El jueves 2 de octubre de 2025 realizamos la actividad complementaria de Madrid Libro Abierto, una ruta guiada por calles del centro de Madrid relacionadas con Galdós y su obra novelística. El grupo con el que fuimos fue Nivel II Mañana, con dos profesores, Soco y Eduardo. Los guías de Madrid Libro Abierto también eran dos. Los siguientes apuntes corresponden al subgrupo que fue con el ponente Carlos Medina.
Nos reunimos en calle Fuencarral,
78, junto al metro Tribunal y el Museo de Historia de Madrid. Allí, el guía se
presentó y nos comentó que íbamos a mencionar tres obras de Galdós a lo largo
del recorrido: El amigo Manso, Miau y El 19 de marzo y el 2 de mayo.
Lo primero, nos hizo fijarnos en el lugar en que estábamos. A un lado y a otro de la calle había dos edificios muy distintos que representan las dos estéticas del siglo XVIII. El actual Museo de Historia de Madrid es del Barroco, de la 1ª mitad del XVIII, mientras que el Tribunal de Cuentas es del Neoclasicismo, de la 2ª mitad del XVIII. El cambio de estilo representa también un cambio en la sociedad, que se dio de forma paulatina: el paso de una sociedad estamental, propia del Antiguo Régimen, a una sociedad de clases, protagonizada por la burguesía.
El Museo de Historia era,
realmente, del siglo XVII. El edificio original era el Real Hospicio de San
Fernando. Un hospicio era una especie de albergue para mendigos y gente
necesitada. En el siglo XVIII, Pedro de Ribera, por encargo del rey borbón
Felipe V, reforma el edificio. Tiene ventanas muy grandes para aprovechar la luz.
Es llamativo que tengan rejas las ventanas: el guía nos contó que,
coloquialmente, a ese hospicio lo llamaban “la Cárcel”, porque se decía que
quienes entraban no podían salir. Desde luego, la presencia de rejas tenía esa
función de impedir entrar y salir, como en los conventos de clausura.
El edificio sólo tiene dos
plantas y en la superior las ventanas no tienen rejas, y están decoradas con
escudos esculpidos en relieve, que corresponden a los distintos reinos de la
España de entonces.
El color rosa pastel de la fachada es propio de la transición entre el Barroco y el Neoclasicismo (1721-1726), el Rococó, movimiento artístico que surgió en Francia a principios del siglo XVIII, sucediendo al Barroco, y se caracterizó por una ornamentación elegante y delicada. Se distingue por el uso de formas curvas y asimétricas, motivos vegetales y de conchas (“rocaille”), colores pastel y dorados, y una temática centrada en la vida aristocrática, el amor galante, la naturaleza y lo cotidiano, para no ser tan solemne como el Barroco. Por eso ese llamativo color rosa.
Sin embargo, este estilo convive
en España con un estilo particular nuestro, propio del final del Barroco, que
es churrigueresco, llamado así por los arquitectos de la familia Churriguera,
que se caracteriza por una ornamentación exuberante y abigarrada, con énfasis
en el movimiento, las curvas y las figuras vegetales.
Nuestro guía, Carlos, destacó la
escena teatral del relieve principal, que lamentablemente para nosotros estaba
en obras, pero que pudimos ver en el dibujo de la tela que cubría los andamios.
En lo alto, aparece el rey Fernando III el Santo, del siglo XIII, que unió
Castilla y León, al que se le considera santo y guerrero, es decir,
comprometido con la Iglesia y con el Estado, todo un modelo de gobernante.
Debajo de Fernando III, se muestra la Coronación de la Virgen, famosa escena en
la que a la Virgen se la corona como reina del cielo y de la tierra. Debajo de
la Virgen rodeada de ángeles, aparece la corona de los Borbones sobre el escudo
de España, del que cuelga el símbolo de la Insigne Orden del Toisón de Oro, una
orden de caballería que fue heredada por la monarquía española, que simboliza
heroísmo. A ambos lados del conjunto, con todos sus adornos, se ven recogidas
las cortinas del telón, talladas en piedra, con lo que parece así una escena
teatral, no tanto como si fuera mentira, sino para abrirnos la visión a cosas
maravillosas.
Felipe V le pidió a Pedro de Ribera que esculpiese una exaltación de la monarquía como protectora de la humanidad y vincularla con su origen divino, para legitimar así el poder absoluto. Por eso el rey santo, la Coronación de la Virgen y la corona borbónica. Toda esta propaganda se debía a que en el siglo XVII había corrientes racionalistas que estaban cuestionando la monarquía.
Nos movimos hacia la fachada del Tribunal de Cuentas, donde tenemos lo contrario: racionalismo, simetría, equilibrio, sobriedad, limpieza… La guía del otro grupo comentó que era tan simétrico que, si se plegase el edificio por la mitad, coincidiría todo.
De allí, avanzamos hacia la calle
de la Palma. Dimos saltos en el tiempo, ya que el guía nos habló del bar Penta,
típico de la movida madrileña, de finales de los 70 y años 80, con el rock punk
y canciones como “El bar de la chica de ayer”, de Antonio Vega, que tuvo
problemas con la heroína y murió joven. Otro bar famoso es el de la Vía Láctea.
En esta calle, además, entramos
en pleno siglo XIX. En esta época, protagonizaban la sociedad las clases medias
y la burguesía. Pero retrocedemos un poco más: en el siglo XVII, este barrio,
Malasaña, nace con algunas iglesias y conventos, por ser una zona tranquila,
así que también aprovechó la nobleza para construirse palacios. Hay 23 palacios
en Malasaña. En uno de ellos vive Esperanza Aguirre.
Con la industrialización y el
desarrollo urbanístico del siglo XIX, crece el barrio. Casi todas las viviendas
que vemos ahí son de ese siglo. El guía nos dice que nos imaginemos, por un
momento, a unos mil soldados franceses cruzando la calle, en 1808…
Y de nuevo volvemos al siglo XX,
y al auge de creatividad con la movida madrileña. A todos nos sonarán nombres
como Alaska y Pedro Almodóvar. Se reunían ellos y muchos otros en el número 14
de la calle de la Palma. La primera banda punky de Alaska se llamaba “Kaka
Deluxe”. Todo esto aparece por el final del franquismo, cuando se acabó la
represión y los artistas eran libres. Veían lo que hacían en Londres y Nueva
York y lo copiaban o adaptaban. Ahora, en esta calle, hay tiendas de moda
vintage, de ropa antigua, y sigue siendo un barrio de gran diversidad social,
de artistas, de gente del cine…
Aquí empezamos a hablar de Benito
Pérez Galdós. Cada persona y cada parte del decorado que vemos parece servir
para incluirlo en una novela. Así lo dijo Galdós en su discurso de ingreso en
la RAE, “La sociedad presente como materia novelable”, en 1889. Todo es novelable,
y vemos lo mismo que veía Galdós en estos edificios: fachadas con decoraciones
de escayola, balcones con hierro forjado… El hierro forjado es muy típico del
siglo XIX, como la estación de Atocha, el mercado de San Miguel…
En estas casas, los más pobres vivían en las partes altas de los edificios, mientras que los ricos vivían en las bajas. Esto era así porque eran muy frecuentes los incendios y las partes bajas eran más seguras para escapar o sacar objetos de valor.
En la calle San Andrés, vemos un
edificio en ruinas, de ladrillo, de estilo neomudéjar, que es algo propio de
las fábricas españolas de la época. Era una fábrica de hielo, “La Industrial”,
de 1908, que estuvo funcionando hasta los años 60. No hubo neveras en todas las
casas hasta esa época, por lo que la gente compraba hielo y se lo llevaba a las
fresqueras de las casas. También queda alguna antigua farmacia de finales del
XIX, como la farmacia-laboratorio Juanse, típica farmacia decorada con
azulejos, que tuvo que conocer Galdós. En los adornos de esas farmacias,
predominaba la imagen sobre el texto porque había mucha gente analfabeta.
El guía nos habló también de lo populares que fueron las drogas en esa época. Nos consta en obras literarias como Confesiones de un inglés comedor de opio de Thomas de Quincey (1821) y Los paraísos artificiales de Charles Baudelaire (1860).
De allí, fuimos a la plaza del Dos de Mayo, donde estaba el cuartel de artillería de Monteleón. En 1808, vinieron mil y pico soldados franceses por las calles de alrededor a intentar tomar el cuartel. Salieron muchos vecinos de sus casas a luchar contra los franceses. De los militares españoles, que tenían órdenes de no enfrentarse a los franceses, hubo dos que se sublevaron y movilizaron a otros soldados: fueron Daoíz y Velarde, verdaderos héroes que dieron su vida por nuestro país.
El barrio de Malasaña se llama así por una costurera, Manuela Malasaña, que bajó a luchar contra los franceses armada con unas tijeras. También se llama al barrio el Barrio de las Maravillas, por la iglesia que se llama así.
En este lugar, leímos todos
juntos una frase de la novela de Galdós El
19 de marzo y el 2 de mayo, para animarnos a leer el libro.
Al dirigirnos a la calle de Quiñones nos fijamos en la iglesia de Montserrat, que también fue reformada por Pedro de Ribera...
Nos avisó, también, de que es una novela que acaba mal, que es algo frecuente en el Realismo (en la realidad, las cosas no siempre acaban bien), y que es una novela excelente por el fiel retrato de la sociedad de entonces, con el desempleo, el acoso escolar… que son temas presentes hoy en día.
Allí mismo, en el edificio de enfrente, había una cárcel de mujeres. Las reclusas, entre otras cosas, eran obligadas a tejer las puñetas de los trajes de los jueces.
Llegamos a la plaza de las Comendadoras, que fue nuestra última parada. Esa plaza se llama así por el convento de las Comendadoras de Santiago. Al fondo se ve la chimenea de la antigua fábrica de Mahou. Es un lugar muy agradable, con cafeterías con terrazas y bellos edificios.
Aquí, el guía sacó los siguientes
libros de su bolso y los colocó para que viésemos sus portadas: Marianela (la novela favorita de
Galdós), Miau, Misericordia y un libro de fotos de Alberto García-Alix, que es un
fotógrafo de la movida madrileña.
La relación del polémico
fotógrafo con las novelas de Galdós fue una idea original del guía para
hacernos comprender qué es el Naturalismo, el movimiento literario al que
evolucionó el Realismo, cuando trató de mostrar los aspectos más crudos de la
realidad. El fotógrafo García-Alix hizo una crónica fotográfica de su vida,
mostrando incluso lo más sórdido y desagradable: una foto de una puñalada que
le dieron, aún sangrante, que comentaba con las palabras “Por fortuna me
salvé”, ya que un paquete de tabaco Fortuna detuvo en parte la puñalada;
también nos mostró una foto de un hombre inyectándose heroína… Así nos mostró
qué es el Naturalismo, el movimiento que divulgó en España Emilia Pardo Bazán,
que conoció muy bien Benito Pérez Galdós.
Esta muestra de los aspectos más
sórdidos de la realidad tenía como destinatarios a los burgueses, que eran los
principales lectores de novelas y, además, los más responsables de lo que
ocurría por ser los dueños de las fábricas, de las tierras, de los negocios…
Nos dijo, también, que Galdós lograba hacer que la ciudad de Madrid fuese un
“todo continuo” entre los personajes y los barrios, al igual que lo hizo Balzac
con la ciudad de París y Dickens con Londres.
Galdós no era madrileño, pero
como si lo fuese, pues amaba esta ciudad y pasó aquí la mayor parte de su vida.
Nació en Gran Canaria y vino a Madrid a estudiar Derecho, que es lo que
deseaban sus padres, pero no le gustó y se dedicó a escribir. No se hizo rico,
pero tampoco vivió en extrema pobreza. Escribió muchísimo, hasta quedarse ciego
en 1915, lo que le obligó a dictar el resto de sus novelas. Murió en 1920,
bastante pobre.
Fue un artista polifacético:
tocaba el piano, pintaba, dibujaba, e incluso diseñaba los muebles de su casa.
No le dieron el Nobel en dos ocasiones, probablemente por su compromiso con el
socialismo. Siempre defendía a los pobres.
En literatura, aportó ideas
originales. Aparte del gran realismo de los diálogos de los personajes, al
escuchar el propio Galdós conversaciones de la calle, en los cafés y en los
tranvías, que luego reflejaba en sus personajes, tuvo ideas de metaficción,
ficción dentro de la ficción, en cuanto a que un personaje es consciente de su
inexistencia y se declara creado por el escritor. Esto ocurre en la novela El amigo Manso, cuyo primer capítulo se
titula “Yo no existo”, donde el personaje expone su inexistencia.
Tras estas nociones de la vida y
de la obra de Galdós, nuestro guía dio paso a un par de actividades muy
motivadoras en las que los alumnos fueron los protagonistas. Primero, montó
unas breves escenas teatrales en las que los alumnos leían fragmentos de
escenas de Galdós, a las que les hizo una apertura con música de armónica.
Después, y esto fue lo más original, hizo a los alumnos cantar un rap con un
texto de Galdós, acercando al micrófono una base musical de rap. Una de
nuestras alumnas entonó bastante bien…
Así finalizamos la salida y
agradecemos sinceramente a Madrid Libro Abierto la disponibilidad de estas
actividades y, sobre todo, felicitamos a Carlos Medina y a su compañera su
excelente trabajo.
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