días, que son sábado y domingo: el sábado es el examen de asignaturas de todas
las ramas, mientras que el domingo son los exámenes de ciencias o de letras,
según la especialidad que se haya estudiado.
Al estar el instituto en una
pequeña localidad fuera de Ödemiş, y acudir allí alumnos de diversos lugares,
el complejo contaba con una residencia de estudiantes.
Nos recibieron muy amablemente la
directora, Yasemin Düzenli, el orientador y varios profesores que hablaban muy bien
inglés: Muhammet Emin Yilmaz, Bünyamin Güneş, Giǧdem
Kücük y algunos más.
Nos invitaron primero a una clase
de inglés. Habían preparado una presentación con coincidencias y diferencias
entre la cultura turca y española, que incluía lengua, supersticiones, cocina,
bailes, etc. Las alumnas que salieron a exponer eran brillantes y hablaban
inglés perfectamente. También realizó brevemente una pareja de alumnos, un
chico y una chica, unos movimientos de bailes tradicionales turcos, y otros cuatro
alumnos interpretaron una pieza musical.
A continuación, vimos una clase
de Geografía, en la que estaban dando demografía. Uno de los profesores que nos
acompañaban nos iba traduciendo a inglés en voz baja. Nos llamó la atención el
rápido crecimiento de la población turca en los últimos veinte años, sobre todo
por la inmensa inmigración siria y de otros lugares: de 55 millones en 2001, ha
pasado a 85 millones en 2025.
Nos despedimos del personal
docente de este formidable centro, muy agradecidos.
El siguiente centro que vimos
estaba en las afueras de Ödemiş
y también era un edificio impresionante. Su nombre era Ödemiş Gençlik Merkezi, que
significa Centro Juvenil Ödemiş.
Ese lugar contaba con una fantástica pista cubierta de baloncesto y vóleibol,
aula de informática y tecnología, de pintura, de música y de pintura de
cerámica, entre otras. En esta última, nos tenían preparados unos platos de
escayola o un material similar, y pinturas típicas turcas, muy acuosas, que la
cerámica absorbía rápidamente. Allí pasamos una relajante hora de pintura, cada
uno pintando nuestro plato, que luego, según nos dijeron, esmaltarían para
embellecerlos y que fueran útiles para su utilización.
Nos mostraron una impresionante sala de moqueta roja para la
que había que descalzarse, donde nos dieron té y delicias turcas. A
continuación, nos despedimos todos cordialmente en el exterior, ante el
llamativo pórtico de entrada del edificio, junto al que había un ajedrez de
varios metros en el suelo.
Fue a partir de este centro cuando nos acompañó Selin
Güleroǧlu, una profesora de inglés que colaboró como intérprete y acompañante,
con quien hicimos una gran amistad.
Nos montamos de nuevo en los coches (nosotros en el de
Aylin) y nos fuimos a la bonita localidad de Birgi, un pueblo de gran riqueza
histórica y artística. Allí nos mostraron la “Birgi El Sanatları Evi”, la Casa
de Artesanía de Birgi, que como pudimos ver en algún letrero, colabora para
formación de adultos con el Ödemiş
Halk Eğitimi Merkezi.
La Casa de Artesanía de Birgi, en
su planta baja, tiene un fabuloso taller textil con telares tradicionales de
madera, donde un grupo de mujeres fabrica sus propios tejidos de manera
totalmente artesanal. Nos intentaron enseñar a utilizar uno de esos telares
tradicionales, a uno tras otro, para que todos lo intentásemos, y descubrimos
lo difícil que es coordinar manos y pies para desplazar eficazmente la
lanzadera que pasa el hilo de un lado a otro del telar, que siempre se nos caía
al suelo. Decían que normalmente una persona tarda unos dos meses en aprender a
tejer con esos telares.
A continuación, nos mostraron la
planta de arriba, que era una tienda y museo de exhibición de objetos
artesanales. Había numerosos tejidos, muñecos de lana, un viejo tocadiscos, un
cuadro de una famosa cantante turca, jabones forrados con lana decorada,
cerámicas, etc. Como también era tienda, aprovechamos para comprar regalos.
Y cómo no, otra vez nos invitaron
a comer. En un delicioso patio interior, con un porche, hierba y árboles,
habían dispuesto mesas y comida para todos nosotros, los docentes y directores
del Ödemiş Halk
Eğitimi Merkezi (compartimos mesa con Taner Tokali y Abdullah Gürsoy), los de
la Birgi El Sanatları Evi
y nuestra excelente traductora Selin, que estuvo siempre con nosotros.
A continuación, nos dieron a elegir entre volver con ellos a
Ödemiş o quedarnos un rato más en Birgi y volver por nuestros medios, en un
autobús que pasaba cada media hora, y elegimos esto último porque el pueblo era
bonito y agradable. Además de pasear, pudimos ver la Çakırağa Konağı, la
Mansión Çakırağa, un edificio histórico precioso, de madera, de la última época
del Imperio Otomano en el siglo XVIII, increíblemente bien conservado. Fue
habitada desde 1761 por Çakıroğlu Mehmet Bey, un acaudalado comerciante, que se
casó con dos mujeres, una de Esmirna y otra de Estambul, por lo que hay
referencias a ambas ciudades en la casa.
Volvimos a Ödemiş sin problemas, donde cenamos muy buena
comida. Pero nos aguardaba una sorpresa más: nuestra amiga traductora, Selin,
nos ofreció ir a tomar algo con ella, su novio, su hermana y otro amigo,
invitación que aceptamos sin dudarlo. Fueron a buscarnos en coche donde
estábamos cenando y nos llevaron de nuevo a Birgi, donde tomamos otra delicia
turca, una bebida caliente muy parecida a nuestro arroz con leche, pero sin
arroz, sólo con almidón, al que se le podía añadir canela. Esta bebida, propia
del invierno, se llama salep, que está hecha de leche caliente mezclada con
harina de raíces de orquídeas silvestres (glucomanano), que le da una textura
espesa y cremosa, servida con canela y a menudo endulzada.
Tras esta apacible velada, nos llevaron de vuelta a Ödemiş y
dormimos estupendamente en nuestra residencia de profesores.
Viernes, 5 de
diciembre de 2025.
Por fin llegó el momento de visitar el Ödemiş Halk Eğitimi Merkezi,
la escuela de adultos que nos había invitado y había organizado todo gracias a
Aylin, profesora de historia y coordinadora Erasmus. Fuimos en taxi los cuatro
con nuestras maletas, ya que, tras la actividad, nos iríamos directamente sin
pasar por el hotel.
Allí nos condujeron al despacho del director, Taner Tokali, que nos recibió con té y pastas. Hicimos allí el intercambio de regalos en presencia de Abdullah Gürsoy, profesor de historia y director asistente, y de Gökçe Turan y Tekin Açikel, otros directores asistentes. La figura de “director asistente” equivale más o menos a secretarios. Allí, todos los miembros del equipo directivo se dedican exclusivamente a labores de dirección y no dan clase. La escuela cuenta actualmente con trece profesores, sin contar la dirección.
Nos mostraron todas las aulas del centro, que contaba con todo lo necesario: pupitres en buen estado, pizarras blancas, proyectores, climatización… Vimos la sala de profesores, pequeña y acogedora, parecida a la nuestra del CEPA Orcasitas, la sala de ordenadores, la clase de costura, la de cocina, la de inglés, la de matemáticas, la de historia, la de dibujo…
Vista de Ödemiş desde un balcón de la escuela.
Nos dieron pastas y un té afrutado muy bueno. Allí, al ver a una alumna estudiando matemáticas, entendimos que allí también se podían preparar para el examen de la “selectividad” turca, el YKS (Yükseköğretim Kurumları Sınavı), aunque en su libro ponía TYT, que es el examen de competencias básicas (matemáticas, lengua turca, ciencias básicas y razonamiento y comprensión lectora).
Tras ver todas las aulas del
centro, nos condujeron a una de cocina, donde nos tenían preparada una pequeña
clase de repostería con excelentes ingredientes: una maceta de chocolate que
íbamos a rellenar con distintas capas de nata, bizcocho, frambuesas, arándonos
y otras exquisiteces. Así lo hicimos, provistos de delantales. Incluso los
decoramos con pintura dorada comestible. Finalmente, emplazamos las flores
–unas rosas- que tenían preparadas, también comestibles, en nuestras
respectivas macetas, todo ello con muchas fotos y excelentes atenciones.
Nuestra amiga Selin también colaboró.
A continuación, vino la comida, en esas mismas mesas, formada por diversos manjares turcos muy elaborados, que nos pareció un despliegue de medios de valor inestimable para nosotros. Todo aquello tuvo que requerir mucho trabajo por quienes lo hubiesen elaborado, probablemente la profesora de cocina y sus alumnos.
De postre, cómo no, tomamos
nuestras macetas de chocolate, que resultaron deliciosas, aunque también una
cantidad excesiva para una sola persona, de modo que las troceamos y
compartimos. Nos dieron también un café turco rebajado con leche en otros
vasitos comestibles, de barquillo y chocolate.
Tras esa inmejorable atención,
nos llevaron a un museo de historia de la ciudad de Ödemiş muy cercano,
literalmente a la vuelta de la esquina. También estaba muy cuidado y contaba
con objetos muy interesantes. La casa que lo albergaba también tenía valor
histórico y cada habitación contaba con reproducciones de despachos de personas
famosas, de habitaciones de casas tradicionales, oficios… No nos pudimos
demorar demasiado porque ya llegaba el final de nuestro tiempo allí.
De nuevo en la escuela, llegó el
momento de la despedida. Dos de nosotros, los del CEPA Orcasitas, debíamos
coger un tren de vuelta a Esmirna, para ver al día siguiente, el sábado, con
otro tren, las ruinas de Éfeso. Por su parte, las dos profesoras del CEPA
Paracuellos se iban a Estambul, que verían también el sábado. El domingo, unas
desde Estambul, otros desde Esmirna, volaríamos a Madrid.
Sábado, 6 de diciembre de 2025.
Éfeso (Selçuk, provincia de Izmir, Turquía)
Y así fue, todo salió bien en los
días siguientes, el sábado 6 con la visita a Éfeso, y el domingo 7, que fue el día de regreso a Madrid, con algún que otro incidente sin
gravedad.
La experiencia fue, sin duda,
formidable, con la que aprendimos muchísimo sobre el sistema educativo turco,
la enseñanza de adultos y, lo que no es menos importante, la sociedad turca,
pues Turquía es un país más cercano de lo que parece, con un gran potencial y
con mucho con el que compartir.
Expresamos aquí nuestra máxima
gratitud a todos los que nos acogieron con tanta hospitalidad, que nos atendieron y acompañaron todo el
tiempo, especialmente a Aylin, quien hizo posible todo el programa de
actividades.
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