lunes, 8 de julio de 2019

Misterio en el camino, de Rocío Rueda

Rueda Sastre, Rocío (2016). Misterio en el camino. Madrid: Oxford.
210 páginas.
Edades recomendadas: 12-16 años.
Precio: 9 €

Imagen propiedad de Imosver.com
Crítica:

El libro es original, un gran trabajo, con gran esmero de la autora y con todos los ingredientes, aparentemente, para atraer la lectura de los adolescentes. Sin embargo, conociendo el tipo de alumnado con el que trabajamos muchos docentes, este libro puede resultar inadecuado. El motivo es la predilección de la autora por incluir información didáctica, por paradójico que parezca. Es decir, que las descripciones o las explicaciones de historias del Camino de Santiago van a ser sin duda aburridas para muchos alumnos, sobre todo cuando no han estado en el Camino ni saben lo que es. Así que el libro no vale para los pequeños, de 1º ni 2º de ESO, porque se aburrirían y habría que motivarlos con un alto porcentaje de nota en la evaluación, y tampoco para los de 3º o 4º porque en estos cursos deben leer obras del canon literario (clásicos o adaptaciones) o alguna obra que respondiese en gran medida a los contenidos de la programación, y este libro, a mi juicio, no trata lo suficientemente la Edad Media. Quizá sí se podría plantear una serie de actividades bien elaboradas para que los alumnos investiguen y realicen un trabajo ambicioso, tocando historia, geografía, leyendas y literatura, pero, como sostengo, eso debe hacerse en un IES de nivel medio o alto. También puede hacerse algo con esta novela en la asignatura de religión, incluso en bachillerato.

He de decir que yo sí he disfrutado la lectura y la habría disfrutado leyendo el libro de joven, pero, en nuestra época, los que nacimos en los ochenta teníamos mejor disposición para leer libros. Si acaso, cabe citar que los personajes son un poco sosos. La acción y la descripción predominan sobre la psicología y los diálogos. Como dice algún bloguero de los enlaces que añado, es quizá más interesante la historia de la chica medieval que la de la contemporánea; la de esta última, además, me parece del todo inverosímil, por la facilidad con la que las chicas van realizando hallazgos y la dejadez de la madre con su hija, que le permite ir y venir por donde quiere. Lo de la antigua secta recuerda a un videojuego al que jugábamos en los noventa llamado Broken Sword. Aun así, es original y tiene que haber un pacto de ficción con el lector para que haya obra literaria, sobre todo si es una novela de aventuras.

Por último, es necesario insistir en que lo que puede resultar aburrido -los incisos explicativos de historia, arte, etc. del narrador- es, para los buenos lectores, una delicia, sobre todo para todos aquellos que hemos hecho el Camino de Santiago.

Incluyo un fragmento de muestra de estas descripciones o explicaciones (pp. 109-110):

Durante su reconocimiento del edificio [iglesia de San Martín de Frómista], Ana se fijó en algunas de las extrañas figuras que adoptaban muchos capiteles. Aunque no lo podía asegurar, le pareció ver una representación del famoso signo de la oca. Este constaba de un trazo vertical, de cuyo extremo inferior salían otros dos trazos divergentes. En uno de los libros que había leído sobre el Camino, explicaban que fue el mismísimo Salomón el que ideó un sistema de signos para la comunicación entre maestros, compañeros y aprendices, ya que, durante la construcción de su templo, los operarios procedían de todas las partes del mundo, por lo que no conseguían entenderse entre ellos. Según se creía, en la realización de dicho templo participaron constructores de la Cofradía de la Oca, ya que su fama había llegado hasta oídos del rey. Ana recordó otro de los vínculos que existían entre el camino y el signo de la oca, que no era otro que el juego que llevaba su mismo nombre. Según muchos expertos, las casillas que formaban parte del famoso juego no eran sino una representación del propio camino ideada por los caballeros templarios. Así, por ejemplo, todas las casillas con la oca, donde el jugador está a salvo, representarían los castillos o fortalezas que los templarios consideraban seguros. La casilla del "puente" correspondería a la localidad llamada Puente la Reina y la meta no sería otra cosa que la esperada Compostela.




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